Una compañía veterana, La Zaranda, dramatiza sobre la crisis de los espectáculos de varietés. Otra más joven, Teatro con botas, apuesta por la evasión festiva.

"El Desguace de las Musas" y "Entretelas"

Una compañía veterana, La Zaranda, dramatiza sobre la crisis de los espectáculos de varietés. Otra más joven, Teatro con botas, apuesta por la evasión festiva.

EL DESGUACE DE LAS MUSAS

El Teatro Principal ha sido escenario el pasado fin de semana del estreno absoluto de la última creación de la compañía La Zaranda, producida por el Teatro Español de Madrid y el Teatro Romea de Barcelona, titulada ‘El desguace de las musas’.

Sobre un una dramaturgia de Eusebio Calonge, el veterano conjunto andaluz, ahora ubicado en Madrid, puso sobre las tablas una obra simbólica que va más allá de su mera significación escénica. Con la participación de Gabino Diego y de María Ángeles Pérez-Muñoz, mostraron al público una visión catastrofista, casi de demolición, de lo que hasta ahora ha representado el teatro de varietés en una sociedad pretendidamente culta. Entre la alegoría, la farsa y el esperpento, los seis actores dirigidos por uno de ellos, Francisco Sánchez, popularmente conocido como Paco de la Zaranda, impactaron con un montaje lleno de significados.

El argumento es simple, de puro complejo: una compañía que ha gestionado un cabaret durante varios decenios, se desmorona. El director y alma del grupo, don Pepe, está agonizando. Necesita una bomba de oxígeno para sobrevivir. Hay ceremonias entrelazadas en las que se escenifica su muerte, su resurrección, las alternativas de los recién llegados, sobre todo del cómico representado por Gabino Diego, de la soprano y pianista, a quien da cuerpo y voz María Ángeles Pérez-Muñoz, de los incombustibles Inma Barrionuevo, Gaspar Campuzano y Enrique Bustos, todos bajo el síndrome de la decrepitud, de la desesperanza, del desencanto. ‘Carnes yertas, que entierran tantos deseos, miradas desnudas que saben de tantos ocasos, la mueca de la muerte oculta tras el maquillaje barato’, según puede leerse en el programa de mano.

La calidad del texto se funde con la confusión expositiva, denotando que la situación es real, caótica, más allá de la figuración. Hay una música intencionada, diegética, que subraya pasajes significativos. Los actores repiten posturas, palabras, fórmulas, giros y gestos en un intento de sobrevivir a la catástrofe que se avecina. Un final desesperado, de espaldas al público presente en la sala, pero de frente al inexistente del cabaret en plena demolición, deja un poso de amargura por cuanto el hecho escénico puede transferirse a la situación social en la que sobrevive el teatro, sometido, en palabras de los promotores, a la burocracia, la vulgaridad o la taquilla.

‘Apenas queda algo más que unos pobres títeres desarbolados, movidos sus hilos por las siniestras manos del poder en unos escenarios que van siendo manipulados oficialmente como reductos de rebeldía subvencionada para unas élites, con el único fin de establecer sus coartadas de apoyo a la cultura, cuando no directamente de clausurarlos’. Son también palabras del programa de mano que hacen meditar y dejan un punto de amargura que puede ampliarse al entramado social que ahoga la cultura de calidad.

ENTRETELAS

Javier Vázquez Ezcurdia ha adaptado varios cuentos de Antón Chéjov que la compañía zaragozana Teatro con botas ha presentado en el Teatro del Mercado bajo el título global de ‘Entretelas’. Oportuna referencia, porque toda la trama se desarrolla en torno a la ropa, a los vestidos, al mercado textil enfocado desde diferentes puntos de vista.

Bajo la dirección de Jesús Bernal, que también actúa, Carmen Marín, Marisa Nolla y Jesús Sesma componen el poliédrico marco escénico que tiene a la tienda ‘La gaviota’ como epicentro de la acción. Hay unos personajes iniciales: el señor Morózov, dueño del establecimiento, Kopekin, su ayudante, Natusha, la aprendiza y Yeuguéniya Morózova, la hija del dueño. Luego van adoptando otras identidades, para regresar finalmente al inicio.

Al margen de algunas referencias locales y políticas, la acción trasciende la órbita temporal y espacial del texto para llegar a significados más globales, siempre desde la óptica de la comicidad, la denuncia de las contradicciones humanas y la crítica de ciertos usos sociales.

Las interpretaciones son ágiles, dinámicas, bien ensambladas y bien conjuntadas, destacando la versatilidad de las dos actrices. Notable la vistosidad del vestuario realizado por El taller de Sesma.

El escenario que muestra el interior del establecimiento, sirve también, mediante el oportuno juego de luces para presentar las cuatro variantes propuestas. Un juego divertido y desenfadado que revela la maestría del autor, el acierto del adaptador, la calidad de los intérpretes y la experta mano del director.