Zaragoza aborda la violencia intrafamiliar desde el ámbito de la salud mental

Los niños son los sujetos más afectados y cada año crece el interés entre la población
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La capital aragonesa ha puesto encima de la mesa el tema de la violencia intrafamiliar en el Centro Joaquín Roncal, una lacra presente en las sociedades contemporáneas. Se trata de un concepto intrínsecamente ligado a la salud mental y que genera problemas que pueden ser transmitidos de generación en generación. Los niños son los sujetos más afectados y cada año crece el interés entre la población sobre los problemas que se derivan en los núcleos familiares.

“La salud mental es algo que desgraciadamente está de moda: pandemias, confinamientos, aislamientos… Son situaciones delicadas de las que es necesario hablar, así como abordar los problemas generados con una perspectiva multidisciplinar en la que participen diferentes profesionales como enfermeros, psicólogos, terapeutas… Todos tienen que trabajar juntos y compartir conocimientos”, ha explicado el psiquiatra, psicoterapeuta y ponente de la sesión, Diego Figuera.

La psiquiatría, como todas las disciplinas científicas y sociales, se ha transformado y reinventado en los últimos tiempos. De un modelo de estudio de sueños se ha pasado a apostar por otras vías como, por ejemplo, la neurociencia. Los psiquiatras actuales han vivido un cambio de paradigma. En estas líneas entra también la teoría del pensamiento complejo. La evidencia científica dice que uno más uno son dos, pero esto no funciona generalmente en las ciencias sociales porque existen muchas variables adicionales: todo es más complejo.

“Podemos decir simplemente que el padre de las niñas de Tenerife es un psicópata. Sin embargo, la cosa no es tan fácil: se trata de una persona que seguro que ha desarrollado ciertos rasgos de personalidad negativos y que ha arrastrado a lo largo de su vida. La situación difícil que ha atravesado con la madre de las niñas y el contexto determinado de la situación son otros puntos a tener en cuenta. Es un caso muy complejo”, ha apuntado Figuera.

La infancia determina la forma de ser de una persona: “Los seres humanos tenemos características innatas, como la sensibilidad, la socialización, el humor… pero también adquiridas, como la cultura. La altura de un niño, por ejemplo, se dice que queda determinada por la herencia genética de sus familiares, pero el ambiente en el que viva es un factor determinante. En un orfanato de Rumanía se descubrió que algunos niños eran un 40% más bajos de lo que deberían por estar expuestos constantemente a un ambiente de violencia”.

“Por otro lado, la imagen que se tiene generalmente de la salud mental está ligada a encerramientos, sangrías, electroshock… Sin embargo, está demostrado que los manicomios han provocado más enfermos a lo largo de la historia que curaciones”, ha transmitido Figuera. “Los síntomas generados a raíz de una situación de violencia intrafamiliar son tan solo la punta del iceberg, pero debajo pueden residir problemas como bullying, drogas, pobreza, traumas, carencias afectivas… Los padres que maltratan a sus hijos probablemente hayan sido maltratados con anterioridad”, ha añadido.

Los psiquiatras y los diferentes profesionales del ámbito de la salud mental se encargan de entrevistar a las familias con objeto de conocerlas en profundidad, y cuantas más generaciones participen (abuelos, hijos, padres, tíos), de una mejor manera puede conocerse el contexto para llegar a una solución. La familia en definitiva es una de las partes fundamentales de una persona, un lugar al que aferrarse y encontrar refugio.

“Una falta de apego se traduce en un déficit de desarrollo y problemas mentales entre los que encontramos por el ejemplo el aislamiento. La teoría del apego nos dice que nos parecemos a nuestros cuidadores”, ha afirmado el psicoterapeuta. Pero esa compañía, en todo caso, debe provocar seguridad: “Los apegos inseguros acaban en trauma y violencia. Se ve en los casos de padres que no cuidan a sus hijos”.

Para Figuera, las relaciones familiares no siempre son fáciles: “Tuve una consulta con una chica que llevaba casi diez años sin hablarse con su padre. Ella decía que ya estaba acostumbrada, pero al contarlo caían de sus ojos muchas lágrimas inconscientes. Era la primera vez que lo contaba”.