Imaginemos la Zaragoza que se adentraba en el nuevo siglo XX. Como toda la nación española, deseosa de olvidar los desastres de los últimos años del XIX, abierta al futuro y optimista de su incipiente desarrollo industrial por el que aparecían, como setas tras las primeras lluvias de otoño, chimeneas de harineras, azucareras y fundiciones. […]