No es lo mismo cambiar el mundo que cambiar nuestra situación. Todos hemos pensado más de una vez que vivimos en una realidad injusta y que hace falta cambiarla. Con ese planteamiento comienza la obra que se desarrolla bajo la fórmula de ‘teatro de salón’.

“Fairfly”

No es lo mismo cambiar el mundo que cambiar nuestra situación. Todos hemos pensado más de una vez que vivimos en una realidad injusta y que hace falta cambiarla. Con ese planteamiento comienza la obra que se desarrolla bajo la fórmula de ‘teatro de salón’.

FAIRFLY

 La compañía catalana La Calòrica ha ofrecido durante el pasado fin de semana en el Teatro del Mercado una comedia social titulada ‘Fairfly’. Con dramaturgia de Joan Yago, bajo la dirección de Israel Solà, dos parejas que están en riesgo de perder su puesto de trabajo se reúnen para analizar la situación y encontrar remedios. Tras sucesivas deliberaciones llegan a la conclusión de que deben plantearse la vida de otro modo. Uno de ellos propone crear un nuevo producto de alimentación, basado en larvas de mosca, que revolucionará el mercado.

Con algunas reticencias, se ponen manos a la obra. Comienza la aventura del emprendimiento. Una de las parejas tiene un hijo al poco tiempo, la otra aporta su entusiasmo y su iniciativa,  superando así las dificultades iniciales y las dudas de los socios. Las cosas funcionan bien al principio, pero pronto la competencia de los mayoristas hace decaer su negocio, con lo que los problemas se multiplican. Una de las mujeres abandona la empresa y se pasa al enemigo. La pareja se rompe.

Cuando la situación parece extrema, una pirueta cronológica consigue el retorno a los inicios. La experiencia imaginada –ahí está el truco de la trama– les hace comprender que los riesgos tal vez no compensan porque los resultados de la acción individual son imprevisibles. En el fondo transita la idea de que el cambio social no puede hacerse a base de resortes individuales, sino que la labor colectiva es importante para mantener y mejorar el mundo, sin los costes personales y familiares que supone el trabajo en solitario. De las iniciativas de emprendimiento solo unas pocas consiguen salir a flote.

El montaje responde a la fórmula de ‘teatro de salón’, capaz de ser representado a domicilio, y en ese sentido los espectadores se sitúan en el propio escenario rodeando a los actores, como ya ha ocurrido en otras ocasiones en el propio Teatro del Mercado, e incluso en el Principal y en otros ámbitos donde la obra no exige un gran aparato escenográfico.

El desempeño actoral es eficiente, inteligente y arriesgado. Los personajes que interpretan Queralt Casasayas, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher y Vanessa Segura rotan de posición, indicando el paso del tiempo; también para aproximarse más al público instalado en el escenario. El resultado final resulta satisfactorio, divertido y aleccionador.