Borja Gascón tiene la firme convicción de que el futuro y el presente pasa por reciclar

Allá por el año 1936, Charles Chaplin se afanaba por ajustarse con éxito al frenético ritmo industrial y a la mecanizada producción en serie de sus “Tiempos modernos”. Casi un siglo después, lejos queda ese modelo productivo para Kiko Jimeno y Borja Gascón, pues si algo caracteriza a las bicicletas que fabrican es su exclusividad.

Un trabajo artesanal que convierte en irrepetibles a las 17 “Bicicletas Palmira” que ya han salido a las calles -14 se quedaron en Zaragoza y las otras tres en Santander, Madrid y el Pirineo francés-. Unas bicis que si pudieran hablar, seguro contarían muchas historias pues su vida comenzó bastante tiempo atrás.

“La idea principal de la marca es dar una segunda vida a bicicletas abandonadas en lugar de fabricar, fabricar, fabricar. Teniendo en cuenta además que las bicicletas de antes tienen mucha más enjundia, mucha más alma que las de ahora.”, explica uno de sus fundadores, Borja Gascón.

Estos jóvenes aragoneses huyen así de esa filosofía moderna del usar y tirar pues aseguran que tienen “la firme convicción de que el futuro y el presente pasa por reciclar y reutilizar, antes que fabricar más de lo mismo”.

Un trabajo artesanal que convierte en irrepetibles a las 17 Palmiras que ya han salido a las calles

Otro de los valores añadidos de estas bicicletas es su compromiso social. Desde que crearon la marca hace un año, donan el 25% de sus beneficios a la Asociación de Familiares y Enfermos de Alzheimer de Zaragoza (Afedaz). Un compromiso social que llena de sentido su negocio ya que les permite aunar su empresa con una causa en la que creen. “Cuando empezamos a crear la marca, la tía de Kiko, de mi socio, acababa de morir por Alzheimer después de cuatro años de enfermedad. Así que estábamos sensibilizados. Además, esta asociación (Afedaz) nos permitía esa analogía con las bicicletas viejas, olvidadas. Palmira es de hecho el nombre de mi abuela, algo tiene que ver también con la vejez”.

Kiko y Borja recogen bicicletas que a la gente le sobran, esas que uno tiene en el garaje, en los trasteros del pueblo cogiendo polvo y óxido. Rotas e inservibles. Así pues, la gente se las regala. Ellos, por su parte, solo recogen bicicletas de los años 60, 70 y 80 asegurándose así de crear un producto con una estética clásica. De lo que la gente les entrega, solo aprovecharán los cuadros ya que el resto del material será completamente nuevo.

Un proceso bastante artesano y lento que pasa desde el desmontaje de la antigua, al montaje final. “Hay veces que te pones a montar una Palmira y que dices “dónde me he metido” porque es bastante trabajoso, pero bueno, luego la ves montada y es mucha la satisfacción”, señala Gascón.

Una asociación contra el olvido

Borja y Kiko no tardaron mucho en darse cuenta de que había una asociación en la ciudad que, al igual que ellos, luchaba contra el olvido. Además de los motivos personales que los unían a esta enfermedad, el hecho de que Afedaz fuera una de las más grandes de Zaragoza los acabó por convencer de que la colaboración podía tener mucho futuro.

Afedaz, creada en 1992, cuenta con más de 55 trabajadores en plantilla y ha atendido a más de 6.000 familias a lo largo de su historia. De esta manera y, aunque empezó como una asociación muy pequeña, hoy se ha convertido en un centro de atención integral profesionalizado y capacitado para llegar no solo a los pacientes en todas sus fases de enfermedad sino también a sus familiares.

Raquel Girón, una de las trabajadoras sociales de Afedaz, asegura que, aunque no es fácil determinar con precisión cuántas personas padecen algún tipo de demencia, los datos nacionales muestran cómo entre el 5 y el 15% de la población española mayor de 65 años la sufre.

Hace cuatro años estos jóvenes aragoneses se lanzaron a la aventura de emprender su propio negocio

Por su parte, al 75% de los pacientes de Afedaz se les ha detectado Alzheimer y al resto algún otro tipo de demencia. Una enfermedad cuyas cifras parecen haber aumentado mucho en los últimos años. “No sabemos hasta qué punto se trata de una enfermedad en aumento o resulta que ahora las familias se movilizan antes y hay más herramientas para diagnosticar”, asegura la trabajadora social. “Lo que sí está claro es que cuanto antes se detecte la enfermedad, antes se pueden proporcionar estímulos al paciente para ralentizar el proceso”, añade.

La colaboración con “Bicicletas Palmira” comenzó a principios de este año y son unos fondos que van destinados principalmente al centro del día. Una colaboración que, desde el primer momento, emocionó a esta asociación por la calidad humana del proyecto y que ha logrado crear sinergias muy positivas entre ambos.

En cuanto al futuro de Afedaz está claramente orientado en “seguir trabajando con las familias para que esta enfermedad se visibilice cada día más así como luchar para que se destinen más dotaciones a la investigación, ya que es, al fin y al cabo, la garantiza que todo esto se mueva y se pueda dar una mejor atención a las familias”, indica Girón.

Una enfermedad que, como comúnmente suele ocurrir, sigue siendo de alguna manera un tabú social. ”Se tiende a ocultar durante un tiempo a la sociedad y se queda en la familia. A veces, incluso, se oculta a los hijos para no preocupar o molestar. Y aunque está cambiando, sí que existe un poco esa tendencia de ocultar, creyendo, tal vez, que si no se le hace caso, no existe. Queda mucho por hacer”, concluye Raquel Girón.

Emprender en Zaragoza

Kiko y Borja se declaran enamorados de su trabajo. “Lo hemos escogido y lo hemos creado nosotros. Somos además usuarios de bicicletas tanto urbanos como deportivos”.

De lo que la gente les entrega, solo aprovecharán los cuadros ya que el resto del material será completamente nuevo

Hace cuatro años estos jóvenes aragoneses se lanzaron a la aventura de emprender su propio negocio. Así crearon Ciclofactoría, un taller de bicicletas situado en la Calle Barbasán, 10, donde a día de hoy continúan trabajando y del que, hace tan solo un año, nació la marca “Palmira” con la que han conseguido darle otra vuelta de tuerca a la difícil tarea de emprender para la que siempre es necesaria una imaginación desbordante.

Gascón lo resume como “gratificante si haces algo que te encanta pero duro. Siempre duro ya que empezar es difícil”. “Tenemos la suerte de ser de aquí y gracias a nuestros conocidos y a la buena respuesta del barrio hemos podido hacerlo porque para emprender hay que saber de mucho o rodearse de gente que sepa”, concluye.

Una familia que crece

El panorama ciclista de la ciudad ha cambiado notoriamente en los últimos años. Así también lo recuerdan dos de sus usuarios más veteranos. “Desde que Kiko y yo empezamos a montar en bici por la ciudad hace 16 años, todo ha cambiado un montón. Antes no había carril bici y entre los coches era un peligro circular. Hoy en día se ha tratado de cuidar para que el número de ciclistas urbanos en la ciudad vaya en aumento”.

Mientras tanto, los fundadores de Ciclofactoría continúan trabajando y observando muy de cerca este movimiento ciclista que no cesa de crecer y que ellos llaman “futuro”. Aunque quizá más que nadie conozcan que todavía queda mucho por hacer para armonizar la convivencia de dos colectivos históricamente encontrados: los que prefieren el coche para desplazarse y las bicis les suponen una molestia en la calzada y los que eligen la bicicleta o el patinete para desplazarse por la ciudad.

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