La poesía de Quevedo, Benedetti y Bécquer que habita en las paredes de El Pueyo de Araguás

Los versos más bonitos, intensos, tristes y fugaces se pueden encontrar en las paredes de piedra y en cada rincón de El Pueyo de Araguás.
El municipio oscense tiene un Paseo de la Poesía
photo_camera El municipio oscense tiene un Paseo de la Poesía
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo, la noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos". Pablo Neruda hizo, quizás sin saberlo, uno de los poemas más bellos de todos los tiempos. Con él, consiguió que todo el que lo leyese supiera que él la quiso y que, a veces, ella también lo hizo. Decía Benedetti que la poesía es el alma del mundo, pues un puñado de versos bastan para hacer enmudecer, emocionar o hacer reír. A veces ocurre como en un fogonazo y las palabras entran en el corazón tan rápido que es imposible pararlas, mientras que otras se saborean lento para hacerlas tuyas. Y es que qué es la poesía si no la forma de entender la vida y qué es la vida si no un paseo. Y precisamente los versos más bonitos, intensos, tristes y fugaces se pueden encontrar en las paredes de piedra y en cada rincón del municipio oscense de El Pueyo de Araguás donde llenan el silencio y la calma con poesía. El "Paseo de la Poesía" invita a perderse por las calles y plazuelas del municipio que serán recordadas por el paseante, además de por su belleza, por un poema que pudiera parecer hecho a medida, pues hablan de esas sensaciones que te embriagan cuando recorres un lugar con magia. Versos de Lorca, Benedetti, Juan Ramón Jiménez, Rosalía de Castro, Antonio Machado, Bécquer o Quevedo, otros anónimos y otros de vecinos del pueblo como Ramón Buetas, actual director de Comunicación de la DGA, llenan las paredes con un total de 15 poemas en un recorrido en el que se puede volver a los orígenes de esta villa que mantiene una arquitectura del siglo XVI. Esta ruta entre poesías tiene su primera parada en la plaza del Pueyo de Araguás donde, escondidos y grabados en placas de acero y cerámica, hay tres poemas que hablan de amor y pasión. El primero es el poema número XX de Pablo Neruda y sus conocidos "puedo escribir los versos más tristes esta noche". "Amor de tarde" de Mario Benedetti y "Del poemario o tiempo y os días" del escritor altoaragonés Ánchel Conte son los otros versos en esta primera parada dedicada al amor. En El Pueyo de Araguás apenas hay calles, pero las que hay mantienen la esencia de aquellos que las transitaron hace siglos. Y para recorrer la calle interior hay un acompañante indispensable en este paseo: el silencio. "Silencio, acompáñame. Siempre regreso a la calle, a mi calle". Así llama Ramón Buetas a la ausencia de sonido en esta segunda parada del paseo en la que las palabras vuelan y hablan de la naturaleza y la vida. Los versos del "Romance del Prisionero", datado del siglo XV y con firma anónima, las "Coplas a la muerte de su padre" de Jorge Manrique y el "Cántico espiritual" de San Juan de la Cruz componen la segunda parada de este Paseo de la Poesía. Cuando uno se adentra en El Pueyo de Araguás siente que viajar a la época de los visigodos es posible, pues allí se encuentra el monasterio más antiguo de España, el Real Monasterio de San Victorián, cuna de la Corona de Aragón. Y de camino a esta joya patrimonial y con las increíbles vistas de la Peña Montañesa de fondo se pueden leer esos versos que culminan con un "su cuerpo dejarán, no su cuidado, serán ceniza más tendrán sentido, polvo serán más polvo enamorado". El "Amor constante más allá de la muerte" de Quevedo da la bienvenida a la tercera y última parada de este paseo entre poesías. Una parada en la que se habla de sensaciones y sentimientos a través de aquellos textos que alguna vez hablaron de la belleza de los sueños como las "Rimas LXVII" de Gustavo Adolfo Bécquer, del verde y del amor como el "Romance sonámbulo" del Romancero Gitano, de las más tiernas amistades en "Platero y yo" de Juan Ramón Jiménez o de ese canto al desvanecimiento de la vida con la "Elegía a la muerte" de Miguel Hernández. Los trovadores memorizaban la poesía para llevar las historias que nacían de ella a los pueblos y vecinos. Ahora, en El Pueyo de Aragúas, las poesías hablan por sí mismas en un paseo que recorrer en silencio admirando la naturaleza de una villa emblemática.