Los orígenes del cementerio de Torrero se remontan al año 1823 y está considerado como uno de los más bonitos de España. Allí yacen personalidades ilustres, toreros, algunas de las familias más poderosas de la ciudad, pero también se encuentran grandes tesoros artísticos y arquitectónicos.
Una estatua que podría ser del mismísimo Miguel Ángel, una esfinge egipcia o templos que parecen pertenecer a la Toscana italiana. También son pocos los que saben que Zaragoza estuvo a punto de tener su particular Monte Rushmore. Además, en este lugar se han producido auténticos robos de película… cosas como que los escultores de la época eran verdaderos genios de la publicidad y otras muchas curiosidades, se esconden detrás del cementerio de Torrero y aquí os contamos unas cuantas.
UNA AUTÉNTICA ESFINGE DENTRO DE ZARAGOZA
Una de las cosas que muy pocas personas conocen es la posibilidad de ver una esfinge sin necesidad de viajar hasta Egipto. El cementerio de Torrero esconde muchos tesoros artísticos y arquitectónicos y en una de las tumbas de la parte más vieja se encuentra custodiando a los difuntos una auténtica esfinge.

La influencia egipcia en la ciudad de Zaragoza fue muy grande ya que durante los años XX se puso de moda y más allá de la esfinge del cementerio, en la capital aragonesa hay otras lápidas del cementerio con influencia egipcia, elementos decorativos en el Teatro Principal y el Casino de Zaragoza, en el mobiliario de la Facultad de Medicina y Ciencias y hasta en la mítica pastelería Fantoba.
ROBOS DE PELÍCULA
Los ladrones de tumbas y los robos en los cementerios son más frecuentes de lo que muchos imaginan. Dado su gran valor artístico de las obras y la gran cantidad de materiales como el cobre y los cables, son muchos los que por las noches se dedican a saquear el campo santo. Crucifijos, pequeñas esculturas, trozos de las lápidas, jarrones, flores, todo vale para estos ladrones.

Una de estas curiosidades se centra en uno de los robos más sonados dentro del cementerio de Torrero en el que se usurpó una escultura de más de una tonelada de peso y que haciéndose pasar por operarios que venían a restaurarla y con un gran camión se la llevaron para la sorpresa de la familia cuando días después se dieron cuenta de que había desaparecido.
EL “CASI” MONTE RUSHMORE DE JOAQUÍN COSTA
Uno de los personajes más emblemáticos y curiosos enterrados en el Cementerio de Torrero es el político, jurista, economista e historiador Joaquín Costa. Tras la conmoción nacional que supuso su muerte, se organizó el traslado de sus restos con destino el Panteón de Hombres Ilustres de Madrid. Sin embargo, el pueblo zaragozano impidió su traslado, deteniendo a la comitiva fúnebre. Mientras los restos mortales de Joaquín Costa reposaban en una tumba provisional, se abrió una suscripción pública para la construcción de su mausoleo en el cementerio de Torrero.

El mausoleo monumental fue erigido finalmente en el límite sur del Cementerio. Lo cierto es que a punto estuvo Aragón de tener su particular Monte Rushmore, ya que en un principio el mausoleo debía reproducir una montaña artificial con escarpadas rocas sobre cuya cima se alzaría el busto esculpido de Joaquín Costa, pero finalmente no salió adelante este proyecto.
LA PRIMERA PERSONA ENTERRADA FUE UNA MUJER
La primera persona enterrada en el cementerio de Torrero fue una mujer. Tuvo lugar su enterramiento en 1834 y se llamaba Manuela Moreno y es una de las personas que actualmente componen el mosaico de la ruta de “Las Imborrables”, un recorrido por las sepulturas de algunas de las mujeres que marcaron parte de la historia de Zaragoza.
Además de Manuela, un total de 41 mujeres ilustres se pueden visitar en esta lista como Manolita Marco Monge, Lolita Parra y Gerona o Ángela Bravo Ortega. Un homenaje a estas mujeres que guardan una estrecha relación con Zaragoza y que aportaron a la ciudad sus valores y experiencias convirtiéndose en imborrables en la memoria de la capital aragonesa.
LA PARED DE FUSILAMIENTO DURANTE LA GUERRA CIVIL
Uno de los lugares que atrae a gran cantidad de curiosos en el cementerio de Torero es la antigua pared de fusilamientos de la Guerra Civil. Allí, durante aquellos crueles años de enfrentamiento, se realizaban ejecuciones oficiales y extrajudiciales y durante estos años fueron fusiladas 3.543 personas solamente en las tapias del cementerio de la capital aragonesa. Todavía hoy, se pueden contemplar los ladrillos rotos atravesados por las balas y es una imagen que debe servir a la ciudadanía para no cometer los errores del pasado.
LAS FAMILIAS MÁS PODEROSAS Y HASTA TOREROS ENTERRADOS
Los cementerios como el de Torrero son pequeñas ciudades y como toda buena ciudad cuentan con un sistema de calles. Como ocurre en las ciudades de los vivos, la calle principal saca a relucir las estructuras más ostentosas y allí descansan las familias más poderosas. Una de estas familias es la de Antonio Morón, dueño de la antigua harinera de Zaragoza ubicada en el barrio de San José. Fue tanta su influencia que mucha gente conoce esa cuesta de la avenida San José como «la cuesta de Morón».

Además de las familias más adineradas de la ciudad, figuras del arte de la época como los toreros también yacen en este cementerio. Concretamente, aquí descansa Florentino Ballesteros, uno de los matadores aragoneses más destacados de la historia que tras su cogida en Madrid, su cuerpo fue trasladado a Zaragoza y su féretro fue portado a hombros por los “chicos del hospicio” en una conmovedora manifestación de duelo hasta el cementerio de Torrero. Su rival en el ruedo y del mismo apellido, Jaime Ballesteros (conocido como Herrerín) también yace en este cementerio tras fallecer muy joven a la edad de 22 años.
UNOS GENIOS DE LA PUBLICIDAD
Antiguamente, era muy complicado dar a conocer tu negocio más allá del boca a boca. No existían las redes sociales ni las páginas amarillas, pero algunos escultores que dejaron su huella en el cementerio de Torrero eran unos adelantados a su tiempo en cuanto a las estrategias de marketing. Se trata de Buzzi y Gussoni, que establecieron su taller en la calle Cádiz número 5 de Zaragoza. Estos escultores italianos además de firmar sus obras, escribían su dirección en ellas para que la gente pudiese contratar sus servicios.