Overbooking de espectáculos escénicos en una semana con sesiones de gran teatro el miércoles 1, el jueves 2, el viernes 3 (dos), el sábado 4 (tres) y el domingo 5 (otras tres).

“Margarita Nelken”, “Los perros”, “Calígula”, “La última boqueá” y “Señor Ruiseñor”

Overbooking de espectáculos escénicos en una semana con sesiones de gran teatro el miércoles 1, el jueves 2, el viernes 3 (dos), el sábado 4 (tres) y el domingo 5 (otras tres).

Margarita Nelken

Una anciana de 70 años está sentada en una mesa camilla mientras los espectadores van ocupando las butacas del Teatro de las Esquinas donde se celebra la primera sesión del segundo ciclo de Teatro Rebelde. La anciana es Margarita Nelken y va a contar diferentes etapas de su vida a partir de la dramaturgia de Álvaro Molero.

La actriz zaragozana Raquel Vicente, integrante de la compañía teatral Disfruten las Molestias, interpreta a la combativa feminista de hace más de un siglo de una manera vigorosa y múltiple, dentro de la uniformidad de su atuendo y de un escenario solo modificado por la luminotecnia y la movilidad de una silla, en el que se desenvuelve la acción.

Quizá es otra época, quizá padece la protagonista alguna enfermedad del tipo Parkinson, pero tiembla ostensiblemente en los episodios de su ancianidad. Sin embargo, manifiesta enorme energía al reclamar vigorosamente la merienda en la supuesta residencia para ancianos en la que vive. En algún momento interpela a gente del público, haciéndoles participar en la acción.

El espíritu creativo del personaje comienza pronto a desplegarse, mostrando las diferentes etapas de su vida, haciendo hincapié en su labor política, pero también en la social y en la literaria, quizá esta última menos explícita que las anteriores. Todo a base de superposiciones temáticas y cronológicas frecuentes, pero bien coordinadas.

Es particularmente impactante su enfrentamiento con la Guardia Civil, su discusión con los jueces, siempre en un monólogo que trae a escena a figuras invisibles, pero presentes en la acción. Sin modificar su caracterización, sin maquillarse ni usar peluca o ropajes distintivos, invita al espectador a profundizar en su mensaje, a valorar su postura valiente, a calibrar el alcance de sus propuestas a favor de la mujer, la libertad y la solidaridad.

Prototipo de la rebeldía moderna, pionera en la lucha feminista, Margarita Nelken, en la figura y la voz de Raquel Vicente, es un buen inicio de este ciclo de Teatro Rebelde que va a tener lugar durante los próximos miércoles de mayo en el Teatro de las Esquinas.

Los perros

Una música, entre religiosa y funeral, y un ambiente lóbrego en la sala, recibe a los espectadores que van a asistir a la representación de ‘Los perros’, la primera de las obras que ha puesto en escena la compañía andaluza Teatro a la Plancha durante la semana pasada. El jueves, día 2, (poco habitual para el teatro en esta ciudad) y el viernes, día 3, el Teatro del Mercado ha sido el espacio idóneo para esta pieza de Selu Nieto, quien al mismo tiempo la dirige y actúa representando a Expósito, uno los tres desahuciados que vegetan en un viejo hospicio a la espera de que alguien los atienda o los rescate.

El texto es impactante, escapa a cualquier concepto preestablecido, incluye elementos simbólicos de gran alcance y es al mismo tiempo una denuncia social y un alegato contra la hipocresía en que se desenvuelve esta sociedad que confunde a la gente lúcida y ofusca a la masa manipulable, víctima inconsciente de manejos publicitarios. Sin embargo no se trata de una obra que pueda situarse simplemente en la línea del teatro testimonial o de protesta, sino que tiene un contenido más profundo, desde el lenguaje hasta el montaje.

Se desarrolla en un espacio múltiple que puede ser tanto la vida como la muerte, tanto un hospicio real como un campo de concentración, tanto un proceso de supervivencia vital como de fatalismo mortal. A ello contribuye un espacio escénico particularmente sugestivo dotado de un fondo en penumbra, un vestuario mísero, y sobre todo un armazón móvil de madera que sirve de sepulcro, de celda, de dormitorio, de litera, de túnel de escape, de plataforma de contemplación o de catafalco funeral, un símbolo de la fugacidad de todo.

Porque en la obra hay una inyección de preguntas que apuntalan la inseguridad de la vida, el sí y el no, el quién y su ausencia, la esperanza fallida de que alguien encuentre un modo de salir del agobio que nos domina. Utilizando un lenguaje altamente sugerente, que enlaza el simbolismo, la reiteración, la duda metódica, el absurdo, y hasta la patafísica, las preguntas se suceden, se repiten y se entrecruzan sin llegar a ningún destino, sin provocar otra respuesta que la paradoja hiriente.

Impecable la actuación de María Díaz, como La piojosa, del propio Selu Nieto, como Expósito y especialmente la de Alfonso Rodríguez Naranjo, como El ciego, con su perro, asumiendo el papel por primera vez en esta gira de la compañía sevillana.

Calígula

La contradictoria personalidad de este emperador romano, cuyo inicio de gobierno fue excelente, según los cronistas oficiales, pero que repentinamente cambió de rumbo tras la muerte de su hermana y amante Drusila, ha sido objeto de tratamiento literario por varios autores entre los que destaca Albert Camus. De su obra se han hecho múltiples versiones y en este caso ha sido Alberto Castrillo-Ferrer quien ha traducido e interpretado al personaje bajo la dirección de Alfonso Pablo, con aportaciones en la adaptación de Sergio Plou.

El resultado es la obra que se estrenó durante el pasado fin de semana en el Teatro Principal por la compañía aragonesa Nasú Teatro, recuperada tras años de silencio. A la locura del protagonista se suma una comicidad que supera el tradicional ambiente absurdo y contradictorio que destila la obra original.

Con la participación de Gema Cruz, como Cesonia, Irene Alquézar, como Patricia, Luis Rabanaque, como Helicón, Chavi Bruna, como Escipión y David Ardid como Quereas, el elenco trabaja de manera esclerotizada en una trama que se ha trasladado de la Roma clásica a la época floridamente barroca del rey Sol, incidiendo en la ridiculez de los protocolos, con un fantasioso vestuario diseñado por Arantxa Ezquerro, el montaje sonoro de David Angulo y la contrastada iluminación de Fernando Medel.

El resultado es una fábula en la que el poder absoluto, la brutalidad y el imperio del absurdo quedan bajo los límites ilimitados de una comicidad caótica que mezcla el gobierno con los peores vicios del ser humano. Ya de inicio aparece la nada como leit motiv de la obra, insistiendo en que todo empieza en la nada y acaba en la nada, como si el símbolo de la inalcanzable luna pudiera representar la ambición, el desenfreno y la decepción final a que conduce cualquier codicia, una enfermedad por demás extendida en el presente.

El trono real sobre el que el protagonista realiza juegos y cabriolas sin cuento, a veces de riesgo, es todo un símbolo de la magnificencia vacua de quienes ostentan el poder. La actuación de Castrillo-Ferrer es vital, frenética y excesiva, pero corresponde al diseño del personaje que propone la versión. Hay varias situaciones reiterativas que pudieran haberse aliviado un tanto en el discurrir del espectáculo, en el que finalmente la muerte del protagonista llega a ser un complemento de su propia vida basada en la arbitrariedad y la destrucción.

La última boqueá

La compañía andaluza Teatro a la Plancha ha dado a los espectadores exigentes la posibilidad de contemplar en el Teatro del Mercado la segunda obra escrita por Selu Nieto, dirigida e interpretada por él, acompañado de María Díaz y Pablo Gómez-Pando.

‘La última boqueá’  es una forma poco habitual de hacer teatro, bebe de fuentes diversas, comenzando con sus paisanos de La Zaranda, pero recordando a grandes figuras innovadoras del teatro contemporáneo, de Beckett a Ionesco, sin olvidar a nuestro Valle-Inclán con su esperpento.

Hay que olvidarse del teatro convencional en el que los espectadores entran en la sala y esperan a que se abra el telón, para finalizar al cabo de la obra aplaudiendo reiteradamente a los actores y actrices que saludan agradecidamente al público. Nada de eso ocurre en ‘La última boqueá’, un paso adelante en la trayectoria de la compañía, cuya primera entrega pudimos ver días atrás con ‘Los perros’, en el mismo escenario.

Tan solos y desamparados se encuentran los náufragos, cuyo único contacto con la civilización es el eventual y fugaz paso de barcos por las proximidades de la isla, que podríamos hablar de la inexistencia de la cuarta pared, o mejor dicho de que la cuarta pared está cerrada y el público debe asomarse por un espacio imaginario a contemplar las evoluciones de esta tragicomedia en tres fracasos, como reza el subtítulo, que tiene su componente macabro, puesto que durante todo su desarrollo hay un cadáver en escena, y al final dos, dando fe de que la vida humana es un juego con término indefinido pero seguro.

Mientras tanto hay que aprovechar el momento, pensamiento y expresión recurrente del personaje que lleva la voz cantante frente al escapismo de uno de sus colegas y los lamentos de la mujer que llora a su difunto. Hay un bar, el único de la isla, un espacio simbólico, en el que celebran la alegría de vivir, que por otra parte es una canción-símbolo de la obra, y en el que caben ceremonias como un desfile procesional en tono irónico y alusión clara, dada la procedencia de la compañía, llevando en andas al difunto.

La riqueza del lenguaje y los sustratos existencialistas son elementos a valorar, a asimilar, a dejar fluir dentro del espectador. Porque ‘La última boqueá’ se instala dentro de cada uno y pervive más allá del final de la representación. No es una pieza para disfrutar y olvidar, sino un acicate para buscar hacia dentro y vomitar el conformismo y las rutinas que habitualmente nos invaden y paralizan.

Excelente la interpretación, sobre todo de Selu, impetuosa, rompedora, desgarrada, abierta a mil sugerencias y bien secundada por María y Pablo. Todo un pronóstico de realizaciones futuras de gran alcance, tanto por parte del autor como de la compañía.

Señor ruiseñor

La compañía Els Joglars ofreció el pasado diciembre en el Teatro Principal su último espectáculo teatral, escrito y dirigido por Ramon Fontserè sobre la figura del pintor, escritor y dramaturgo catalán Santiago Rusiñol (1861-1931). El éxito de hace cinco meses, ha vuelto a repetirse en el Teatro de las Esquinas el pasado fin de semana.

Rusiñol es considerado el padre del modernismo y fue un destacado personaje del mundo intelectual y bohemio de la Barcelona de su tiempo, con intensa presencia también en París. Su obra literaria fue siempre en catalán y se distinguió por sus ideas aperturistas y vanguardistas.

Entre sus cuadros más importantes se encuentra ‘La morfina’, justamente la pintura que está desarrollando en el show. Rusiñol fue adicto a esta droga y mientras dibuja su cuadro se encuentra con una serie de alucinaciones que sirven para construir una mordaz crítica sobre la Cataluña actual frente a la Cataluña culta, cosmopolita y cívica que él representa.

Sin embargo, no es el personaje histórico quien protagoniza la obra, sino un jardinero retirado que asume su papel y lo dramatiza en el Museo dedicado al pintor. El conflicto surge cuando la Comisión asesora de Bellas Artes del Gobierno catalán decide transformar el edificio en el Museo de la identidad nacional.

A partir de este suceso, la acción ensambla una serie de episodios llenos de comicidad, de sátira y del buen hacer dramático propio de El Joglars. Hay abundantes referencias a la situación actual, proyectando la preocupación generalizada por el retorno y el avance de los fanatismos en la política contemporánea, tanto propia como próxima. Es al mismo tiempo una reivindicación del arte como patria universal, contra las patrias identitarias.

La ambientación musical de David Angulo es excelente, las interpretaciones son impecables, destacando el protagonismo de Ramón Fontseré, muy bien secundado por Pilar Sáenz, Dolors Tuneu, Xevi Vilà, Juan Pablo Mazorra y Rubén Romero.