El telón del Principal tiende a ocultar lo que ocurre entre bambalinas, pero ayer se levantó por unas horas para desvelar todos sus secretos al público zaragozano. Y es que una vez al año, el Teatro Principal de Zaragoza, ubicado en el número 57 de la céntrica calle del Coso, muestra su cara oculta, esa que no suele verse.
El coliseo organiza este mes sus tradicionales visitas guiadas gratuitas los días 13, 20, 28 y 29 de noviembre, cuyas invitaciones se agotaron en pocas horas. Gracias a este recorrido los amantes del teatro y de la arquitectura pueden disfrutar de esta joya arquitectónica de una forma completamente diferente y conocer la historia del emblemático teatro, cuna del arte dramático, la danza y la música de la capital aragonesa.
De la mano de los propios técnicos del teatro, se visitan las zonas nobles del edificio con su rico patrimonio artístico, desde el vestíbulo a la sala de espectadores, pasando por el escenario, los camerinos o el torreón escénico.
Por las tablas del Principal han pasado prestigiosos ballets, circos acrobáticos venidos desde China y superproducciones musicales. Todos ellos cobran vida cuando el teatro levanta el telón, y en el de Zaragoza hay tres, siendo el más antiguo el pintado por Marcelino Unceta, un telón de guillotina que data de 1877 y que es Patrimonio Cultural de Aragón.
Por unas horas el telón del Principal deja de interpretar su papel (el de capa de invisibilidad) para hacerse visible y mostrar lo que se oculta tras él, como las firmas de muchas de las compañías que han pasado por allí y una mirilla en el propio telón, donde se puede observar todo lo que ocurre en el patio de butacas sin temor a ser visto.
La visita transcurre entre telones y bambalinas, que son las telas horizontales que esconden lo que el espectador no puede ver. Se manejan desde el torreón escénico, un espacio de 20 metros de altura, donde los tramoyistas hacen su magia, al mando de poleas, cuerdas y más de 60 varas de las que cuelgan las telas, luces y decorados que trae cada compañía y que están en constante movimiento.

En cada rincón abundan las curiosidades y anécdotas, como que no está permitido usar el ascensor durante las funciones, recordando la historia de aquel tenor que quedó encerrado en plena función, o el porqué del nombre “gallinero” a la parte más alta y bulliciosa del graderío. También sorprende descubrir que el acceso al teatro se realizaba por una escalera de madera exterior, hoy reconvertida en escalera de emergencia de hierro para cumplir con la estricta normativa contra incendios de la ciudad, tras las tragedias del Hotel Corona de Aragón y la discoteca Flying.
El Principal es una joya en sí misma, pues entre sus paredes alberga una importante colección de piezas dignas de un museo y muestra del talento local. Los estilos neogótico y neoegipcio, visibles en muchos de los pináculos y ornamentos, conviven en el techo con las obras de los artistas aragoneses Joaquín Pallarés, Dionisio Lasuén, Emilio Fortún, Ángel Gracia y Mariano Oliver.
En sus paredes encontramos también dos murales realizados por artistas aragoneses contemporáneos: el de José Manuel Broto, en el hall del teatro, que lleva por título “Zaragoza” y representa el entramado de calles de la ciudad en su versión más abstracta; y el de Jorge Gay, en la zona de camerinos, que dibuja una Venecia imaginaria y reflexiona sobre la vida del actor y los muchos personajes que interpreta.
Por último, pero no menos importantes, las cuatro estatuas que coronan la fachada del Principal son las Musas del teatro y simbolizan el drama, la tragedia, la música y la danza. Fueron esculpidas por Francisco Rallo Lahoz entre 1969 y 1970, autor de otras emblemáticas esculturas de la ciudad como los Leones del Puente de Piedra o el Caballito de La Lonja.

DE LA CASA DE COMEDIAS AL TEATRO PRINCIPAL
La Casa de Comedias, ubicada en el actual edificio del Banco de Sangre, fue arrasada por las llamas en un trágico incendio el 12 de noviembre de 1778, donde murieron 77 personas. Ante la demanda del público zaragozano que en aquel entonces no tenía más entretenimiento que las corridas de toros o los pasacalles, se planteó la construcción de un nuevo coliseo municipal.
Así pues se encargó la construcción al arquitecto Agustín Sanz, y el 25 de agosto de 1799 se inauguró el Teatro Nuevo, donde históricamente se ubicaban los silos de la ciudad y que se llamaría Principal a partir de 1853 para diferenciarse. El escenario y la sala, en forma de herradura, contaba con aforo para 1600 espectadores, aunque actualmente tiene aforo para 834 localidades.
Desde su existencia ha experimentado varias intervenciones. Entre las más importantes se encuentra la llevada a cabo por Ricardo Magdalena durante la última década del siglo XIX, una reforma global que lo convierte en un teatro italiano, emulando la Scala de Milán.
En 1939 y 1940, Regino Borobio y José Beltrán llevaron a cabo una nueva reforma del teatro, destacando la construcción de un espacioso hall gracias a la adquisición del edificio de viviendas contiguo, y que hasta entonces era un pasillo estrecho.
Por último, entre 1985 y 1987, el arquitecto José Manuel Pérez Latorre, emprendió una reforma integral de todo el conjunto, dotándolo de la infraestructura técnica para situarlo al nivel de los grandes espacios escénicos de Europa. A pesar de los siglos y las numerosas intervenciones, lo que sí se ha mantenido idéntico es la sala de espectadores, que conserva la estructura original de 1799 y, cómo no, su majestuosidad.