Opinión

Y el único que perdió fue Podemos

Roberto Garcia Bermejo. Director de Aragón Digital
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Es un tópico de todas las elecciones que ningún partido reconozca unos malos resultados y en sus análisis –al menos en los públicos- se destaquen solo datos positivos. Sea porque objetivamente haya habido un incremento en el número de votos o porque, aunque disminuyendo respaldo electoral, las matemáticas conviertan al partido en clave para la gobernabilidad, casi nunca nadie se declara perdedor.

Una vez más, la tradición se ha cumplido en las elecciones autonómicas y municipales celebradas en Aragón. Por un lado, las formaciones que objetivamente han mejorado sus resultados, como es el caso del PSOE, triunfador de una Comunidad que se ha teñido de rojo en cuanto a votos. Su líder, Javier Lambán, ha sabido rentabilizar el Gobierno y crecer en seis escaños, aunque no tiene fácil repetir en la Presidencia.

También objetivamente triunfador es Ciudadanos, que ha pasado en las Cortes nada menos que de tener cinco diputados a doce, con un crecimiento inédito que solo tiene el “pero” de no haber superado al PP. Su líder, Daniel Pérez, sabe que tiene la llave de la gobernabilidad y su “estamos legitimados para pedir absolutamente todo” habrá dejado sin dormir a más de uno.

Vox, también entre las formaciones que se declaran sin duda ganadoras, ha irrumpido con fuerza en estas elecciones, obteniendo nada menos que tres diputados en el Parlamento autonómico y con presencia institucional importante en el territorio.

Chunta Aragonesista se ha situado anímicamente en una posición agridulce; por un lado, su líder José Luis Soro ha logrado un tercer escaño para su formación que puede considerar mérito personal fruto de su gestión en el Gobierno aragonés. Por otro, CHA ha tenido unos malos resultados en el ámbito municipal.

Izquierda Unida mantiene meritoriamente su escaño en el Parlamento, pero es una representación que le sitúa sin capacidad alguna de decisión en todas las quinielas de pactos.

Los populares, pese a dejarse cinco escaños en las autonómicas, han querido poner el énfasis en el mantenimiento de su papel como principal fuerza de la oposición y vía pactos pueden convertir el rojo de las urnas en el azul de los gobiernos, tanto regional como en las tres capitales de provincia. Sería la misma situación, pero a la inversa, que vivió el PSOE en 2015 y que demuestra que ganar elecciones no es sinónimo de gobernar y su presidente, Luis María Beamonte, puede aspirar a la Presidencia de la DGA.

Siguiendo con la visión positiva de los resultados, aunque estos objetivamente no lo sean, y así lo reconoció Arturo Aliaga tras ver cómo el PAR se dejaba la mitad de sus escaños en el Parlamento, lo cierto es que el panorama político era ciertamente poco favorable para los partidos de obediencia territorial. Con todo, vistas las referencias desde izquierda y derecha a la formación aragonesista, sus tres diputados -sean para votar a favor como para la abstención- son claves para el futuro de la Comunidad.

Y el claro derrotado de la jornada, con unos resultados en los que no hay dato positivo al que agarrarse y que ha roto el tópico de que nadie se declara perdedor, ha sido Podemos. El enorme descalabro de esta formación ha dejado en el disparadero a Maru Díaz, que ha visto cómo su representación se hundía en las Cortes de catorce escaños a solo cinco y dejaba a las izquierdas en minoría. En cuanto a Violeta Barba, no puede estar precisamente satisfecha de su decisión de dividir el voto con ZEC: juntos sumaron nueve concejales mientras que con el disparate de la división se quedan en cinco, sin siquiera haber superado a la marca local. Lógico es esperar, junto a la autocrítica, coherencia y dimisiones. Ese sí que sería un buen ejemplo de un nuevo estilo de política y políticos.