El marido asesinado en Calatayud era ciego y no pudo defenderse, según confirma la oftalmóloga

Cae el principal argumento de la defensa de Carmen Villa, la mujer acusada de asesinar a su marido en Calatayud
Dos agentes de policía ante el jurado popular sosteniendo el arma utilizada en el crimen
photo_camera Dos agentes de policía han mostrado el arma empleada

Cae el principal argumento de la defensa de Carmen Villa, la mujer acusada de asesinar a su marido mientras dormía en Calatayud: Raimundo, la víctima, sufría “a efectos prácticos, una ceguera total” derivada de la explosión de una caldera, ha confirmado una de las oftalmólogas del hospital Ernest Lluch.

La presunta asesina, representada por el letrado José María Pedregal, se aferraba a que se rebajase su delito de asesinato a homicidio, alegando que Raimundo estaba despierto cuando se le dio muerte. No obstante, la declaración de la especialista confirma la agravante de alevosía: el hombre no pudo defenderse del ataque y, por tanto, se trataría de un asesinato.

Según ha manifestado la oftalmóloga, Raimundo sufrió lesiones oculares graves al explotarle una caldera durante una estancia en la prisión en el año 1969. “En las últimas revisiones, era capaz de percibir si había luz u oscuridad, pero no bultos ni nada más allá”, ha detallado.

La tercera sesión del juicio, celebrada este miércoles en la Audiencia de Zaragoza, ha hecho testificar ante el jurado popular a la mayoría de los testigos periciales implicados en el caso: además de la oftalmóloga, los forenses que hicieron la autopsia, las psicólogas que trataron con Carmen y los agentes que inspeccionaron la vivienda y levantaron el cadáver.

EL DISPARO, ANALIZADO

No solo el análisis de la oftalmóloga confirma la alevosía en la muerte de Raimundo. Los médicos forenses del Instituto de Medicina Legal de Aragón, en su amplia exposición sobre el impacto del disparo, han asegurado que el cuerpo no presentaba ningún tipo de lesión compatible con haberse defendido.

De hecho, según han explicado, Raimundo ni siquiera presentaba el espasmo cadavérico típico de los homicidios: cuando los últimos instantes de una víctima son de profunda tensión o temor, los músculos mantienen esta rigidez incluso después de perder la vida. “La falta de tensión muscular indica que la muerte fue instantánea, como si hubiera estado durmiendo”, han asegurado.

El análisis muestra también que el disparo fue a quemarropa, es decir, a una distancia de entre uno y cuatro centímetros entre el cañón de la pistola y la piel. Por otro lado, los forenses creen que la muerte se produjo en la madrugada del 4 al 5 de enero y no por la mañana, según sostienen todas las versiones conocidas hasta ahora.

LOS MALOS TRATOS

Otro de los puntos de conflicto más activos de este juicio, la intensidad de los posibles malos tratos de Raimundo hacia Carmen, ha topado con la declaración del grupo de psicólogas que trató con la presunta asesina. “En ningún momento fue capaz de detallarnos algún episodio concreto de maltrato, sino que más bien se limitaba a decir que los sufría”.