Opinión

Formación pegada al territorio: Escuela de hostelería de Guayente (Bal de Benás)

Al parecer España, que tiene el desempleo juvenil más alto de Europa, padece sin embargo carencias como la de que falten 100.000 programadores. Por defecto de planificación formativa.

Azotada con mayor virulencia por el efecto Lehman Brothers, Portugal –a diferencia de nuestro Estado y Grecia- tiene una tasa de desempleo del 7% en términos macro. Es cierto que con muchísima segmentación en su mercado de trabajo.

En todo caso, hay una enseñanza que aplicar y es territorial. Llegado el momento de las conclusiones tras un decenio de dolor y recortes. La conclusión es que este país vecino, más manejable en territorio, ha apostado por el turismo de calidad, la agroalimentación y, sobre todo, la creación de capital personal como políticas nuevas de desarrollo.

En Aragón y norte de España también se viene haciendo, lo mismo que políticas de rejuvenecimiento en el sector agrícola y ganadero pues la pervivencia de derechos de la PAC como factor de engrosamiento de las rentas de jubilados agrarios es un lastre. Que impide el surgimiento de una nueva generación de colonos para producir agricultura sin pesticidas, pongamos por caso.

Sin embargo, salvo contadísimas excepciones como la de la Escuela de Guayente, sigue latiendo en el ambiente que crear empresas en el territorio se hace por herencia, fuera de sistemas formativos y los contratados que lo sean cuanto más precariamente mejor incluso para el pequeño empresario. Así, la gestión de una panadería de calidad, frutería e incluso gestoría, se traspasa con secretismo y paternalismo de generación en generación.
El resultado es que en Aragón alguien sin contactos sólo puede emprender y ser dinámico para surgir en su denostada capital. Así como solo en ella y resto de tejido urbano, la desaparición de un sector no conlleva ayudas para reconvertirse.

But I have a dream…

Imagino una Aragón finlandesa, donde en Echo hubiera un centro de formación profesional para la limpieza de bosques-fabricación de pellets, en Ayerbe uno de producción de aceite de calidad, en Cella de gestión forestal y aprovechamiento de la madera de pino, en Benabarre de servicios cinegéticos, en Calaceite de gestión cultural, en Utrillas de nuevos usos minerales en materia de productos de belleza, en Ateca de fabricación y nuevos usos de los chocolates… y me pongo malo. Porque no es lo que hay.

Con honrosas excepciones como Cariñena y su centro de FP Viticultura y las escuelas de hostelería de Valderrobres y Guayente. Quizá también junto con el centro de Pedrola de mantenimiento de vehículos, en la puerta de General Motors.

Debemos repensar la Formación Profesional, auspiciarla y becar a los aragoneses que decidan estudiar agricultura en Zuera, como antes iban al Monasterio de Cogullada. Porque esas inversiones saldrían baratas ante la generación de actividad en un territorio necesariamente que mantener –ver caso Notre Dame-.

El Monasterio de Guayente, prestigioso centro formador de FP Hostelería, es un santuario que tiene uso no solo como aulario, sino como hospedería de estudiantes. Con un cuerpo de formadores que residen en el Valle de Benasque, lo nutren de profesionales de restauración y organizan durante todo el año jornadas, master class y formación con degustación en coctelería. Por citar varios ejemplos de su original y fecundo trabajo.

Especialmente original, en la línea de crear una nueva cocina de montaña pirenaica, es su programa “Snow Cooking”. Puesto que ya el título habla de lo pegado al territorio que se encuentra.

Se trata de una actividad que acerca al restaurante Cota Dos Mil una degustación de cervezas artesanas y platos de cocina de montaña, con los solomillos de caza al chocolate, la patata de Chía y la trufa de Ribagorza como reinas. Tras ello, los esquiadores bajaron las pistas de noche con antorchas hasta Cerler. Desde luego que una ocasión de recuerdo imborrable para fidelizarlos en el consumo de productos agroalimentarios ribagorzanos de alta calidad.
Concebido desde un talento propio y pegado a la realidad de su valle. ¿Sin formación es posible hacerlo?