El curso académico 2023-2024 inició, como cada curso, con expectativas muy diversas. Alumnado, profesorado y familias tienen las suyas propias y las que desearían que los otros tuvieran. Entre las cuestiones interesantes de los ecosistemas que se crean en los centros educativos está la incertidumbre y cómo gestionarla. Aspecto este último que también requiere de competencias para afrontarlo.
Innovar en la enseñanza no tiene que implicar obligatoriamente el uso de ordenadores, móviles y aplicaciones informáticas. Sin embargo, es válida la incorporación de las TIC cuando estratégicamente contribuyen a reforzar las competencias digitales o las competencias específicas previstas en las asignaturas. El debate sobre sí o no a las pantallas es válido en un contexto guiado por los objetivos docentes y de acuerdo con los perfiles del alumnado.
Plantear retos en innovación para este nuevo curso es un ejercicio útil porque establece expectativas por las cuales es válido esforzarse: la inteligencia artificial en la enseñanza, cómo plantear el uso adecuado de las pantallas, retomar el interés por el libro de texto, seguir trabajando en la reducción del acoso escolar y del ciberacoso, la importancia del aula de clases como espacio de comunicación y de integración. Hay tantos retos como intereses de los colectivos involucrados. La clave es dónde se ubica la finalidad de los recursos, el esfuerzo y las actividades: entendemos que debe ser en el alumnado para aportarle una enseñanza de mejor calidad técnica y humanista.