
El sector de la construcción está experimentando una evolución hacia la producción de edificios de consumo nulo y con energías más limpias. Es el conocido como Passivhaus, un estándar surgido en Alemania y basado en un gran aislamiento térmico, un riguroso control de las filtraciones y una máxima calidad del aire interior.
En España, uno de los pioneros de este concepto es el aragonés Grupo LOBE, cuyo director general, Juan Carlos Bandrés, ha destacado el esfuerzo en profesionalizar su equipo y sus proveedores. De esta forma, han alcanzado un volumen de negocio de 350 millones y ya están ultimando su Plan Estratégico hasta 2022.
Pregunta.- ¿Cuál es el estado de salud del Grupo LOBE?
Respuesta.- Eso lo tendrían que decir nuestros clientes, que son los que deciden que esta organización esté evolucionando y progresando. El nivel de ventas está siendo muy alto. Podríamos hablar de una media del 75% de comercializaciones previas al inicio de cualquier edificio. Eso nos está permitiendo ampliar nuestro espectro de operaciones. Tenemos un conjunto de volumen de negocio de más de 350 millones, con los que podemos enriquecernos con un porcentaje de personas nuevas, de perfil medio alto, y tener un volumen de viviendas que nos hace plantearnos un Plan Estratégico claro, concreto y conciso para los tres próximos años. Nos faltan un par de operaciones para completar el 2022, pero nos garantiza que ese equipo podrá enriquecerse de las experiencias adquiridas.

P.- ¿En qué proyectos están inmersos actualmente?
R.- El proyecto más importante es el de transformación de la organización. Lo vinculamos mucho al concepto “Globe”, que es un proyecto de innovación que iniciamos hace cuatro años en el que pretendemos generar una transformación importante en la forma de operar para ganarnos al cliente. En esa línea, comenzamos a darle un enfoque diferente al producto que ofrecemos y en los tres últimos años hemos llegado a una etapa nueva, al concepto Passivhaus, que es un salto cualitativo. Todo viene de ese equipo, que tiene capacidad para poder afrontar esos retos.
P.- Han sido una de las inmobiliarias que ha apostado de lleno por el Passivhaus, ¿por qué dieron ese paso?
R.- Porque nos parecía un elemento suficientemente diferencial y que potenciaba el valor de esta organización. Su capacidad se puede concretar en cómo asumir el reto de hacer una vivienda Passivhaus. Se etiqueta de muchas formas y maneras, pero hay un elemento principal, que es una transformación de una organización para hacer posible que un instituto y un certificado tan exigente lo puedas llevar a cabo. Cualquier organización no puede afrontar ese reto.
P.– ¿Cuáles son las bases del Passivhaus?
R.- Principalmente, te obliga a hacer un estudio de la ubicación de un edificio para saber cómo sus elementos van a incidir, lo que lleva una traslación a la dimensión y el tamaño de los aislamientos, a que toda la cantidad de puentes térmicos tradicionales que se producen en los edificios estén tratados. El aislamiento debe ser una piel continua del edificio. Luego, un elemento primordial son las ventanas, que tienen otro tratamiento, su ejecución no tiene nada que ver con las convencionales.
Además, hay otro aspecto diferencial, la hermeticidad de la vivienda, que esté todo tan sellado, que permite que el quinto pilar, que es el recuperador de calor, pueda hacer un trabajo eficiente. Puede coger el aire de la calle y lo mezcla con el aire interior, que tiene condiciones mejores que las exteriores, lo que hace que el aire de la vivienda tiene unas características importantes al pasar por unos filtros. Es un aire más puro.

P.- ¿Cómo ha cambiado la crisis la visión de las empresas de la construcción?
R.- Esto era inimaginable hace diez años, y hoy un poco también. Cuando hacemos este tipo de edificios, nuestro gran reto es conseguir que las empresas que nos proveen entiendan que entran en un espacio que tiene otro tratamiento totalmente diferente. Esto nos ha obligado a hacer una labor de concienciación y formación a aquellos proveedores que nos pueden dar estas condiciones. También nosotros hemos hecho un examen de cómo crearlas para que el edificio no se altere.
Para que nos hagamos una idea, en cualquiera de nuestras viviendas, el aire se renueva de forma natural entre seis y siete veces a la hora, por eso enseguida se enfría en invierno y se calienta en verano, mientras que en un edificio certificado su nivel de renovación horaria es de 0,6 veces. Es un porcentaje ridículo. Por eso entra en valor el trabajo del recuperador de calor. Ahí estamos consiguiendo crear equipos propios en cada una de las zonas en las que estamos.
P.- ¿Y en el grupo LOBE? Porque durante estos años han redefinido su modelo de negocio…
R.- Éramos una empresa pensada para otro tipo de producto, pero nuestro cliente natural desapareció, que eran los promotores, cooperativas y empresas que realizaban edificios. La actividad fue bajando hasta unos niveles del 95%. Teníamos que plantearnos qué podíamos hacer, y veíamos el potencial que teníamos de las experiencias que habíamos ido aprendiendo en los edificios que hacíamos para otros. Nos dimos cuenta de los elementos superfluos que se producen y que generan sobrecostes para eliminarlos y centrarnos en lo que el cliente quiere recibir. Hicimos operaciones muy complicadas como en el año 2012, cuando Arcosur estaba totalmente parado e hicimos una operación de cien viviendas y fueron un éxito.
P.- En una ciudad donde el parque de viviendas tiene bastantes años, ¿cómo se pueden hacer más limpios estos edificios?
R.– El primer paso es otro certificado que hay para rehabilitación, pero la ciudad tendrá que hacer un debate. Puede que haya determinado tipo de edificios en el centro que merezca la pena hacer ese esfuerzo. Cuando hablamos de rehabilitación, a veces maquillamos el edificio antiguo, por lo que habría que preguntarse si puede ser más operativo eliminarlo y hacer una regeneración de la ciudad. Parte del modelo que se ha agotado es consecuencia de que durante años se hicieron viviendas con otro objetivo que el actual. Hay personas que dicen que la expansión de la ciudad no tiene sentido porque encarece los costes, y seguramente tienen razón cuando en la propia ciudad se podrían hacer estos edificios con planteamientos diferentes, a través de una regeneración.

P.– ¿Estamos los consumidores concienciados de buscar estos estándares?
R.- Yo creo que el consumidor está un poco sorprendido de que si lo que se le cuenta es cierto o no. A veces es más conservador y no se atreve. El sector debe asumir parte de culpa y entender que en demasiadas ocasiones hemos defraudado al cliente. ¿Cuántas veces hemos visto todos operaciones donde el concepto confort era lo más bonito y no se ha podido conseguir porque no había condiciones? Ahora se están haciendo. Ahora tenemos experiencias de clientes que saben qué es el confort, y eso irá poco a poco transmitiéndose entre clientes. La gente está concienciada. Continuamente se está vendiendo la preocupación por el cambio climático, y estos edificios eliminan una parte importante de CO2. Cada vez que hacemos estos edificios es como si hiciéramos parte de un parque.
P.- ¿Cómo ve el futuro del sector de la construcción?
R.– Pasa por una profesionalización importante. Lo va a exigir el cliente. Están comprando de forma mayoritaria, más del 80%, vivienda existente sobre la nueva. Es un claro mensaje de la ciudadanía de que lo que hacemos no puede seguir siendo lo mismo. Va a producir una gran transformación, pero primero va una profesionalidad, con empresas con una estructura mucho más industrializada. La calidad que va a exigir el cliente va a ser determinante, y si no lo haces, no vas a tener actividad.