Opinión

Sabios

Que en el mundo han sido. El elogio de la sabiduría remite, por esencia, a cualquier época digna de ser recordada. Albergo mis dudas sobre la capacidad de memoria que a este respecto despertará el momento actual a las generaciones venideras.

Mientras no seamos capaces de generar estímulos que generen corrientes de afecto por aquello que merece la pena, seguiremos anclados en la ignorancia. Aunque esta sea tenida por docta. No hace falta nada más que prestar atención a algún que otro portavoz, incluso del consejo de ministros, para corroborar semejante aserto.

Qué lejos de esos ejemplos de los que hemos disfrutado también en esta tierra, prototipos de sabiduría popular y lamentablemente inadvertidos en el decurso de la historia. Tal vez por ello quiera hoy, con estas líneas, rendir tributo agradecido a toda una serie de sentencias o expresiones populares, sentidas por estos lares, que muestran bien a las claras el sabor auténtico del saber.

Sabor a conocimiento de las personas, de las cosas y del ser humano, tal vez el conocimiento por antonomasia que nos conduce a comprender la vida y de qué va esta nuestra presencia en un lugar, o en un momento concretos de la existencia.

Entre mis favoritas, la del respétame si te he faltado; pero quién puede negar el valor actual de aquellas, ¿que dije yo?, entenderías tú, o que te lo han contado y te lo has creído; te parecerá, en versión lacónica aragonesa. Que así somos también.

Frases dignas de todo un manual de antropología cultural, por lo que manifiestan sobre aquello que nos hace intérpretes de la realidad más cercana. Y que no viene mal desempolvar, ahora que tan importante se convierte el análisis de las cosas que ocurren en la escena social, o de los mensajes que escuchamos, o de las encuestas que nos venden con visos de verdad absoluta en los entornos mediáticos.

Y llamada también a valorar, sobre todo, aquello que nos hace crecer como personas y como sociedad, y apostar por ello, aunque tengamos la sensación de nadar contra corriente o contra la cultura imperante.

Sencillamente porque resulta inverosímil, y este es otro de los calificativos sentencia, hasta dónde hemos llegado en muchos aspectos, tergiversando la realidad, cuando no mintiendo sobre ella, creyéndonos a pies juntillas el discurso oficial porque resulta más cómodo que buscar la verdad, o sencillamente porque nos ha dejado de importar que nos secuestren la realidad.

No resulta extraño que exista todo un movimiento de aprecio por la sabiduría, en el que, por supuesto, los necios se niegan a participar. A ver si resultan ser minoría.