Desescalada hacia una nueva realidad educativa

El confinamiento ha puesto en evidencia las debilidades y fortalezas del uso de las TIC en la enseñanza
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En la vida del sistema educativo, al igual que en otros ámbitos, la «nueva normalidad» es todo lo contrario a «volver a la normalidad». Hacer referencia a una «nueva normalidad» es un eufemismo que pretende reducir la incertidumbre, dosificar la vuelta a la compleja cotidianidad o, como mucho, ayudarnos a entender que este proceso de desescalada del confinamiento se realiza en un nuevo entorno. Sin embargo, el profesorado en todos los niveles es consciente que la normalidad es una tarea por realizar a largo plazo y, siempre y cuando, las autoridades respectivas, familias y alumnado asuman un esfuerzo adicional.

Regresar a las formas habituales u ordinarias de la enseñanza requerirá tiempo. Las normas o reglas anteriores al confinamiento, en la mayoría de las situaciones, no serán las mismas. El regreso a las aulas, aún con el esfuerzo de la comunidad educativa, no se realizará con la dinámica que estaba fijada con anterioridad. El «laberinto tecnológico» en el cual profesorado y alumnado ha estado inmerso tendrá que ser evaluado para valorar si en todos los casos se han alcanzado los resultados deseados. Volveremos, sí, pero a una «nueva realidad» que aspiramos, a largo plazo, permita retomar la normalidad deseada.

La desescalada en el contexto educativo conlleva también a una adecuación en los sistemas de evaluación, replanificación de actividades y en los métodos de enseñanza. Las familias tendrán que compaginar estos cambios con su realidad específica: teletrabajo, los ERTE, las limitaciones tecnológicas, los factores psicológicos del confinamiento, el temor a un rebrote del virus, la responsabilidad que implica cómo afrontar su futuro.

Los centros educativos, una vez sus instalaciones acojan al alumnado, serán puntos de confluencia de las circunstancias que niños y niñas llevan en su mochila después del confinamiento. Ser consciente de la realidad no implica desanimarse. Estas nuevas realidades, con sus implicaciones en el aprendizaje, son datos objetivos que el profesorado tendrá que gestionar. La motivación para asumir y avanzar es una cuestión de actitud. Se requerirán del profesorado también nuevas aptitudes o reforzar las existentes con la intención de responder a las exigencias del aprendizaje.

Las circunstancias y las experiencias vividas en este tiempo de confinamiento han sido un aprendizaje. Transformar esa experiencia en una oportunidad es uno de los retos. En todas las áreas del sistema educativo, desde primaria hasta la vida universitaria se han aplicado procesos, utilizado herramientas, testeado sus sistemas internos organizativos y puesto a prueba sus políticas de comunicación. En el recorrido se ha acertado o cometido errores. En cualquier caso, como organización y como equipo, sería incomprensible no capitalizar este aprendizaje y transformarlo en estrategias que contribuyan a la mejora de la educación.