catedral de Roda de Isábena
La catedral de Roda de Isábena es la más pequeña de España y la más antigua de Aragón

A Roda de Isábena ya no llegan los peregrinos en busca de la gracia de San Ramón ni fieles que quieren ver al obispo, tan solo pasean por sus antiguas calles empedradas turistas atraídos por el encanto del Pirineo. Sin embargo, todavía queda entre sus muros el recuerdo de ser el centro y corazón del condado de la Ribagorza, algo de lo que es testimonio físico su magnífica catedral, dedicada a San Vicente y San Valero. Una catedral que sorprende encontrase en este pequeño pueblo de apenas medio centenar de vecinos -el más pequeño con sede catedralicia- y que constituye el mayor tesoro del románico en la comarca de la Ribagorza. Una pequeña gran joya que, además, es considerada la catedral más pequeña de España y la más antigua de Aragón.

Corría el año 888 cuando Ramón I, conde de Ribagorza, decidió separarse de la diócesis de Urgel y crear su propio obispado. Un afán que, unido a los grandes planes que tenía para el futuro de su tierra, llevó a que eligiera Roda de Isábena -en una situación estratégica por su elevación, resguardado por dos barrancos y de fácil fortificación– como capital de Ribagorza y su sede episcopal.

Enseguida comenzaron los trabajos para erigir la catedral y consolidar el obispado de Roda, lo que se consiguió en el año 956, cuando se inauguró el templo y se consagró a San Vicente. Sin embargo, unos años más tarde fue destruido por la incursión de Abd-Al-Malik –hijo del canciller del Califato de Córdoba, Almanzor– en la Ribagorza. Tras una década con la catedral caída, en el 1017 los ribagorzanos se pusieron manos a la obra y comenzaron su reconstrucción creando, sin saberlo, el mayor tesoro del románico lombardo que se conserva en la Ribagorza.

En la catedral descansan los restos de San Ramón y San Valero

El románico lombardo, un estilo muy ribagorzano

La catedral comenzó a reconstruirse en románico lombardo, un estilo muy abundante y particular de la Ribagorza “que se comparte especialmente con Cataluña, con el sur de Francia y con el norte de Italia”, según explica el historiador Francisco Martí, pero difícil de encontrar más al sur. Sin embargo, los maestros lombardos dejaron el proyecto a medias «probablemente por alguna crisis económica» y hubo que recurrir a constructores, locales según Martí y navarros según otras fuentes, para finalizar el trabajo. Un cambio que “se nota en la estructura, en los sillares… en todo” pese a que “en la parte románica de la catedral se sigue el mismo modelo románico lombardo”, afirma Martí.

Para el 1030 se volvió a consagrar la catedral, añadiendo el culto a San Valero, y Roda pudo estrenar su nuevo y curioso templo a dos alturas, una característica única en este tipo de construcciones. “La gran sorpresa de los que entran en Roda es entrar en la iglesia y encontrarse el presbiterio elevado encima de una cripta, permitiendo apreciar ambas cosas perfectamente. Normalmente las criptas suelen quedar ocultas, tienen accesos laterales… y en cambio aquí tenemos una cripta absolutamente abierta, frontal y que es, quizá, el elemento más peculiar de la catedral”, señala Martí. Una cripta en la que se pueden visitar los restos de San Ramón, uno de los obispos más prominentes de Roda y patrón de la diócesis de Barbastro-Monzón, y los de San Valero, patrón de Zaragoza, y que actualmente se utiliza para las misas parroquiales.

Además, esta cripta también cuenta con la estructura clásica en tres naves, en la que destaca la nave norte ya que cuenta «con pinturas tardorrománicas muy interesantes» que «suelen pasar desapercibidas porque la cripta norte no es visible al entrar a la catedral», explica Martí.

El presbiterio de la catedral se eleva sobre una cripta abierta

Sin embargo, como suele ser habitual en este tipo de grandes construcciones religiosas, en años posteriores se realizaron numerosas modificaciones y ampliaciones que crearon una curiosa mezcla de estilos. Así, la catedral de Roda de Isábena tiene su estructura de base anclada en el románico lombardo, pero los visitantes entran por una portada de estilo tardo-románico o de transición hacia el gótico que aloja una puerta mudéjar y, en el interior, se pueden apreciar elementos renacentistas, especialmente en la zona del coro.

Un legado artístico desaparecido

La catedral de Roda de Isábena conserva una cantidad envidiable de arte sacro, algo que puede deberse a que, hasta el siglo XIX, Roda tuvo una “tarea cultural extraordinaria, con un scriptorium importantísimo”, señala Martí. Además, de acuerdo con el historiador, el municipio podría haber albergado “un taller que hacía tallas en madera de Vírgenes. Creo que hubo una escuela en Roda y se difundieron desde allí hacia muchos lugares. Roda fue un centro tanto para copiar manuscritos, tanto para transmitir obras, tanto para desarrollar escuelas de pensamiento como un taller escultórico en madera que pudo acoger a grandes maestros”

Sin embargo, muchísimas piezas del importante patrimonio artístico con el que se dotó a la catedral en sus inicios se han perdido debido a diversos expolios. Aunque quizá el más notable sucedió en la noche del 6 al 7 de diciembre de 1979 cuando el famoso ladrón de arte sacro Erik, «el belga», reventó las puertas del museo catedralicio con un gato hidráulico y arrasó con las obras más valiosas. Un robo que se recuerda en Roda acompañado de la trágica imagen de varias tallas, descartadas por los ladrones al considerarlas poco valiosas, esparcidas por la escalinata de acceso a la catedral.

Pinturas tardorrománicas en la nave norte de la cripta

La arquilla de San Valero, mitras y báculos del siglo XII, cuadros de los siglos XVI y XVII; telas y sudarios visigóticos y árabes de los siglos X y XII; un libro de coro en pergamino; dos peines de marfil del siglo XII… todas estas piezas y muchas más desaparecieron de Roda de Isábena sin dejar rastro. Los ladrones también se llevaron la pieza más importante que se conservaba en la catedral: la silla de San Ramón, una pieza única en estilo nórdico del siglo XII declarada uno de los muebles más antiguos y bellos de Europa y que Erik, «el belga», cortó en pedazos para sacarla del país y venderla más fácilmente. Con su detención en los ochenta y la ayuda de un anticuario francés se pudieron recuperar el 35% de los fragmentos, que actualmente se exhiben en la catedral en una estructura de metacrilato con la historia de la pieza. En 2012 también se pudo recuperar el tapiz de La Virgen y San Vicente, que apareció en Houston y ahora se exhibe en el Museo Provincial de Huesca

Sin embargo, la catedral todavía espera la vuelta de muchos de los bienes robados, a los que hay que sumar los que se llevó en su día el Obispado de Lérida y los quemados durante la Guerra Civil. “Esperamos que Roda vaya recuperando lo que pueda para devolverle parte de lo que fue. Es una deuda que tenemos contraída, por todo lo que aportó la catedral de Roda en todos los sentidos a todo el territorio, poner en salvaguarda todo el patrimonio que está disperso”, cuenta la subdirectora del Museo Diocesano Barbastro-Monzón, María Puértolas.

Fragmento recuperado de la silla de San Ramón

“A pesar de las sucesivas salidas de piezas, por diferentes motivos a lo largo de la historia, todavía se conserva un interesantísimo legado artístico que comprende desde piezas de escultura como el sarcófago de San Ramón, que es una joya de la escultura medieval románica, hasta las pinturas de Joan Brotins de las sargas que cubrían el retablo mayor”, señala Puértolas. Unas piezas que, aunque “solo son la punta de un gran iceberg artístico”, según la subdirectora del Museo Diocesano Barbastro-Monzón “muestran el riquísimo legado que albergó esta catedral” por su increíble calidad artística. Piezas tan importantes y bellas como el ajuar San Ramón, una colección de textiles fechada entre el siglo X y el siglo XII que se considera “uno de los ajuares funerarios más completos y mejor conservados en la península Ibérica”, explica Puértolas. Un conjunto que componen las sandalias, los guantes, la casulla, la dalmática y la mitra del santo y que se unen a una rica colección de tejidos de origen copto y persa de entre los siglos X y XV que se conservan en la catedral.

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