JOSÉ R. GARITAGOITIA, Doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público.


El hemiciclo del Parlamento Europeo se transformó el 15 de mayo en un plató de televisión. Con una audiencia potencial de 500 millones de ciudadanos, los candidatos de las seis principales familias políticas europeas confrontaron sus programas con la vista puesta en las elecciones del domingo 26. El debate, retransmitido con traducción simultánea en 23 idiomas, dio la salida a la carrera para suceder a Juncker al frente de la Comisión. Uno de los seis recibirá el testigo, y pilotará la refundación de la UE.

Aupado por la canciller Merkel, fue el candidato del Partido Popular Europeo para competir con el socialista Martin Schultz en las últimas elecciones (2014). Victorioso en las urnas, avalado por los jefes de Estado y de Gobierno, y con el respaldo de la Eurocámara¸ ha sido el primer presidente votado por los ciudadanos. El crecimiento de opciones críticas con la UE oscureció los inicios de la legislatura; en la práctica, contribuyó a fortalecer el eje más/menos integración, en contraposición al eje de fuerzas izquierda/derecha.

Como había hecho durante la campaña, en su discurso de investidura el experimentado político luxemburgués, pieza clave en la creación del euro y puente entre Berlín y París, reivindicó una Europa fuerte y eficaz. Destacando la política como eje de su mandato, conformó un equipo de 27 comisarios, rodeándose cinco antiguos jefes de gobierno, cuatro vicepresidentes, varios ex ministros, antiguos comisarios y europarlamentarios de peso. Con el socialista holandés Franz Timmermans (candidato a sucederle) como número dos en la sombra, la Comisión Juncker ha estado marcada por el gran peso que han tenido los países del Este, copando cuatro de las siete vicepresidencias, con un enorme peso político.

Junto a propuestas con el objetivo de reformar, y a la vez preservar, el modelo social europeo, y restaurar la confianza de los ciudadanos, fijó la creación de empleo y el crecimiento como las prioridades de su mandato. En tiempo record presentó un Plan de Inversiones para salir de la crisis. Cuatro años después ha superado el objetivo, movilizando 371.000 millones de euros, dos tercios procedentes de recursos privados. Gracias al respaldo del Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas, 850.000 pequeñas y medianas empresas han podido beneficiarse de un mejor acceso a la financiación. El resultado ha sido la creación de 750.000 puestos de trabajo, y el año próximo se esperan 1,4 millones más. Todos los Estados miembros se han visto beneficiados, de manera especial los más afectados por la crisis. El Plan ya ha aumentado el PIB de la UE en un 0,6 %, y se prevé que esta cifra llegue al 1,3 % en 2020.

En términos generales, la legislatura ha sido complicada. Cuando apenas llevaba 24 días al frente de la Comisión, Juncker hizo frente a una moción de censura, superada con el apoyo de 461 entre 751 parlamentarios. Ha tenido que pilotar crisis y rescates de varios estados miembros, hacer frente al referéndum de Escocia, y gestionar el desafío del Brexit. La amenaza del terrorismo, el auge de los nacionalismos, y la activación, por parte de la Comisión, del proceso sancionador del artículo 7 TUE ante la deriva del gobierno polaco (en el caso de Hungría la iniciativa fue del Parlamento) han sido otras cuestiones espinosas. La crisis con Rusia, consecuencia del conflicto con Ucrania, y una distancia de los Estados Unidos respecto a la UE, han destacado en el ámbito geopolítico. En no pocas ocasiones se ha puesto de manifiesto la incapacidad de la Comisión para hacer realidad algunas de sus propuestas, imponiéndose al final la posición del Consejo y los Estados miembros. La crisis migratoria, con la gestión de las cuotas, es un ejemplo. Pero el mayor drama de estos años ha sido el auge de movimientos nacional populistas, y el aumento del euroescepticismo. En un escenario tremendamente complejo, la Comisión no ha cejado en su impulso europeísta.

El Libro Blanco sobre el futuro de Europa, presentado a mitad de mandato, fue una operación política de gran calado. Con la intención de aclarar la voluntad de los Gobiernos y los ciudadanos, Juncker presentó cinco escenarios posibles. Hace falta una hoja de ruta consensuada para orientar el futuro. Consciente de estar en el último tramo de su carrera, en febrero 2018 planteó debates de fondo a los que la UE debe hacer frente a corto plazo: la organización institucional, con una posible unificación de presidencias (Comisión y Consejo); y la difícil cuestión del dinero: tras la marcha del Reino Unido, el presupuesto dejará de ingresar 13.000 millones cada año. Muchas regiones europeas se han acostumbrado a recibir, pero surgen nuevas prioridades para financiar –destacan el control de fronteras y la defensa– y los países ricos se resisten a aumentar su contribución.

En 2014 la elección del candidato vencedor de las elecciones para presidir la Comisión fue un triunfo de la incipiente comunidad política europea. En el debate del miércoles se deslizó la posibilidad de ensayar una alianza progresista para sustituir al PPE, probable vencedor. La gran coalición que ha gobernado la UE durante décadas queda en el aire. Todas las opciones están abiertas: con nuestro voto podemos orientar la balanza.

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