Escuelas antiguas que todavía guardan los cuadernos de ejercicios, los mapas del mundo y los pupitres de madera. Iglesias que son únicas por tener el esconjuradero (ya se sabe, el lugar en el que se albergaban rituales para ahuyentar a las tormentas) fuera de ellas y no dentro, como es habitual. Cárceles, molinos, hornos. Tesoros en pueblos remotos de Aragón que normalmente permanecen cerrados al público, pues no hay nadie allí para abrirlos. Al menos, hasta ahora. Serafina Buj, impulsora de T-Guío Servicios Turísticos en el Maestrazgo, es la encargada de hacerse con las llaves de esos lugares y guiar a los interesados a estos rincones desconocidos. «Abriendo pueblos» es el nombre de la iniciativa turística que inició ya en 2018 y que en el Maestrazgo y en la comarca Comunidad de Teruel (en los pueblos más próximos al Maestrazgo) recorre enclaves como Miravete, Villarroya de los Pinares o La Cañada de Benatanduz.
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Ya lo dice ella, el «nombre no esconde nada» pues en lo que se basan estas excursiones es en abrir los espacios que los pueblos han ido rehabilitando y restaurando a lo largo del tiempo y que permanecen ocultos ya que la mayoría de esos lugares no tienen ni siquiera ni oficina de turismo. «La idea es evitar esas situaciones en las que vas a un pueblo y te encuentras con todo cerrado. Yo me pongo en contacto con los ayuntamientos de los diferentes pueblos y ellos me facilitan las llaves de los edificios en cuestión. Una vez allí hago una visita guiada por los lugares que pide el grupo y al terminar se devuelven las llaves», explica Serafina.
Estas visitas por el patrimonio más desconocido de ambas comarcas son completamente personalizables, por lo que Serafina no tiene una ruta marcada sino que son los interesados los que deben ponerse en contacto con ella a través de la página web (Tguio.es) para acordar una ruta. El único «horario» que sí que tiene establecido es la visita a Miravete de la Sierra (a las 16.30 horas) donde ella abre las puertas del horno del siglo XVI, del molino y de iglesia gótico-renacentista de Nuestra Señora de las Nieves.

En los cinco años que lleva el proyecto (con la correspondiente parada técnica por la pandemia) se han visitado enclaves secretos como la escuela de La Cañada de Benatanduz, la cárcel, la escuela, el hospital y la iglesia de Tronchón (lugar conocido también por sus deliciosos quesos) y la prisión y la ermita singular con su esconjuradero exterior de Villarroya de los Pinares. «Las visitas van a gusto del consumidor. Hay algunos que tienen mucho interés en descubrir escuelas antiguas, otros en adentrarse en los palacios del Maestrazgo, en los molinos… De esta manera se hace una ruta personalizada por las diferentes localidades en función también del tiempo que tengan los grupos», explica la impulsora.
Allepuz, Fortanete, La Cuba o Bordón son otros de los pueblos de los que Serafina tiene la llave. La experiencia ganó el premio Edelweiss en la categoría de Proyecto Inspirador este año y también fue finalista en los premios la Mejor Experiencia Turística de Aragón. «Realmente esta experiencia es muy fácilmente imitable en otros lugares pues hay muchos pueblos que son muy pequeños y tienen un patrimonio arquitectónico increíble por explorar», reconoce Serafina.
La guía asegura que no tiene unas rutas marcadas porque no es un servicio que tenga «tanta demanda». Aún así, cuenta que mucha gente llega a ella porque en las oficinas de turismo de pueblos más grandes los turistas preguntan por estas zonas más recónditas que merece la pena explorar. Basta con decírselo a Serafina para que ella consiga la llave de un molino o una cárcel y empezar una visita sorprendente y, sobre todo, sin prisas, porque es ella quien decide cuando cerrar el monumento.