El ambiente seguía siendo serio y solemne, el andar, pausado y el silencio, roto por el leve repiquetear de los tambores y el sonar de los bombos y timbales. Pero hoy se respiraba algo diferente en la plaza del Justicia de Zaragoza. No era solo el olor del incienso, era algo intangible: la esperanza. Y es que hoy, Domingo de Resurrección, en el sentir y en el corazón de cofrades y devotos solo había lugar para unas palabras: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?». De la iglesia de San Cayetano, los cofrades de la Real Hermandad del Cristo Resucitado y de Santa María de la Esperanza y del Consuelo salían puntuales a las 11.15 horas con el rostro serio y los ojos llenos de alegría. Una alegría que ha sido mayor, casi apoteósica, cuando el paso de la Virgen de la Esperanza ha salido de la iglesia y todo se ha llenado de un estruendo que no era más que fervor y gozo desmedidos.
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Este Domingo de Resurrección era un día especial, pues significa el triunfo de Cristo sobre la muerte. Era especial también porque los cofrades salían de la iglesia de San Cayetano con el tercerol al hombro, el rostro descubierto y la mirada al frente. Algunos la alzaban hacia el cielo quizás recordando a aquellos que ya no están y a los que se recordaba con la cruz «In Memoriam» o sintiéndose dichosos por vivir, un año más, otro emocionante Domingo de Resurrección. El público, no demasiado numeroso en la plaza del Justicia, guardaba absoluto silencio y había quien se enjugaba las lágrimas incapaz de contener la emoción. Otros reconocían que la piel se les erizaba y los más pequeños tan solo trataban de marcar el ritmo de los bombos con los pies y de imitar a los cofrades con su propio instrumento en miniatura.
Pero si había un lugar en el que la emoción era tal que casi podía tocarse esa era la plaza del Pilar donde a las 12.00 ha tenido lugar un esperadísimo Encuentro Glorioso. Algunos habían ido a coger sitio antes de las 11.00 y otros se conformaban con subirse a bancos, ponerse un poco de puntillas y ver a través de las pantallas de sus teléfonos móviles. La plaza estaba abarrotadísima a pesar de que un sol de justicia caía en picado haciendo sudar y sacar el abanico a más de uno. Pero nadie quería perdérselo. Y es que el final de la Semana Santa zaragozana es un momento tan especial que ni siquiera las típicas rencillas entre público por no dejar ver al de al lado han podido empañarlo.
Faltaban solo unos minutos para las 12.00 y los primeros cofrades de la Hermandad hacían su entrada en la plaza del Pilar con un estruendo que sería todavía mayor poco después. De repente, el Cristo Resucitado salía de la Basílica del Pilar envuelto en incienso y con la melodía del piquete. De repente, las mujeres de la Hermandad acercaban a la Virgen de la Esperanza con su vestido tallado hacia él. Los tambores, bombos y timbales sonaban cada vez más y más fuerte hasta que, de pronto, el silencio. Y en ese preciso momento el Cristo Resucitado y la Virgen de la Esperanza protagonizaban un Encuentro Glorioso cargado de alegría, gozo y fervor y de un silencio sepulcral en una plaza abarrotada.
«Hoy es el día más importante de los cristianos. Hoy volvemos a tener esperanza porque Cristo ha resucitado», clamaba emocionada Justina Marín, ex Hermana Mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Agonía y de Nuestra Señora del Rosario en sus Misterios Dolorosos, conocida popularmente como El Silencio. Después, los aplausos, abrazos, el sentir y las jotas lo han llenado todo para celebrar que «Cristo vuelve a estar hoy, y para siempre, con todos nosotros».