Zaragoza está llena de efemérides y de historias heroicas. Es lo que tiene una ciudad con más de 2.000 años de historia. Y aunque quizá el fútbol es una cuestión menor al lado del Pilar y todo lo que conlleva, de las gestas de Alfonso I o del General Palafox, no deja de ser parte de la historia aragonesa. Es momento de felicitar al Campo de Fútbol de Torrero, fundado hace 100 años y semilla de un club tan inmenso como es el Real Zaragoza. Así lo conmemora la exposición organizada por la Peña Zaragocista La Convivencia en el Centro Cívico del barrio, justo en lo que un día fue el campo de los zaragozanos.
Aquel 7 de octubre de 1923, Zaragoza se encontraba en un marco de tranquilidad social. Comenzaba el inicio de una nueva era que había sido posible gracias al empeño de muchos, pero donde se puede destacar al portero del Iberia Luis Gayarre, al presidente José María, hermano de este, y a Antonio Sánchez Candil, Alejandro Iniesta, Modesto Sánchez, Muniesa o Luis Ferrer. Junto a ellos, un grupo de simpatizantes iberistas se lanzaron en busca de un terreno que encajara para la construcción del campo.

Y fue en Torrero, como bien se explica en la exposición, donde encontraron “un escarpado monte de olivos a un precio asequible”. Concretamente de 10 céntimos por metro cuadrado. Ese terreno tenía historia detrás, porque fue donde los franceses instalaron sus baterías para bombardear la ciudad en 1808. Se pusieron manos a la obra en 1922 con la creación de la correspondiente sociedad y todo fue sobre ruedas. El monte de olivos da paso a los vestuarios y a la tribuna de madera para que, en 1923, Osasuna inaugure el campo frente al Iberia. El cuadro navarro se llevó el triunfo por 1-4.

A partir de entonces, las mejoras fueron sustanciales, llamando la atención el césped, con un sistema de drenaje admirado en toda España. Explosionar las costras de carbonato cálcico y llegar a la grava fue clave, según se aprecia en la exposición. Torrero vio cómo su campo se convertía en la sede de gestas como el ascenso a Primera de Los Alifantes en 1936 ya con el Real Zaragoza tras la unión del Iberia y el Zaragoza. En Torrero creció tanto el fútbol aragonés que fue necesaria la construcción de La Romareda, nueva protagonista del Real Zaragoza a partir de 1957. Quedó demolido definitivamente en 1990.
HISTORIAS DE TODO TIPO
Como se puede observar en la exposición, el corazón de Torrero guarda historias de todo tipo. Algunas tristes, como la muerte de un aficionado el 11 de septiembre de 1949. Tras unas lluvias torrenciales se cayó un muro que provocó el fallecimiento de una persona y varios heridos graves. El partido se suspendió. Como contrapunto, aparece una imagen de 1966 con decenas de reclinatorios y pequeños de rodillas. Allí, en el campo, cerca de 600 niños acudían con un fin más elevado: recibir la Primera Comunión.

El Iberia, además, construyó una piscina para socios. Precisamente este martes, un par de jubiladas, Maite y Tere, han acudido a recordar viejos tiempos con la exposición. La primera, natural de toda la vida del barrio, contaba sus recuerdos en la piscina del campo de Torrero. “Teníamos un trampolín que, para entonces, era impresionante. Íbamos siempre a la piscina, pero el agua se notaba que era del canal, y muchas veces estaba sucia”, ha rememorado. Así es, porque el agua venía desde allí directamente y era lo que nutría al vaso de la piscina.

Pero no solo era campo de fútbol y piscina lo que había en Torrero. Los ciclistas del club pidieron un lugar para sus carreras y construir así un nuevo velódromo, aunque más lejos de la zona del campo. Así se hizo. Hubo muchos aficionados que también colaboraron, porque la inversión apenas fue de 25.000 pesetas. Finalmente pudo inaugurarse en 1928 y organizó cerca de 40 carreras en apenas dos años.
BOCATA, MANTA Y AL FÚTBOL
Además de los recuerdos de la piscina quedan, por supuesto, los de los partidos del Zaragoza. “Tengo la imagen de ir a Torrero con una manta y el bocata, depende de la hora que fuera, para los partidos. Mi padre era el que me llevaba al fútbol, pero no era como ahora. Los jugadores eran amigos de la gente, eran uno más. Tenían también sus oficios, sus trabajos, y vivían como cualquier familia de la ciudad”, relata Tere.
Otra aficionada más – en la mañana de este miércoles había más implicación femenina en la exposición – ponía en duda si este campo estaría mejor o peor que La Romareda en 2023. Eso sí, asomaba su interés oculto en esa duda. “Ya podríamos tener aquí en el barrio el estadio. ¿Te imaginas lo que sería para los que viven por aquí poder ver al Real Zaragoza en Torrero?”, preguntaba Laura, joven estudiante que no ha dudado en unirse a la conversación entre Maite y Tere.

El Campo de Torrero pasó por diferentes fases perfectamente representadas en el Centro Cívico. Desde esos comienzos con apenas 8.000 espectadores en tribunas de madera hasta los 15.000 con los que terminó tras las reformas. Zaragoza necesitó un campo de primer nivel y La Romareda fue el resultado. El aforo fue muy superior a los 33.608 actuales por ocupar las plazas de pie en la práctica totalidad del estadio.
EL FIN DEL CAMPO DE TORRERO
En 1990 desapareció definitivamente el Campo de Torrero. Fue “una faena”, define Maite. “Fue dejándose de usar, porque hubo un tiempo en que el Real Zaragoza venía a entrenar al barrio y los chavales disfrutaban. También veíamos a los más chicos jugar por aquí (el filial). Poco a poco se fue olvidando; normal, pero dio mucha pena. Primero quitaron la piscina y, después, se tiró definitivamente el campo”.
Así terminó el fútbol de primer nivel en Torrero. Pero ese espacio no se perdió, y aunque ahora lo ocupe el Centro Cívico del barrio, merece la pena acudir. En ese mismo espacio donde se vio ascender por primera vez al Real Zaragoza, puede echarse con mucho gusto la vista atrás para palpar los recuerdos que marcaron una época.
