Catalizadores de Paladio: Los nuevos guerreros aragoneses contra el cáncer

El grupo de científicos aragoneses ha logrado validar la prueba de concepto de la técnica "Troya"
photo_camera El grupo de científicos aragoneses ha logrado validar la prueba de concepto de la técnica "Troya"

Bien conocida es la legendaria técnica que, según cuenta la narrativa épica, emplearon los expedicionarios aqueos para infiltrarse en el corazón de Troya y provocar así, desde dentro, la caída de la ciudad un milenio antes de cristo. Hoy, la pericia bélica griega está siendo estudiada por la ciencia aragonesa más pionera, para ser reproducida con un claro objetivo: terminar con una de las guerras más cruentas de la historia reciente. El cáncer.

Un grupo de científicos del Instituto de Nanociencia de Aragón (INA) lleva tiempo investigando un mecanismo inédito para destruir los tumores desde su propio núcleo. Es un proceso similar al helénico caballo de Troya, basado en la introducción de un nuevo tipo de guerrero: un catalizador in vitro, cuya misión encomendada es matar la célula cancerígena in situ, después de un azaroso viaje a través de la agitada conectividad sanguínea. Esta innovadora metodología no solo podría revolucionar la lucha contra el cáncer, sino que podría también constituirse como una mejorada fórmula quimioterápica, infinitamente más eficaz y menos arriesgada que la administrada hasta ahora.

Las deducciones de los aragoneses en este emergente campo de la catálisis bioortogonal se presuponen como un interesante avance oncológico, pues, aunque todavía se constate únicamente como una prueba de concepto, han podido demostrar la viabilidad de la catálisis intracelular. Sin embargo, se trata de un proceso, en palabras del portavoz del grupo, el científico e investigador del Centro de Investigación Biomédica en Red de Bioingeniería, Biomateriales y Nanomedicina (Ciber BBN), Jesús Santamaría, “complejo” y todavía “lejanísimo” en cuanto a aplicabilidad clínica.

Aun así, de confirmarse su funcionamiento en humanos, añade Santamaría, remarcando con especial énfasis el condicional, “estaríamos hablando de que la quimio se inyectaría directamente en el tumor”. Y no solo eso, sino que se reducirían notablemente sus efectos secundarios. Para entenderlo, Santamaría lo describe de esta manera: la técnica del caballo de Troya se fundamenta en “poner directamente el veneno en el nido de cucharachas” en lugar de “fumigarlo todo, afectando a otras partes de la casa”.

Las deducciones del grupo de Santamaría en el campo de la catálisis bioortogonal se configuran como importante avance oncológico

Exosomas y nanopartículas de paladio

La metodología empleada no es sino una ruta catalítica por la que viajará un elemento químico que deberá trabajar sobre el tumor. Y ¿cómo se mata un tumor desde su interior? A través de un catalizador transportado vía exosoma. Si bien, el procedimiento resulta algo más complejo de lo que puede aparentar en un inicio. Los exosomas son unos mecanismos biológicos –vesículas- que toda célula posee y que, por tanto, se encuentran flotando por todo el organismo. Una circulación que es tan solo perceptible ante la mirilla de microscopios electrónicos de transmisión y resolución atómica. Es la única fórmula visual para observar la dimensión en la que el catalizador va a trabajar.

La experta en esta tipología de vesículas, Pilar Martín, biotecnóloga que colabora en el grupo de Santamaría, desvela que hace un tiempo, al contrario de lo que se presuponía, se llegó a descubrir que los exosomas eran “mecanismos de comunicación intracelular”. Se supo, además, que las células y sus consiguientes exosomas tendían a llevar a cabo una internalización preferente con células de su misma línea celular. De su mismo grupo químico. De su misma familia. Sin llegar a ser una fuerza de atracción, se pudo conocer que este reconocimiento (de membranas) intercelular también operaba, por tanto, entre células cancerígenas.

Bajo ese axioma se empezó a certificar con mayor garantía la posibilidad de que estas “bolsitas” (exosomas) cargadas de distinto material genético “vehiculizaran selectivamente distintas terapias”, expone Martín. Precisamente, la base del proyecto de los científicos aragoneses radica en el papel de los exosomas como “mensajeros naturales”. Es la clave de todo. María Sancho, científica colaboradora del grupo de Santamaría, explica el “tratamiento selectivo” que ejecutan desde el INA, en coordinación con la Universidad de Edimburgo: “nosotros nos servimos de las vesículas que secretan las células tumorales y las cargamos con nanopartículas con potencial terapéutico”. Será esa nanopartícula, en este caso del metal Paladio, la que será empleada como “el catalizador” que acabe, internamente, con el tumor. Desde dentro. Desde el núcleo. A lo caballo de Troya.

Sancho plantea, a modo divulgativo, una representación más gráfica del proceso, instando a imaginar que un exosoma es una especie de gota. “Hasta ahora”, arranca Sancho, “se rompía la capa del exosoma, se metía la partícula y se volvía a cerrar”. Sin embargo, se determinó que al romper y volver a cerrar “podían alterarse las propiedades o especificidades del exosoma”. Por esta razón, “nosotros empezamos a generar la partícula dentro, sin necesidad de romper la superficie del exosoma”. El objetivo final es “vehiculizar nuestro catalizador dentro de algo que es nuestro, algo propio”. La célula.

El paladio puede encontrarse en la naturaleza en sus distintas formas, ya sea iónica (con cargas) o en bruto (sólido). Para configurarlo como catalizador, el grupo de Santamaría lo introduce en disolución, con su carga iónica, para después aplicarle un tratamiento con monóxido de carbono. De esa manera, el ion pasa a reducirse hasta generarse el metal sólido, que es el paladio (Pd), un elemento con propiedades similares al platino, que ejercerá de fármaco.

Los catalizadores de paladio se inyectan en el interior de los exosomas celulares (vesículas)

Un viaje con rumbo al cuerpo humano

El horizonte clínico es todavía incierto. Aun así, la hipótesis central previa plantea con cada vez mayor probabilidad que la técnica “Troya” pueda viabilizarse en todo tipo de cánceres. El proyecto se encuentra aún “a medio camino”, pero Santamaría y su equipo calculan que, en medio año, una vez haya sido avalado el experimento por el comité ético universitario, podrán dar un salto importante: el inicio de las pruebas en ratones. Con ellas se obtendría una primera aproximación en vivo de la aplicabilidad real del catalizador, y del modo en que los exosomas cargados con paladio interaccionarían verdaderamente dentro del organismo.

“Una cosa es la prueba in vitro y otra distinta la prueba dentro de un sistema vivo”, aclaran, haciendo referencia a los obstáculos todavía no categorizados con los que el catalizador podría toparse a lo largo de su travesía sanguínea. A pesar de la distancia, lo relevante hoy en día es que haya podido validarse el funcionamiento de la prueba de concepto. Para Santamaría, de hecho, lo admirable del juego científico es que unos “empiezan algo” que otros “continuarán”. Y no solo eso, sino que incluso mejorarán, aportando ideas que el descubridor originario no detectó en un principio. Una democratización de conocimiento cuyo fin último es el propio futuro. Así es la ciencia. Y así, con el tiempo, la travesía hoy iniciada in vitro se tornará, de ser posible, en un esperanzador viaje con un único destino: el cuerpo humano.