Gabinete de crisis en el Real Zaragoza, que este sábado ha vivido cómo se agravaba su situación liguera. Lo ha hecho además en el escenario más complicado posible con un 0-2 ante la Sociedad Deportiva Huesca y sobre todo ante su afición, con la que no ha estado ni mucho menos a la altura. Ahora la pregunta es “¿Hasta cuándo Escribá?”. Su respuesta: “Quiero pensar que estaré en Albacete, pero no lo sé”.
Porque nada más acabar el choque ha existido una reunión entre el propio Escribá, el director general, Raúl Sanllehí, y el director deportivo, Juan Carlos Cordero. A pesar de no querer desvelar nada, el técnico sí ha explicado que los tres han sido “muy francos” y que ahora es momento de que ellos dos “piensen lo que es mejor para el club”. “Yo deseo continuar”, ha incidido, pero “después de la decisión que tomen, en cualquier caso, les daré un abrazo a los dos y que lo que hagan sea por el bien del Real Zaragoza”.
Un Escribá que ha escuchado hoy, por primera vez, gritos de “dimisión” no sólo desde la grada sino también por parte de los aficionados que aguardaban la salida de los futbolistas de La Romareda al terminar el encuentro. “Es normal que griten en mi contra”, ha admitido, explicando que no ha salido del banquillo en la segunda mitad “para proteger al grupo, pensando que la gente se centraría en el equipo”, en referencia a tratar de no desviar los ánimos de la afición, a la que ha vuelto a alabar por su comportamiento y actitud.
Regresando a su futuro, sí ha confirmado que si pensara que su continuidad es mala para el equipo “lo diría el primero”, añadiendo que puede haber pasado “de ser muy bueno a muy malo, pero sin perder la honestidad”. En este sentido, ha lamentado que “cualquier análisis no se sostiene por los malos resultados, pero otra cosa es aferrarse por aferrarse a un cargo”.
Las próximas horas parecen fundamentales para la decisión que tengan que tomar tanto Sanllehí como Cordero respecto al futuro de un entrenador en el que, visto lo visto, ya pocos confían para darle la vuelta a la situación.