El santoral católico recuerda hoy, 31 de mayo, a San Félix de Nicosia, también conocido como Félix de Cantalicio, un fraile capuchino italiano del siglo XVIII. Nació en la ciudad de Cantalicio en 1715, y después de una juventud turbulenta, se unió a los capuchinos en Sicilia en 1743. Fue asignado al convento de Nicosia, donde vivió el resto de su vida.
Se recuerda a San Félix por su humildad y devoción a la oración y la penitencia. Pasó muchas horas en adoración ante el Santísimo Sacramento y se dedicó a ayudar a los pobres y enfermos. También se dice que tenía el don de la curación, y muchas personas acudían a él en busca de ayuda espiritual y física.
Una de las historias más conocidas sobre San Félix es la de cómo salvó a la ciudad de Nicosia de una plaga de langostas. Según la leyenda, Félix extendió su manto sobre los campos de la ciudad y las langostas huyeron. Este evento milagroso se conmemora cada año en Nicosia con una procesión en honor a San Félix.
San Félix de Nicosia fue canonizado por el Papa Juan Pablo II en 1984. Se le considera un modelo de humildad y caridad, y su vida y legado continúan inspirando a los cristianos de todo el mundo a vivir una vida de amor y servicio a los demás.
¿POR QUÉ SE CELEBRAN LOS SANTOS?
La onomástica es una forma de reconocer y honrar sus logros espirituales y de buscar su guía e inspiración en nuestras propias vidas. Se venera a los santos como líderes espirituales o figuras que han alcanzado un alto nivel de santidad y han vivido su vida al servicio de Dios o de una religión concreta.
Muchos santos tienen un día especial dedicado a ellos, que celebran los fieles de todo el mundo. Para ello, en cada cultura se celebran diferentes ceremonias religiosas, leyendo sus enseñanzas o visitando lugares sagrados asociados a ellos.
