Cielos de Ascara: Un proyecto que siembra vida

Tras la exitosa experiencia de Gardeniers, Atades puso en marcha “Cielos de Ascara”
photo_camera Tras la exitosa experiencia de Gardeniers, Atades puso en marcha “Cielos de Ascara”

Ascara es una pequeña localidad oscense de la Jacetania más occidental, encajada en los vestíbulos de las añejas cordilleras pirenaicas. Un pueblo que -apenas sin superar el medio centenar de habitantes- irradia un insoslayable espíritu de solidaridad, arropando desde que diera sus primeros pasos uno de los proyectos más humanos de la inigualable asociación Atades: Cielos de Ascara.

La iniciativa surgió en 2016 a partir del legado solidario que dejó a la Asociación como herencia una familia de la zona opulenta en tierras. Dicha familia cedió, en concreto, un conjunto de edificaciones en el núcleo urbano, además de varias superficies agrícolas, computando cerca de 200 hectáreas de monte bajo, unas 80 de secano y otras tantas de huertas de regadío. Fue entonces, y tras la exitosa experiencia de la iniciativa ecológica de Gardeniers, cuando Atades decidió germinar “Cielos de Ascara”.

Cielos de Ascara impulsa el patrimonio agrícola autóctono mediante la recuperación de variedades en riesgo de extinción

Un proyecto para dejar huella

Su coordinador, Lucas Marcén, lo tiene claro. Cielos de Ascara va más allá de un mero proyecto de responsabilidad socio-sostenible. Cielos de Ascara marca una insondable diferencia por haber conseguido -en numerosos sentidos- “dar vida”. Ennobleciendo todavía más si cabe su labor, la iniciativa ha terminado por convertirse en auténtica válvula de desarrollo, de vertebración del territorio, y de recuperación del patrimonio natural, cultural y humano.

Cielos de Ascara se asienta sobre varios pilares. Ente ellos, un proyecto agroecológico que trata de impulsar el patrimonio agrícola autóctono, centrado, recalca Marcén, en “la recuperación de variedades locales en riesgo de extinción”, al mismo tiempo en que genera oportunidades de empleo para personas con discapacidad. Ellas y ellos son los verdaderos paladines; quienes hacen posible el Legado de Ascara.

“El pasado año pusimos en marcha las primeras plantaciones, recuperando y multiplicando semillas de una variedad local de boliche, de judía seca”, cuenta Marcén. Además, trabajan las legumbres de montaña (garbanzos y lentejas autóctonas), la plantación de encimas micronizadas de trufa, o los cereales como el centeno y el trigo sarraceno. También lo hacen con la miel ecológica, o las frutas de montaña.

Las conservas “Legado de Ascara” están producidas -bajo el criterio homologado de calidad ecológica- en el Obrador de Conservas ecológicas Gardeniers de la propia Asociación de Atades. Cuentan ya incluso con proyectos piloto de avicultura. Pero Cielos de Ascara abarca mucho más. Los proyectos de ámbito socio-laboral vinculados (por ejemplo, talleres de empelo de apicultura), tienen un claro objetivo: la inserción efectiva de los trabajadores de Cielos de Ascara en la empresa ordinaria. Este año, además, “decidimos trabajar ampliado el rango de personas que cuentan con dificultades de inserción más diversas, o con colectivos de parados de larga duración”, revela Marcén.

En dos años, diez personas han conseguido empleo en una empresa ordinaria

Forjando un nuevo porvenir

Tal ha sido el impacto social y medioambiental que, apunta Marcén, se apostó por crear “un centro especial de empleo en una zona rural como la de la comarca de la Jacetania”. Fue en 2017 cuando se incorporaron los primeros indefinidos y -en solo dos años- “hemos pasado de ser tres (en puestos de coordinador, trabajadora social y encargado de campo) a 18”. Cifras que alientan todavía más la esperanza, por custodiar un alto índice de inserción.

“En este tiempo, 10 personas han conseguido empleo en una empresa ordinaria”, contabiliza Marcén. Empresas ordinarias, además, de todos los sectores: Desde la construcción, a la limpieza, la jardinería, la restauración, el ámbito administrativo o de trabajo social. Empresas circunscritas a unos pocos kilómetros, pues todas ellas se encuentran dentro de las demarcaciones geográficas de la Jacetania y el Alto Gállego.

Y es justo ahí, entre los valles del Aragón y el Estarrún, entre los picos pirenaicos de Bisaurín, Collarada, monte Cuculo y Peña Oroel, bajo los cielos ascarenses, donde brota poco a poco un nuevo paradigma social. Un paradigma en el que cada persona planta una extraordinaria semilla destinada al cambio: Ser el origen de una sociedad más igualitaria, inclusiva y justa.