“Don Gil de las calzas verdes” y “Madama Butterfly”

Don Gil de las Calzas Verdes y Madama Butterfly
photo_camera Don Gil de las Calzas Verdes y Madama Butterfly

Dos clásicos del teatro y de la ópera –finalmente la ópera es teatro cantado– han ido anunciando la proximidad del final de la temporada teatral en Zaragoza.

Don Gil de las calzas verdes

El futuro del teatro está asegurado, al menos para los alumnos de la Escuela Municipal que la pasada semana presentaron la obra de Tirso de Molina ‘Don Gil de las calzas verdes’ en el Teatro del Mercado. Una pieza para rendir cuentas al finalizar su segundo curso.

Al margen de los problemas de todo tipo que se plantean en el arte dramático, hay jóvenes con sobrada preparación para triunfar en cuanto se les abran oportunidades. La trayectoria de la Escuela Municipal de Teatro es en este punto ejemplar, con sucesivas promociones de artistas que pueden tener cabida en cualquier proyecto de altura.

A esto debiera corresponder la tan solicitada condición de  escuela profesional, con el planteamiento de un proyecto serio. Porque ya existe y está, a falta de un reconocimiento oficial por parte de las instituciones que han de velar por la cultura.

La obra de Tirso de Molina es una de las consideradas más difíciles dentro del teatro del Siglo de Pro. Ofrece una trama  de continuos equívocos con personajes que han de disfrazarse para cumplir su papel. Doña Juana  tiene que hacerse pasar por el caballero don Gil, el segundo don Gil, puesto que hay un primero –don Gil de Albornoz–, y al mismo tiempo por doña Elvira, para competir con doña Inés y recuperar a su prometido don Martín, huido de Valladolid hacia Madrid para conseguir un casamiento más rentable. El enredo es permanente y finalmente queda resuelto, tras abundantes peripecias.

La obra, dirigida con mucho tino por Blanca Resano, destacó por muchas cosas, entre ellas por el vistoso vestuario de Ana San Agustín. El intercambio de papeles o su duplicidad, tanto en el caso de doña Juana como en el del criado Caramanchel, convierten el espectáculo en un reto para los intérpretes, al mismo tiempo que para el espectador, que debe acomodarse a las sucesivas transformaciones que se producen.

Los nombres de los intérpretes deben figurar en esta crónica porque, en un futuro no muy lejano, la mayoría de ellos aparecerán en las carteleras profesionales: Tamy Spatz, Sara Lapiedra, Claudia Siba, Sara Abecia, Alba Escribano, Alex Aldea, Pablo Iruarrizaga, Rubén Fernández, Xavi Caudevilla, Eduardo Prades, Samuel López-Almudí y Bianka Castillo.

La ruptura con un enfoque formalista, tanto en la presentación como en la despedida, dando entrada a coreografías y fondos musicales modernos, es otra de las innovaciones que se agradecen, otorgándole a la versión una frescura y una espontaneidad que la hacen moderna sin perder su acento clásico.

Madama Butterfly

Ha sido un empeño de gran altura la representación en la sala Mozart del Auditorio, durante tres días consecutivos, viernes, sábado y domingo pasados, de la ópera de Giaccomo Puccini ‘Madama Butterfly’. La Orquesta Reino de Aragón, y una parte del coro Amici Musicae, bajo la dirección artística de Ricardo Casero y la escénica de Emilio López, más un elenco solista de gran dignidad, han conseguido un resultado meritorio utilizando un espacio diseñado específicamente para la música, no para el teatro.

Desde el punto de vista de esta última realidad, puesto que la ópera es teatro cantado, hay que felicitar a los promotores por conseguir traer a la ciudad espectáculos de este volumen. La lamentable actuación del gobierno regional hace un par de décadas, privó a la ciudad de un marco para la ópera en condiciones, al desestimar la remodelación del antiguo Teatro Fleta, que en cierto modo –considerando las exigencias actuales– tampoco hubiera ofrecido las condiciones idóneas para óperas de alta demanda escénica

Considerando sobre todo el elemento teatral, en atención a las prioridades de esta sección, confirmo que la distribución del espacio escénico fue estudiada para que los  protagonistas se desenvolvieran con relativa soltura. La rampa de acceso a la plataforma principal del escenario, por delante de la orquesta, prefiguraba la cuesta en la que se sitúa la acción según el libreto.

En el mundo operístico quien se lleva la palma y la fama es habitualmente el músico, pero también tiene su importancia el texto, y en este caso podemos reivindicar los nombres de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica que vertieron en formato operístico la obra teatral de David Belasco, inspirada en un relato de John Luther Long.

Esta coproducción de la Orquesta Reino de Aragón y el Auditorio de Zaragoza merece el reconocimiento de los aficionados a la ópera que, por fortuna, han respondido con entusiasmo a la cita.  En cuanto a los protagonistas, rayaron  en conjunto a gran altura, destacando la Carmen Solís, como Cio-Cio-San (‘Butterfly’), Vikena Kamenica, como Suzuki,  Vicent Romero, como Pinkerton,  Isaac Galán, con el cónsul Sharpless, Jorge Franco, como Goro, y Beatriz Gimeno, como Kate Pinkerton.

Una dinámica a proseguir por ambos promotores –ORA y Auditorio–, supliendo del mejor modo posible las carencias de la ciudad en cuanto a la presencia de la gran ópera.