Química e Historia Antigua, al igual que otras áreas del conocimiento humano, tienen la particularidad de complementarse y ayudar a comprender la complejidad de la existencia en lo que concierne a sus componentes y a la dimensión humana de las personas.

Diálogo entre ciencias

Luis Oro Giral y Guillermo Fatás Cabeza. Química e Historia Antigua en sus discursos como doctores Honoris Causa
photo_camera Luis Oro Giral y Guillermo Fatás Cabeza. Química e Historia Antigua en sus discursos como doctores Honoris Causa

La investigación, la docencia y la innovación en la enseñanza son áreas en las cuales las diversas ciencias y disciplinas confluyen. Aportan su especificidad. Resultado, el enriquecimiento por el crecimiento del conocimiento. Además, el potencial de las reflexiones que se expanden desde la vivencia individual, a los equipos de trabajo, a las organizaciones educativas, a las estructuras empresariales y a la transferencia a la sociedad en general. Por eso fue un privilegio asistir a dos sesiones magistrales en las cuales, probablemente sin pretenderlo los expositores, la perspectiva de los diversos enfoques convergió.

Luis Oro Giral, catedrático de Química Inorgánica, y Guillermo Fatás Cabeza, catedrático de Historia Antigua. Ambos profesores de la Universidad de Zaragoza fueron investidos doctores Honoris Causa por la Universidad San Jorge (Zaragoza). En ambos discursos se expusieron ideas claves relevantes que permitieron establecer un hilo conductor común: su compromiso personal y profesional con la investigación, la innovación y la enseñanza más allá de marco universitario.

Química e Historia Antigua, al igual que otras áreas del conocimiento humano, tienen la particularidad de complementarse y ayudar a comprender la complejidad de la existencia en lo que concierne a sus componentes y a la dimensión humana de las personas. Luis Oro señaló el deber que tiene la Universidad «de formar buenos profesionales que actúen con ética y responsabilidad social»; por ello, «en su entorno no sólo debe cultivarse la instrucción técnica sino también los principios de la investigación innovadora, el rigor y la ética científica, así como la emoción del descubrimiento y el servicio a la sociedad». Guillermo Fatás, por su parte, indicó la pertinencia de «estimular formaciones que reúnan a la vez dos requisitos: ser multidisciplinarias y partir de una sólida base generalista previa». Fue contundente al indicar: «En eso, España ha cedido mucho terreno en los últimos lustros, triturando sus bachilleratos». Si algo debe adquirir el estudiante en su formación es método: «sin método puede haber conocimiento, pero no ciencia. No un cualquier tipo de método: «el método más valioso, en cualquier disciplina, tiene que ser múltiple, complejo y adaptativo».

La relación academia e industria es esencial, válida y conveniente. Como expresó Luis Oro, «son complementarias y de suma importancia para nuestro futuro». Los datos así lo expresan: «los países más desarrollados no invierten en investigación porque son ricos, sino que se han hecho ricos porque invierten o han invertido en investigación». Un llamado de alerta sobre las consecuencias de no invertir en I+D: «deberíamos tomar conciencia de que se puede estar poniendo en riesgo una parte de nuestro frágil sistema de investigación y desarrollo y, en cierto modo, la posibilidad de que la economía y la sociedad española construyan unas bases más sólidas y sostenibles para mejorar el bienestar de sus ciudadanos en el próximo futuro».

En la dimensión de una dialéctica de altura, Guillermo Fatás, recalcó: «si la vida es química, como él [refiriéndose a Luis Oro] dice a menudo, yo afirmo que todo es historia». Integró en su relato referencia testimoniales, cinematográficas y por supuesto académicas. ¿Una idea transversal para un historiador?: «una de las labores del historiador es hacerse con un utillaje conceptual para detectar las adulteraciones», así sean seductoras, acotó. Construir ese utillaje conceptual permite defenderse de lo que él denominó «fabricantes de recuerdos manipulados» manifestando al mismo tiempo su preocupación sobre la frecuencia con la cual, estos fabricantes, vencen e incorporan en la propia vida social estas manipulaciones. Por eso reconoció: «no es lo mismo ser historiador -escribir la historia- que enseñarla en el aula aprendida de otros». Precisamente sobre la enseñanza: «el profesor universitario debe ser capaz de ambas cosas y su método histórico habrá de acompañarse del método didáctico»; recomendación válida para el profesorado de cualquier nivel del sistema educativo. La preocupación por una enseñanza de calidad es sin duda un punto convergente de ambos investigadores. Guillermo Fatás indicaba: «Si el investigador es, además, docente universitario, ha de ser didacta (cuidado: que no es lo mismo que pedagogo). Y debe formar, lo cual es bastante más que instruir».

Selecciono finalmente una idea expuesta por cada uno de ellos. Luis Oro, «como químico debo reconocer que no resulta fácil plantear desde la química, preguntas atractivas para nuestra sociedad, como hacen nuestros colegas de física o biología, al preguntar en público ‘¿cuál es el origen del universo?’ o ‘¿cuál es el origen de la vida?’. Pero que la Química no tenga ese encanto ‘natural’, no hace de ella un área menos fascinante, solo más difícil de comunicar; sería como un cuadro de Bacon frente a un Goya, un concierto de Stravinsky frente a una luminosa pieza de Mozart… algo no menos trascendente, sino solo de una belleza, digamos, ‘menos evidente’. Y debería ser motivo de orgullo ser capaces de apreciarla». De Guillermo Fatás, «Cicerón nos dijo algo tan cierto como difícil de lograr: el historiador (y el buen periodista, añado) debe atreverse primero, a no mentir; y luego, a decir la verdad: …ne quid falsi dicere audeat, ne quid veri non audeat». Añadiendo: «Y nunca olviden esto: aprender es barato y divertido. No se lo pierdan».