Zapater: "He llorado estos días, pero habéis logrado que sonría. Estoy feliz y en paz"

Zapater manteado en el centro del campo
photo_camera Zapater fue manteado por sus compañeros. Foto: Laura Trives

Adiós con el corazón, que con el alma no puedo. El queridísimo Alberto Zapater así lo ha dicho. Emocionado, llorando a lágrima viva, el eterno capitán ha dicho adiós. Y el zaragocismo ha continuado la famosísima canción. Al despedirme de ti, de pena yo me muero. Con una unión con la afición vista últimamente sólo en momentos de ascenso a Primera División, se ha entonado el himno y se ha cantado ese “Zapater, te quiero” muestra lo que es el capitán.

Todos en pie, bufanda al viento, y el himno del Real Zaragoza a pleno pulmón. De ahí, al glorioso cántico. Espontáneamente, nacido del corazón de la afición, arrancaba el homenaje al capitán del conjunto maño al finalizar el choque. Los futbolistas, tras agradecer a la afición el apoyo incondicional tras la conclusión de la temporada, se disponían a realizarle pasillo al ejeano. Titulares, suplentes, cuerpo técnico. Todos querían estar ahí.

Antes de su salida de los vestuarios, comenzaban los preparativos. Una camiseta gigante con el número 21 a la espalda situada en el centro del campo. Otra, a su lado, por la parte de delante. En el medio la Supercopa de España que levantó junto a sus compañeros en agosto de 2004 y que, a la postre, ha sido el último trofeo conseguido por el Real Zaragoza en su laureada historia. Ya ha llovido desde entonces y el jovencísimo por entonces futbolista empezaba a escribir su leyenda. En la espera, la grada lanzaba su atronador “Volveremos a Primera, volveremos otra vez”.

El speaker tomaba el mando: “Entra en el terreno de juego, con el número 21, nuestro capitán” y la grada lo cogía al vuelo: “Alberto Zapater”. Ahí estaba el héroe. Acompañado por sus hijos de la mano, y por su mujer, María, era recibido en el centro del campo por el presidente del Real Zaragoza, Jorge Mas, y por el director general, Raúl Sanllehí.

La insignia de oro y brillantes en el pecho para Zapater, justo premio y más que merecido a su trayectoria, con 422 partidos a sus espaldas. Cifra con la que es capaz de sentarse a la mesa de José Luis Violeta o Xavi Aguado en el podio. No era el único obsequio. Cristian, Ratón y Jair, capitanes junto a él, le hacían entrega de una camiseta conmemorativa, enmarcada, firmada por toda la plantilla zaragocista.

Tras ellos, el que apostó por él: Víctor Muñoz. Canterano, entrenador, zaragocista. El que fuera también internacional por España se fundía con Zapa en un emotivo abrazo. Le hacía entrega del brazalete nuevo de capitán, cuatribarrada en diagonal y colores blanquiazules, enmarcado. También el ejeano lo enseñaba a la grada, de donde no se movía ni un alma. Y flores.

ZAPATER TOMA EL MICRÓFONO

Era su momento. Zapater cogía el micrófono y se dirigía a la grada, visiblemente emocionado. “He llorado estos días, pero habéis conseguido que sonría, estoy feliz, en paz”, comenzaba, añadiendo: “Me habéis hecho sentirme querido”. También le hablaba a su hijo diciéndole claramente que “lo que se vive aquí no se vive en otros equipos, puede parecer que esto lo hacen por papá, pero esto es el Real Zaragoza y esto es La Romareda”.

Foto de familia de Zapater con todos los presentes. Foto: Laura Trives

Zapater se acordaba de su padre y de cómo le llevaba a La Romareda junto a su hermano. Zapater se ponía a cantar el himno del Real Zaragoza junto a toda la hinchada. Y Zapater es espontáneo: “Vi que el partido salía el viernes y dije, joder, un día menos de ser zaragocista”.

Colofón perfecto para una fiesta con fuegos artificiales, con manteo para el 21, con foto de familia final. Y de nuevo, aunque se repita hasta la saciedad, con un cántico unánime: “Zapater, te quiero”.

Aunque faltaba sorpresa final. Megáfono en mano, y en "Gol de Pie", se animaba incluso a arrancarse el "Moverse, maños, moverse". Qué fiesta. Qué momentos. Y qué leyenda.

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