Para limitar la responsabilidad del heredero, éste puede aceptar una herencia a beneficio de inventario, es decir, puede reservarse el derecho de recibirla en tanto no se realice el inventario de los bienes, a fin de evitar el pago de deudas que podrían incluso superar el valor de lo heredado. Bien, ¿pero qué significa “a beneficio de inventario” en lenguaje coloquial?
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Hacer algo a beneficio de inventario es llevarlo a cabo por pura formalidad, tomado a la ligera, innecesariamente o por demás. He aquí un ejemplo: Si se celebra un congreso de un partido político para decidir quién debe presidirlo y sólo hay un candidato, acertaremos diciendo que el congreso se celebra “a beneficio de inventario”, por pura formalidad.
Nota:
Aún cuando solo haya un candidato, un congreso no es inútil. Se trata de un ritual. Un ritual es una serie de acciones realizadas por su valor simbólico, cuyo fin es mostrar el poder de quien lo convoca. Son acciones vinculadas a creencias (en este caso a una ideología política, en otros a un credo, una tradición, un equipo de fútbol, etc.). Pero cuando los líderes y miembros de cualquier partido político tratan a sus oponentes como enemigos (incluso al margen de una campaña electoral), ¿es lícito decir que su objetivo es el bien común?
¿Tenía razón d’Alembert, cofundador de la Enciclopedia, cuando, en el siglo XVIII, afirmaba que la guerra es el arte de destruir a los hombres y la política el arte de engañarlos? ¿Y no es cierto, también, que hay demasiadas personas dispuestas a meter la cuchara, pero pocas inclinadas a hacer la sopa?
Nota:
Aún cuando solo haya un candidato, un congreso no es inútil. Se trata de un ritual. Un ritual es una serie de acciones realizadas por su valor simbólico, cuyo fin es mostrar el poder de quien lo convoca. Son acciones vinculadas a creencias (en este caso a una ideología política, en otros a un credo, una tradición, un equipo de fútbol, etc.). Pero cuando los líderes y miembros de cualquier partido político tratan a sus oponentes como enemigos (incluso al margen de una campaña electoral), ¿es lícito decir que su objetivo es el bien común?
¿Tenía razón d’Alembert, cofundador de la Enciclopedia, cuando, en el siglo XVIII, afirmaba que la guerra es el arte de destruir a los hombres y la política el arte de engañarlos? ¿Y no es cierto, también, que hay demasiadas personas dispuestas a meter la cuchara, pero pocas inclinadas a hacer la sopa?
