Continúan las mujeres, en plural, y la mujer, en singular, protagonizando los escenarios con piezas de signo vario: ácida, cómica y cáustica una, emotiva, dramática y tierna la otra.

“Todas las mujeres” y “Los días de la nieve”

Continúan las mujeres, en plural, y la mujer, en singular, protagonizando los escenarios con piezas de signo vario: ácida, cómica y cáustica una, emotiva, dramática y tierna la otra.

TODAS LAS MUJERES

Daniel Veronese ha dirigido esta comedia de modernidad que parte de un texto original de Mariano Barroso y Alejandro Hernández. El propio Veronese lo ha adaptado. Se ha ofrecido en el Teatro Principal durante el pasado fin de semana por cinco mujeres que se enfrentan sucesivamente a un hombre llamado Nacho, interpretado por Fele Martínez.

Este sujeto es un tipo manipulador, y al mismo tiempo manipulable, que ha derrochado inventiva, cinismo y desparpajo a lo largo de su trayectoria vital. Tras un divorcio fulminante, su nueva compañera, Ona, a quien interpreta Lucía Barrado, le convence para dar un golpe de mano en su trabajo y poder huir juntos a Brasil. La operación sale mal y Nacho debe enfrentarse a las consecuencias.

Recurre primero a Marga, interpretada por Nuria González, una antigua novia, ahora abogada de profesión; luego a su madre Amparo, a la que da vida Lola Casamayor; seguidamente a su ex cuñada Carmen, interpretada por Mónica Regueiro, y finalmente a Andrea, una psicóloga de urgencia, personificada por Ana Álvarez.

Todo se desarrolla en una serie de enredos y componendas que finalmente resultan fallidas porque el intento de robo perpetrado por Nacho, empleado como veterinario en la ganadería de su suegro, es un fracaso, se descubre el pastel y acaba siendo detenido por la policía.

Los sucesivos encuentros entre el hombre y las cinco mujeres tienen un ritmo irregular, y parecen un tanto forzados, por milimétricos y sucesivos, a pesar de responder a las demandas de Nacho.  En algunos casos, como en el de la psicóloga Andrea, quedan deslucidos por la frialdad interpretativa y la escasa voz de la actriz.

En conjunto la obra va de más a menos, aunque quedan bien diseñadas las relaciones entre los personajes. El hombre es un títere en manos de las circunstancias, y las mujeres tratan de ponerle en su sitio, descubriendo sus tretas y evitando ser manipuladas. Un canto a la independencia del elemento femenino en el mundo de hoy.

La escenografía de Ana Garay ilustra la situación con un cierto aire de desamparo, aun estando bien realizada.

LOS DÍAS DE LA NIEVE

Volvemos sobre Miguel Hernández y sus varias tragedias. La pieza ‘Los días de la nieve’, de Alberto Conejero, ha servido para que Rosario Pardo, bajo la dirección de Chema del Barco, presente durante el pasado fin de semana, en el Teatro del Mercado, una pieza alusiva al poeta, de gran calado y profundo contenido emocional.

Por el mismo escenario desfiló hace no muchos meses algo similar, referido a García Lorca y sus semiocultos amores con Rafael Rodríguez Rapún, bajo el título de ‘La piedra oscura’, obra también de Alberto Conejero.

Ahora, con menos misterio, a pie llano, menos morbo (para algunos) y parecida vibración íntima, los personajes son dos amantes míticos, el poeta fallecido en la cárcel de Alicante en 1942 y su esposa Josefina Manresa, a quien da vida la actriz, presentándola ya viuda y  envuelta en su melancolía. La rodean los útiles de coser y entallar, mientras da término a un vestido ‘azul de mar’ cuya clienta escucha sus confidencias sobre la vida y la muerte de Miguel. Sola junto a su máquina de coser, refugiada en la penumbra a causa de sus ojos enfermos, habla con esa señora a la que no vemos y que no es quien dice ser.

El director de la pieza afirma que en el texto ve poesía, antigua y nueva, expresada con mucha pasión desde la sencillez de quien no escribe poesía. Así transcurre la trama, con momentos álgidos en los que aparecen días de amor y años de sufrimiento. El sustrato principal son las memorias de Josefina, su correspondencia con Miguel y la poesía del poeta combatiente. Asegura el autor que no ha pretendido reconstruir su vida ni convertirla en un relato, sino desvelar el misterio de su existencia, hacerla contemporánea y acercarla a nosotros.

Se trata de poner de manifiesto la fuerza de una superviviente de las peores tristezas, que aprendió a amar en las palabras y por las palabras. Josefina es un personaje pausado, una mujer tranquila, llena de amor, con escasa preparación intelectual, pero con mucha claridad interna, con las contradicciones ordinarias de la vida, pero con un fortaleza inquebrantable.

La obra se estrenó en Quesada (Jaén), la villa originaria de Josefina, hace dos años, en el 75 aniversario de la muerte del poeta. Su fuerza es tal, que puedo augurarle un recorrido continuado por todos los espacios escénicos que deseen mostrar una pieza de alto nivel interpretativo y hondo calado emocional. Más el suspense de adivinar quién es la presunta destinataria del vestido ‘azul del mar’ al que finalmente renuncia.