El curso académico 2021-2022 ha comenzado y las expectativas, en estas primeras semanas, son positivas. «Ilusión», es una de las palabras que resume este inicio, aunque alertas a cómo evoluciona la situación sanitaria y la campaña de vacunación. Se retoma paulatinamente la presencialidad y se planifica con la esperanza de una relativa vuelta a la normalidad. Así lo expresaba el consejero de Educación y Cultura del Gobierno de Aragón, Felipe Faci, «este curso tiene que ser una especie de transición hacia la normalidad».
Si se tiene en cuenta los proyectos previstos, solamente en Zaragoza, todo pareciera indicar que será un curso que repercutirá positivamente en el profesorado y en el alumnado. Involucrará a los museos, bibliotecas y a otros espacios de la vida social haciendo que el aprendizaje no se limite al aula. En relación con la formación profesional, hay un claro interés por fortalecerla y mejorar el engranaje con el entramado empresarial. Si nos referimos a la vida universitaria, la UNIZAR y la USJ afianzan la importancia de la presencialidad en sus campus.
Sin embargo, es un curso académico que también trae asuntos pendientes. Algunos consideramos que es factible iniciar una reflexión sobre el presente y el futuro de la enseñanza. Hay asuntos que requieren especial atención. Uno de ellos es la normativa que deberá desarrollarse a partir de la reciente Ley de Educación, aprobada en diciembre de 2020. Al respecto de este punto, la ministra de Educación y Formación Profesional, Pilar Alegría, ha manifestado la importancia que las comunidades autónomas tienen en el proceso de los nuevos currículos de educación infantil y primaria. En lo que se refiere a la formación profesional, hay una nueva ley en proceso. En la vida universitaria, el anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario (LOSU), será tema de debate al igual que la normativa que se desarrollará al respecto.
En resumen, el curso académico viene con deberes con los cuales hay que ponerse al día.