La poda aragonesa mecaniza el sistema y reduce a segundos el tiempo de trabajo en cada árbol

En pleno corazón del Bajo Aragón, a orillas del río Ebro, se encuentra la localidad zaragozana de Caspe. Un territorio árido y de contrastes, donde la agricultura se ha mantenido desde hace décadas como una de las grandes protagonistas. Un elemento que utiliza ahora una empresa local, el Vivero de Abel, para proyectar el nombre de la Comunidad al mundo a través de una de sus señas de identidad, el almendro, y su “poda aragonesa”.

La poda aragonesa, o poda 4.0, es una novedosa técnica para tratar a los almendros con la que esta empresa bajoaragonesa une la tradición con la investigación e innovación. En un sistema 100% registrado por el Vivero de Abel, esta poda consiste en aumentar al máximo el número de “despuntes”, o cortes de ramas, para multiplicar así la cantidad de brotes en el árbol.

El nuevo sistema se está aplicando ya en plantaciones de todo el mundo

“De cada rama que se corta brotan tres nuevas”, asegura Roberto Poblador, del Vivero de Abel, quien también explica que su técnica se basa en “cortar muchas veces y a determinadas épocas del año para conseguir que la ramificación del almendro se multiplique exponencialmente”.

A pesar de la sencillez de la técnica, la poda aragonesa dista mucho de la antigua, puesta en práctica desde el año 1973, en la que se dejaban tres ramas principales, las “ramas madre”, sobre las que se construía el árbol. La poda aragonesa trabaja completamente al contrario, no hay tres ramas principales, sino que se deja crecer al árbol libremente para aprovechar todas las ramas que pueda producir.

Este revolucionario estilo se creó hace ya dos décadas, en esta zona del Bajo Aragón donde el viento causaba importantes daños en los árboles. “Se hacían cabezones, con unos troncos demasiado finos para las tres ramas principales que acababan partiéndose por la mitad”, explica Roberto Poblador.

Así, se comenzó a gestar una solución para cambiar la forma característica de este tipo de cultivo. Fue entonces cuando se descubrió que las podas frecuentes aumentaban la densidad de la copa, cerraban el árbol al paso del viento y hacían que creciera más lento y robusto. Además, al aumentar el número de ramas, también lo hacía la producción de flores, y por tanto, la cantidad de almendras.

El Vivero de Abel colaboró hace unas semanas con el CITA en la II Jornada Técnica del Almendro en Caspe

¿Cuánto? Cerca del triple. “Pasas de 1.000 kilos de pepita con la poda antigua a 2.600, 2.800 kilos con la aragonesa”, defiende Poblador. Pero el aumento de la producción y su forma más compacta para evitar daños con el viento no es la única ventaja que ofrece la poda aragonesa.

El tiempo de trabajo para podar cada árbol también se reduce drásticamente, con un proceso completamente mecanizado en muchas fases que pasa de los cinco o seis minutos por árbol a tan solo 20 segundos de media. Solo en las primeras fases, en las que se da forma al árbol para después poder podarse con maquinaria, se requiere un tiempo ligeramente superior.

De Aragón al mundo

Tras dos décadas de perfeccionamiento hasta dar con el sistema más óptimo, la poda aragonesa ha comenzado una imparable expansión internacional que ha situado en el mapa mundial a Aragón, Caspe y a la almendra de la Comunidad.

En la actualidad, este sistema se ha exportado a vastas producciones de países como Marruecos, Portugal, Estados Unidos o Azerbaiyán. Para ayudar a comprender el alcance que ha conseguido la poda aragonesa, Roberto Poblador explica que el sur de Portugal ha puesto en marcha en torno a 7.000 nuevas hectáreas de regadío de almendros recientemente, de las que “más de 4.000” se han instalado siguiendo la técnica de la poda aragonesa.

La aplicación de esta poda en otros cultivos como el pistacho es el siguiente paso

Un éxito que ha atraído la atención de diversos colectivos e instituciones aragonesas, como el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA), con quien el Vivero de Abel colaboró para organizar hace unas semanas la segunda Jornada Técnica del Almendro. En la iniciativa, celebrada en Caspe, se dieron cita más de 550 profesionales del sector procedentes de todo el mundo.

Un campo de experimentación inmejorable

El clima seco y árido del Bajo Aragón hace de Caspe un escenario inmejorable para experimentar y seguir trabajando en nuevas técnicas que mejoren la producción de casi cualquier fruto seco. Tras haber perfeccionado el almendro, el Vivero de Abel ha puesto la atención en conseguir trasladar esta técnica a otros cultivos.

Es el caso del pistacho, uno de los cultivos más complejos y que más atención y tiempo necesita hasta poder ser productivo, pero también uno de los más rentables. Con 20 variedades diferentes de esta planta y más de 4.000 ejemplares en sus campos de prueba, el Vivero de Abel trabaja cada día para lograr minimizar las dificultades a las que los agricultores deben hacer frente en su producción.

Una de ellas es que el pistacho necesita árboles machos y hembras en una misma plantación para poder producir frutos, que deben estar colocados a una determinada distancia. Además, su crecimiento no es constante, sino que se divide en fases separadas entre sí en las que cortar cualquier rama podría ser perjudicial, lo que obliga a cambiar algunos aspectos de la poda aragonesa en esta planta.

Si falla algún aspecto de la poda, la polinización de las flores o el crecimiento de los frutos, puede suponer consecuencias nefastas para el producto final. Cascaras vacías, pistachos sin reventar o pepitas incompletas suponen un elevado porcentaje de la cosecha de este tipo de fruto seco, lo que conlleva pérdidas de dinero, recursos y trabajo.

Por tanto, ahora la investigación se centra en cómo optimizar la polinización de las plantas, combinando especies diferentes de plantas macho y hembra según las condiciones de la zona en la que se vaya a establecer la plantación. Un trabajo que según el propio Poblador ya está comenzando a dar sus frutos, consiguiendo reducir de seis a cuatro años el tiempo de crecimiento del árbol hasta producir la primera cosecha.

“La gente conoce del pistacho que es un fruto seco caro. Es un fruto seco caro, pero también un planta cara”, justifica Poblador, con un precio que puede llegar a triplicar el de otras plantas como el almendro. Por ello, cualquier mejora en la producción, que garantice una mejor cosecha, o que incluso la adelantes, es muy bien valorada por sus agricultores.

Avellanos americanos para transformar la producción

También la avellana ocupa un puesto de importancia para completar este “campo de pruebas” bajoaragonés. Un cultivo dificultoso por la condición de arbusto que tiene el avellano, que impide su mecanización. Sin embargo, mediante injertos con una especie americana, esta empresa caspolina ha logrado una planta mucho más similar a un árbol, simplificando sus cuidados y su cosecha.

“Es una revolución”, concluye Poblador, quien recuerda que hasta ahora la recolección de las avellanas debía llevarse a cabo con barredoras una vez el fruto había caído al suelo por sí mismo, mientras que con este nuevo árbol se logra introducir la maquinaria para su recogida en el propio árbol.

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