En una mágica noche de San Juan, allá por 1983, y con una gran tormenta, abría “La Republicana”. Cuarenta años después y tras servir a múltiples generaciones, queda claro el éxito que ha tenido entre zaragozanos y visitantes. Hoy, convertido en un restaurante emblemático del Casco Histórico se ha vuelto parada obligatoria de turistas y locales que buscan comida tradicional casera (y precios razonables) en un local diferente repleto de antigüedades que recuerdan los años de la segunda república española y que, eso sí, no dejan a nadie indiferente.
Cuarenta años no se cumplen todos los días y para ello, el viernes a partir de las 20.00 horas, han preparado una velada especial llena de nostalgia, música y platos especiales que se han ganado un puesto entre los favoritos del establecimiento. Todo ello con el objetivo de agradecer a todas las personas que les han acompañado a lo largo de estos años.

Sus paredes, llenas de cuadros y carteles, sus manteles a cuadros rojos y las antigüedades que recorren cada rincón del local hacen que entrar en “La Republicana” se convierta en toda una experiencia sensorial. La decoración y el ambiente que se respira en el interior te teletransporta a épocas pasadas.
Situada entre El Tubo y la calle Don Jaime, el establecimiento se ha convertido en una parada obligatoria para residentes y visitantes de la ciudad. Además de probar sus tapas y comidas, los clientes quieren sacar fotos a lo que se ha convertido en casi un museo de lo antiguo. Los infinitos objetos antiguos que decoran su interior se han convertido en todo un sello de identidad para «La Republicana».

Una casa de comidas, como así rezan las pizarras de la entrada, que comenzó siendo un pequeño café en una antigua droguería, y que ahora se ha convertido en uno de los locales con más solera de la ciudad.
Con los huevos rotos como plato estrella, y con un ambiente muy personal, es uno de esos lugares del pasado situados en medio de la ciudad que todo el mundo quiere conocer. Gracias a la original decoración con encanto y al trato personal con los clientes, por no mencionar su variedad de tapas caseras engarzadas en una «tómbola», han conseguido servir a múltiples generaciones y crear lazos duraderos con ellos, incluso llegando a convertirse en grandes amigos.

En sus cuarenta años de existencia se han mantenido fieles a su esencia y esperan “seguir vivos” muchos años más para llenar de recuerdos y nostalgia la mente de sus visitantes.