Bermejo contra la Ponferradina
Los maños no dan más que para pelear por no descender. Foto: Real Zaragoza

Quiero y no puedo. Eso es el Real Zaragoza ahora mismo. La Romareda acogía una cita esencial para los maños, que no pasaron del 0-0 en el marcador dejando unas sensaciones muy preocupantes. No mereció más que su rival, la Ponferradina, que marca los puestos de descenso. Los blanquillos se mantienen a cuatro del abismo y confirman que este año solo se puede pelear por la permanencia.

Presentaba Fran Escribá un once previsible en virtud de lesiones y sanciones. Cristian guardaría la meta; con línea de cuatro compuesta por Larra, Francés, Lluís López y Gabi Fuentes. Zapater y Francho se colocaban en el doble pivote, mientras que las bandas eran para Bermejo – regresando a la titularidad tras su lesión – y Mollejo. Arriba, la dupla más deseada por el zaragocismo: Azón y Giuliano. Dani Ojeda, Agus Medina o Naranjo eran los hombres más peligrosos de la Ponferradina.

Apenas habían transcurrido tres minutos cuando Bermejo se inventó una genialidad para plantarse solo ante Amir, aunque algo escorado, y su disparo se fue al lateral de la red. Sirvió, eso sí, para levantar a una Romareda que sufría el frío clásico del invierno en pleno enero. Cogía confianza el Real Zaragoza, que se animaba en La Romareda, y esta aprovechaba para abroncar a un colegiado algo permisivo con la Ponferradina. Turno para Azón en el 8, que se atrevía incluso a driblar para meterse en el área y fallar en el pase de la muerte.

Más allá de un disparo al quinto anfiteatro de Nwakali, nada de peligro para una zaga zaragocista que se iba asomando al campo rival tanteando a la Ponferradina. Así lo entendieron Larra, con un centro al corazón del área, y Giuliano, que no atinó para llevar a la grada la primera celebración de la noche en casa. Primeros 20 minutos de juego en el Municipal y Larra era amonestado por cortar una contra. Retomaba Azón donde lo había dejado, peleando un cuero, disparando y haciendo a Amir intervenir para evitar el tanto.

Malas noticias para el Real Zaragoza a la media hora de juego. Iván Azón sufría una lesión y salía del campo con muy mala cara, justo cuando el equipo más lo necesitaba. Puche ocuparía su sitio cayendo a banda, siendo Mollejo el que se ubicaría en punta. Por cierto, ni rastro de Gueye, teórico fichaje estrella sinérgicamente avalado. La lesión del 9 hacía mella en La Romareda, que tenía que asimilar el golpe. De hecho, poco más hasta un descanso que debía servir para hacer reajustes.

SEGUNDA PARTE SOPORÍFERA

Comienzo sin cambios en los dos equipos. Y tras una mala dejada atrás, Simeone se llevaba un balón peligrosísimo, pero al darle muy fuerte, se le iba por línea de fondo. Hasta el 58 solo hubo acercamientos visitantes, pero aquí llego Mollejo para hacer escuchar el “ui” tras un remate que envió fuera. Los nervios empezaron a cundir, especialmente cuando la Ponferradina estuvo a punto de celebrar el primer gol tras un centro que se envenenó. A todo esto, Luna y Gueye (ahora sí) entraban en el terreno de juego por Larra y Mollejo.

Entre el palo y Amir birlaron un tanto a Bermejo ya en el 80, cuando las cosas empezaban a ponerse más cuesta arriba. Manu Molina por Francho era el último cambio de Fran Escribá, que buscaba a la desesperada una victoria vital. Incluso pudo ser al revés, porque Cristian volvió a brillar para mandar al larguero un remate a bocajarro. Y Gueye demostró que no vale para jugar a fútbol profesional una vez más.

De ahí al final, el equipo lo intentó, pero el Real Zaragoza es un quiero y no puedo. No hay chicha, no hay argumentos para ganar en casa a la Ponferradina. El cuadro de Fran Escribá solo da para pelear por una permanencia que no va a ser fácil de lograr. Y más, cuando Iván Azón vuelve a caer lesionado y apenas faltan 24 horas de mercado en una plantilla con todas las fichas cubiertas. No puede ganar el equipo maño y el descenso está a solo cuatro puntos.

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