Llegaron el 7 de julio para pasar los meses de verano alejados de las altas temperaturas del desierto. Y este próximo 23 de agosto regresan a sus casas. Con ellos se llevan muchas historias para contarles a sus familias, y también un bolsa de 25 kilos llena de ropa y alimentos para poder vivir algo mejor. Los 120 niños y niñas saharauis que han estado en familias de acogida aragonesas han acudido hoy a los jardines verdes del Pingatelli -lejos del paisaje desértico al que están acostumbrados- a su último acto de despedida.
La mayoría confiesan tener “muchas ganas” de volver porque verán a sus familias. Las duras condiciones en las que viven, a más de 2.500 kilómetros, no impiden que los hayan echado de menos. Todos recuerdan con especial cariño las tardes a remojo en la piscina o el parque de atracciones, que se alzan como las actividades favoritas. “Hemos pasado la ITV, revisiones con el pediatra, dentista, oculista… Y básicamente hemos estado todo el verano en remojo”, ha asegurado Alejandro Erce, padre de acogida.
“En verano las temperaturas llegan a los 57 grados, no tenemos agua potable, ni aire acondicionados o agua fría. Es difícil de contar esto si no lo ve alguien de primera mano allí en los campamentos”, ha reconocido el delegado saharaui en Aragón, Yahya Edjil. “Poder traer a estos niños es un privilegio. Ver el verde, las fuentes y valorar lo que no tienen”, ha concluido.
A pesar de tratarse de una iniciativa que lleva en marcha más de 30 años, desde el Gobierno de Aragón insisten en que se necesitan más familias de acogida y que el número de personas que quiere acoger se ha visto reducido a raíz de la pandemia. “Queremos concienciar a más familias para poder traer a más niños para que pasen el verano con nosotros”, ha apuntado la consejera de Bienestar Social y Familia, Carmen Susín.
Para muchos niños ha sido este el último verano en el que han podido disfrutar alejados de las altas temperaturas, pero otros tendrán la oportunidad de repetir el año que viene.