Aragón acumula a estas alturas de 2023 45 fallecidos en las carreteras, según datos de la DGT. Son tres menos que el año pasado en la misma fecha, con un 2022 que finalizó con 80 personas perdiendo la vida, aunque las asociaciones piden no centrarse en las cifras y mirar más allá, hacia el enfoque de la concienciación y contra la indiferencia de naturalizar el problema. “La única cura es la prevención”, cuenta ahora desde la silla de ruedas el delegado autonómico de Aesleme, Francisco Ureta, con motivo del Día Mundial en Recuerdo a las Víctimas de Accidentes de Tráfico.
A las puertas de las jefaturas provinciales, se ha guardado un minuto de silencio y leído un manifiesto, que este año hace hincapié en la “tolerancia cero” mientras el problema exista y pide prestar especial atención a colectivos como los peatones, ciclistas, motociclistas o los usuarios de vehículos de movilidad personal. Un mensaje avalado por las cifras, y es que en 2019 este conjunto ya superó a las víctimas sobre cuatro ruedas en el cómputo global. Tampoco se salvan las personas mayores, que suponen más del 70% de los fallecidos en España.
El jefe provincial de Tráfico en Zaragoza, José Antonio Mérida, se marca como meta la “visión cero”, es decir, reducir al mínimo, si no acabar con las víctimas y los afectados. Por el camino, Mérida insiste en que los condicionantes y comportamientos de riesgo no han cambiado. Las distracciones y el consumo de alcohol y drogas están presentes en cerca del 40% de los accidentes con muertos, para lo que pide “concienciación y vigilancia”. Y es que el factor humano, para el jefe del Sector de Tráfico de la Guardia Civil en Aragón, José Luis Díaz, es el punto alrededor del que pivotan los demás a la hora de prevenir un accidente.
EL FACTOR HUMANO
Incluso en Aragón y la España rural, con el agravante del estado de ciertas carreteras, son la causa central: “Las investigaciones constatan que la inmensa mayoría, más del 90%, son esto”. Más tajante ha sido Francisco Ureta. “Que dentro de estas víctimas tengamos niños de cinco o siete años que les queda toda la vida por delante y se queden vegetal, creo que siento vergüenza de vivir en uno de los países más bonitos del mundo. Es mucho peor que lo tengamos asimilado”, ha valorado, porque son hechos que repercuten en el propio entorno, “la vida de los demás”.
“Teniendo esa empatía evitaríamos tomar ciertas decisiones. Igual que alguien sale y se toma dos cervezas porque es su vida, tiene que pensar en la de los demás. Venir a este lado del muro por un whatsapp, por alcohol o drogas no merece la pena”, concluye.