De unos años a esta parte, la sonatina del cambio climático tiende a aguijonear la conciencia social cuando se realiza la compra, cuando se toma el coche de manera innecesaria o cuando no se recicla. Una batalla que implica a todos los países del mundo y a todas las clases sociales porque así como el hambre y, tal y como decía Martín Caparrós “sabe dónde, cómo actuar, es un agente fiable; el cambio climático es torpe, ciego, algo más democrático”.
El aumento incontrolado de las temperaturas o unos plásticos que están invadiendo los océanos y los mares son el leitmotiv de un problema que no parece mejorar y del que todos somos responsables.
Entre una de las muchas labores que realiza la Fundación aragonesa de Ecología y Desarrollo, Ecodes, está precisamente el cambio climático, que se afronta, con enfoque social, desde la concienciación ciudadana y de empresas, hasta la compensación de emisiones o el no desperdicio de alimentos.
De hecho, uno de los proyectos en los que esta fundación participa activamente es la Comunidad por el Clima, un grupo de personas anónimas, empresas, organizaciones o entidades, abierto a toda la ciudadanía.
Un espacio donde se dan claves para reducir la contaminación o la huella de carbono y climática y que sirve de altavoz para personas que, de manera individual o colectiva, realizan acciones medioambientales.
Zaragoza y el cambio climático
El responsable de Marketing de Ecodes, Ignacio Lacambra, asegura que en general, Aragón y España están bastante avanzados en materia de reciclaje pero que la manera de consumir determina la contaminación y el número de emisiones.
Según Lacambra, en los últimos años en Zaragoza y, gracias en parte al aumento de carriles bici, la gente se mueve mejor y hay una mayor concienciación. “Vamos por el buen camino pero no es suficiente si queremos llegar a los objetivos del Acuerdo de París”, añade.

El Acuerdo de París (COP21), celebrado en 2015, fue el primer pacto vinculante mundial sobre el clima firmado por 195 países y del que posteriormente EEUU se desvinculó. Este tratado comprometía a los estados, con ayuda de las empresas y la sociedad civil, a no llegar al aumento de dos grados de temperatura.
Sin embargo, el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) asegura que no se está haciendo lo suficiente y que la temperatura podría aumentar hasta los tres y cuatro grados.
Datos alarmantes
Y es que los datos no son nada halagüeños. Desde 2018, la temperatura media es ya más de un grado superior a la de la Revolución Industrial, lo que ha originado, entre otras, la fusión de los glaciares o el aumento de 19 cm2 del nivel del mar.
La desaparición vertiginosa de los glaciares o el aumento del verano en cinco semanas son evidencias claras de que la Tierra se calienta. Según un informe de Greenpeace, “la velocidad a la que esto ocurre respalda los hallazgos de que la Tierra está entrando un periodo de cambio climático sin precedentes en los últimos 10.000 años”.
También se ha demostrado que la mitad de las emisiones de CO2 desde 1750 han ocurrido en los últimos 40 años y que hemos llegado a los niveles máximos de ozono y metano en la atmósfera. Unos datos que confirman la emergencia climática.
Sin embargo, tal y como afirma el representante de Marketing de Ecodes, “es muy difícil concienciar a la gente. Estamos diciendo que si viajas en avión estás contribuyendo al cambio climático, que si usas muchos plásticos estás contaminando los océanos. Que no uses tanto el coche y te compres uno eléctrico pero, claro, no tengo dinero, entonces ve en bici pero no hay carril bici. A veces abruma un poco. Y a veces una persona como individuo se siente muy pequeño ante un problema planetario”.
Cinco medias que contribuyen a reducir la huella ambiental
No obstante, siempre existen medidas con las que se puede contribuir desde cada hogar. Por eso, una de las labores de la Comunidad por el Clima y también de Ecodes es recordar algunas de las acciones que ayudan a reducir notablemente las emisiones.
La primera es contratar compañías de luz con energías renovables. Existen empresas que, de manera certificada, demuestran que su energía es 100% renovable. Una electricidad neutra en carbón.
También la reducción de desperdicios de alimentos. El 8% de los gases de efecto invernadero son producidos por el desperdicio alimentario y el 80% del desperdicio viene de los hogares. “La comida que tiras a la basura es un producto que ha necesitado emisiones para producirla, transportara y una vez en la basura, se vuelven a generar emisiones para gestionar ese residuo”, asegura Lacambra.

Reducir los viajes en avión debido a su alto factor de emisiones sería la tercera de las acciones para mitigar las emisiones. Un viaje de Canarias a Madrid ida y vuelta para una familia de cuatro emite alrededor de dos o tres toneladas de CO2 en la atmósfera.
Otra de las medidas es ser eficientes en casa. De esta manera, buenas medidas serían no encender la calefacción si está la ventana abierta o comprar productos de cercanía, ya que la huella de carbón no es igual al consumir un tomate producido a 50 kilómetros que a 800.
Por último, es importante leer las etiquetas cuando se va a comprar. Perder un poquito más de tiempo en leer las etiquetas de los productos y alimentos para saber de dónde proceden o qué impacto pueden tener en el planeta.
Ignacio Lacambra afirma que existe un recurso llamado de compensación de emisiones. De esta manera, existen organizaciones que “realizan un cálculo y te indican el dinero a pagar para invertirlo en la reforestación de bosques o en el impedimento de la deforestación” explica Ignacio Lacambra. Un proyecto que en Ecodes se llama Cero CO2.
Trabajo de Ecodes con empresas
Hoy en día, las compañías representan un 70% de las emisiones de CO2. El cumplir con los objetivos marcados a nivel europeo y la mejora de la reputación de las empresas impulsa al sector privado a inquietarse por el cambio climático. Es por eso que Ecodes también trabaja con grandes y pequeñas empresas que le solicitan planes de sostenibilidad.
“Todas las empresas que tienen planes de sostenibilidad están mejor valoradas por los fondos de inversión, ya que lo que estos planes miden el futuro de las empresas” indica Lacambra. “Es también una cuestión de negocio, ya que ahora se exige que los políticos y las empresas trabajen por el clima. De esta manera, aquellas que no lo hagan tendrán una peor imagen y una peor rentabilidad y reputación”.
Nuevas formas de negocio que se oponen al plástico
A día de hoy, parece imposible vivir sin plástico aunque hace no tantos años la gente lo conseguía sin dificultad. Y es que, actualmente, no es fácil imaginar ir a hacer la compra y prescindir por completo de este material que ha llegado a envolver la mayoría de los productos.
El problema, según Lacambra, no es que el plástico sea malo. “Este material es fundamental para asuntos tan importantes como la seguridad alimentaria… Sin embargo, hay que reducir el plástico de un solo uso y el exceso de envoltorios”.
La batalla contra los plásticos concierne a cada uno de los consumidores a la hora de realizar la compra e implica igualmente un cambio de hábitos del que algunas familias del país ya son un ejemplo, habiendo logrado reducir a casi cero los plásticos en su hogar.
Asimismo y conscientes de la importancia de reducir el plástico, nació De Tarros, una tienda a granel ubicada en la calle Torre Nueva de la capital aragonesa que acaba de cumplir tres meses de vida en la ciudad.

Se podría decir que De Tarros es un oasis libre de plásticos, que ofrece a los consumidores una alternativa para comprar de manera sostenible. De hecho, premia a los clientes que vienen con sus propios envases con un 5% de descuento. “Queremos evitar que las bolsas, ya sean de papel o de plástico, tengan solo cinco minutos de vida”, asegura la dueña de la tienda, Lidia Vicente.
La gerente indica que, en estos meses, “llama la atención la variedad de los clientes” y es que lo que diferencia a esta tienda del resto de locales a granel ya existentes en la ciudad es que no se han centrado únicamente en lo ecológico. “Esta diversidad de productos hace posible que la gama de precios sea para todos los públicos”, asegura Vicente.
De Tarros es tan solo un ejemplo de cómo la adquisición de costumbres del pasado podría ser una solución al problema climático actual. Un razonamiento que no resulta descabellado teniendo en cuenta que la mitad de las emisiones de CO2 desde 1750 han ocurrido en los últimos 40 años.