Más de 300 estudiantes del colegio Santa Ana de Huesca, el Instituto Ramón y Cajal y el Lucas Mallada han visitado en lo que va de año el Centro de Estudios Senderianos, dedicado a conservar el legado del periodista y escritor oscense Ramón J. Sender.
En este espacio, dedicado a la recuperación de algunos de sus escritos menos conocidos, la aparición de ediciones críticas de sus publicaciones más señeras o la celebración de encuentros y congresos, se organiza un recorrido didáctico cargado de anécdotas y valor sentimental durante el cual el coordinador, Luis Gómez Caldú, da cuenta de la convulsa vida e importante contribución literaria del escritor altoaragonés más universal.
Los más jóvenes pueden ver desde la mesa en la que escribía, libros de consulta traídos de su apartamento en California, su reloj y su tarjeta de inmigración en México, fotografías del autor en diferentes momentos de su vida, retratos de la primera y tercera mujer, Amparo Barayón y Florence Hall, primeras ediciones de sus obras entre las que se encuentra el original de Monte Odina, además de cuadros originales donados por familiares y amigos de los últimos años del autor en los que se volcó en la pintura.
Aunque muchos de los jóvenes visitantes han leído su novela corta por excelencia, Réquiem por un campesino español, tras ver sus retratos, fotografías y la proyección del audiovisual realizado por Eugenio Monesma para uno de los congresos celebrados sobre el escritor, salen con ganas de conocer más a fondo su obra.
Cartas a Ana María Navales
Lejos de su faceta de solitario escritor, Sender mantenía una fluida correspondencia con amigos e intelectuales de la época donde sale a la luz el registro más espontáneo. Una parte importante de su trabajo epistolar ya está depositado en el IEA, con más de 1789 cartas con el nombre de Sender como remitente o destinatario.
Las siete últimas en sumarse a esta colección han sido las donadas por el periodista Juan Domínguez Lasierra dirigidas a su esposa, la poetisa zaragozana Ana María Navales entre los años 1976 y 1978. En ellas el escritor altoaragonés comenta desde San Diego de forma distendida diferentes experiencias e impresiones divertidas y deja para dos o tres las valoraciones de las publicaciones de la autora que la propia Navales remitía.
Además, fruto de su pasión por el periodismo, el legado de Domínguez Lasierra, abarca tanto su biblioteca personal sobre el autor como decenas de recortes periodísticos de los artículos con los que Sender colaboró en Heraldo de Aragón desde 1975 hasta su fallecimiento en 1982. Textos de vivencias cercanas que hablan, a su vez, de un autor próximo y prolífico que gestó más de 2.000 artículos periodísticos, 75 novelas, 23 ensayos, 5 libros de relatos y dos de poesía.