El síndrome de Turner puede pasar desapercibido, en las primeras etapas, cuando esa niña no ‘da el estirón’ que se esperaba de ella. Trinidad Rico recuerda que de pequeña siempre escuchó en casa restar importancia a su baja estatura. “La niña es bajita como sus padres”. A sus 53 años Trinidad está incapacitada laboralmente y presenta problemas renales, diabetes y una artrosis que le obliga a desplazarse sobre un scooter eléctrico.
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«El problema con el síndrome de Turner es que los síntomas no siempre son visibles y a menudo nosotras mismas, somos capaces de disimularlo”, confiesa Rico. Trini, como todos la llaman cariñosamente, está licenciada en Filología Inglesa y vive en Málaga tras haber trabajado como profesora en diversos colegios de Madrid. “Los niños notaban algo diferente en mí. No me sentía a gusto”, reconoce.
Decidió entonces formarse como administrativa para terminar como agente inmobiliaria en Marbella hasta hace unos años. “Finalmente me he visto obligada a prejubilarme debido a esta enfermedad porque llegó un momento en el que iba a la oficina y cada tres días me tenía que ir a urgencias”. “Así no podía continuar y ahora tengo reconocida la incapacidad laboral”, apostilla.
Sus padres eran bajitos, de modo que nunca concedieron importancia a la pequeña estatura de Trini. “Mi padre era profesor universitario y gracias a un programa de intercambio con la Universidad de Alberta en Canadá nos trasladamos durante un año a vivir a aquel país”, rememora. «Una vez allí mis abuelos insistieron en hacerme pruebas porque observaban que no crecía suficientemente”. Trini tenía entonces ocho años.
EL SÍNDROME TURNER
La pequeña por fin conocería la razón por la que no crecía como el resto de sus compañeros. Trini es una de cada 2.500 niñas que nacen con el síndrome de Turner, un trastorno genético que afecta a su crecimiento, además de causar problemas de salud como infertilidad y patologías cardiacas y/o renales. Estas mujeres tienen en común el cromosoma X: o bien sólo tienen uno, o pueden tener dos cromosomas X, pero uno de ellos está incompleto.
En general, estas niñas y mujeres no presentan un desarrollo sexual típico y son infértiles. También corren el riesgo de tener otras afecciones de salud, como presión arterial alta, diabetes tipo 2, osteoporosis y problemas de tiroides.
Cuenta que su adolescencia fue similar a la de cualquier chica de su edad. «Yo veía que mis hermanos se tiraban dos o tres horas estudiando y sacaban buenas notas, mientras yo tenía que estar toda la tarde para llegar a la misma cualificación que ellos. Pero lo conseguía”. Trini asegura que las personas con este síndrome tienden discalculia, es decir, una discapacidad del aprendizaje en matemáticas y presentan más problemas con conceptos importantes como mayor y menor. Pese a todo obtuvo su Licenciatura en Filología Inglesa y continua con su vida.