Opinión

San Valero

Seguramente, si nos ponemos a preguntar en la calle por el nombre del patrón de Zaragoza, muchas personas no sabrían qué decirnos, otras nos darían un nombre equivocado, incluso nos dirían la Virgen del Pilar cuando preguntamos por patrón, y por supuesto también alguien acertaría.

Seguramente, si nos ponemos a preguntar en la calle por el nombre del patrón de Zaragoza, muchas personas no sabrían qué decirnos, otras nos darían un nombre equivocado, incluso nos dirían la Virgen del Pilar cuando preguntamos por patrón, y por supuesto también alguien acertaría. Si, por el contrario, preguntáramos cuándo nos comemos el roscón en la ciudad, nos contestarían casi todos que por San Valero. Parece una incongruencia, pero es así, ese es nuestro santo patrón de la ciudad, que tenemos representado en una de las dos monumentales estatuas realizadas por Pablo Serrano, colocadas desde 1965 a ambos lados de la puerta principal del ayuntamiento de Zaragoza, junto a la del Ángel Custodio que ampara y protege la ciudad. Nuestro patrón incluso podía no estar ahí representado, ya que en su lugar se planteó poner una escultura representativa de San Jorge, aunque finalmente fue él el elegido.

Conocemos realmente pocos datos fidedignos sobre San Valero, que vivió entre los siglos III y IV, aunque por suerte ahí estaba Aurelio Clemente Prudencio (348- 410), posiblemente nacido en Caesaraugusta (Zaragoza) quien escribió su biografía y gracias a ello tenemos datos posiblemente fiables, aunque como tantas historias de personajes antiguos, todo queda entre el mito, la leyenda y la realidad, donde verdaderos hechos históricos se mezclan con otros que no han podido ser comprobados. Así, se nos cuenta que San Valero nació en Caesaraugusta en una fecha desconocida del siglo III, en una acomodada familia, la de los Valerios, siendo elegido obispo de la ciudad, participando posiblemente en el concilio de Elbira (Granada) en el año 306. Siendo obispo sufrió la persecución del emperador Diocleciano, a pesar de lo cual no dejó de predicar la fe cristiana ni de estar al lado de los perseguidos por dicha causa. Recordemos que en esa época el cristianismo estaba totalmente prohibido, ya que hasta el 27 febrero del año 380, el cristianismo no se convirtió en la religión exclusiva del Imperio Romano por un decreto del emperador Teodosio, lo que tuvo trascendentales consecuencias.

La tradición dice que era tartamudo, y se sabe que para ayudarle a hablar y a defender a los cristianos le asistía el diácono Vicente, también santo, y uno de los patronos de Huesca. En esta tarea estaban cuando ambos fueron detenidos, encadenados y enviados a Valencia por orden de Publio Daciano, por aquel entonces gobernador de Hispania. Valero fue condenado al destierro y, ya anciano, murió. Sin embargo, San Vicente fue torturado y ejecutado como mártir en Valencia, mientras nuestro San Valero recibe el apelativo de “confesor”, al reconocer ante los romanos su fe sin haber alcanzado el martirio. Murió un 29 de enero, aproximadamente sobre el año 315, en Barbastro.

No hay acuerdo entre los historiadores sobre el primer destino del cuerpo de San Valero, pero parece claro que a mediados del siglo XI sus restos —o los que se tomaron como tales— fueron trasladados a Roda de Isábena, en el Pirineo Aragonés. Alfonso I, nuestro rey, una vez conquistada Zaragoza, reclamó que los huesos del santo para que regresaran a esta ciudad, y en 1170, por orden de Alfonso II, fueron traídos. Desde entonces se veneran sus reliquias en la capilla barroca de la Catedral de San Salvador. Debido a su defensa de los más pobres y de los perseguidos, fue nombrado patrono de la ciudad de Zaragoza, declarándose su festividad el día 29 de enero con el tradicional roscón, por ello se dice “San Valero rosconero”, y también “San Valero ventolero” debido a que el cierzo ha hecho su aparición en bastantes ocasiones por la climatología de nuestra ciudad.

¿Y por qué los maños comemos roscón para el día de nuestro Patrón San Valero? La tradición es muy antigua, probablemente de la Edad Media, cuando los grandes próceres de cada localidad ofrecían en los días festivos lo que se llamaba “las migajas” y panes a sus súbditos, que con el tiempo derivó en el roscón dulce. En Zaragoza, en 1800 ya había tres establecimientos que elaboraban el Roscón de San Valero. Al principio se vendían los roscones, por supuesto sin relleno alguno, en las puertas de las iglesias, pero con el paso del tiempo y el cambio en la elaboración rosconera, pasó a venderse en panaderías y pastelerías. En la catedral del Salvador, “La Seo”, se exhibe en el retablo un busto relicario de San Valero de plata y esmaltes. Este busto es un regalo de Don Pedro de Luna, el Papa Benedicto XIII, que data del siglo XIV-XV. En su interior se encuentra el cráneo de San Valero. Además, en la capilla de San Valero de la misma catedral también se conserva un relicario con un hueso del brazo del santo. Que siempre tengáis un feliz San Valero, y que no os toque el haba porque el roscón pagarás, mejor que te toque la sorpresa, coronado rey así serás.