Opinión

La jornada de un interventor electoral

Fascinante novela corta de Ítalo Calvino, uno de los autores que más me estimularon a la lectura, era un golpe con la mano abierta que te despertaba de su irónico realismo mágico. La generación de Eco, la literatura de Kundera o en España de los maestros del idioma Cunquerio y Mendoza. Entretenida y complementaria a la social Marsé.

Con la madurez, me pasé a visiones más descarnadas de sociedades. Me entusiasman el binomio Houellebecq-Carrère en la literatura francesa, la que plasma conformismo y delación del gran Patrick Modiano o la que frisa los Estados Unidos de caucus y pacto, cincelada por dos plumas bien distintas: las de Philip Roth y contrapunto de James Ellroy… De ella vienen nuestros grupos de poder, puertas giratorias y políticos marketing, esos que traza con mano maestra cierto cine de Clooney…

Este domingo pasado fui candidato cunero, voté por correo en mi municipio de origen y acepté, para tener la experiencia, ser interventor de partido. Por supuesto, todo ello adobado por mi condición de rabalero. No negaréis mi trastorno cuatripolar o mis ganas de llamar la atención, que ya vale…

Tuvo lugar la experiencia sociológica en la parte histórica del Rabal, la más envejecida, la que generó un casco viejo que pocos zaragozanos y menos aragoneses disfrutan. El del Tío Jorge y la lucha casa por casa en los Sitios en casas de huerta. El barrio de los cobradores del impuesto del Puente de Piedra… Que vienen de Sierra de Luna…

El libro de Calvino describía el desencanto de un interventor del Partido Comunista Italiano, el jarro de agua fría, en jornada electoral de barrio central. En ese momento histórico en que podían ganar el país con Palmiro Togliatti se vieron desplazados por los pelos por esa Democracia Cristiana que utilizó Iglesia, miedo y Plan Marshall para darle un lavado de azulete a los cuadros medios del fascismo de Mussolini. Solo ganaba el PCI la hermanada con Zaragoza Bolonia y la Emilia Romagna con carácter testimonial y para reafirmar el tongo.

En su mesa de cottolengo, el interventor quedaba literalmente mudo –por tanto callado y aplacado- por la avalancha de situaciones para producir votos provenientes de ciudadanos con plenos derechos civiles pero incapaces de hecho.

De vivir, de justificar su ida al colegio de haber sido preguntados. No lo hizo. Pues el abismo de un hombre no necesariamente un voto, se abrió ante él.

Las pasadas elecciones municipales me quitaron también a mí muchas vendas de los ojos, demasiada veleidad versallesca ilustrada.

Hay que decir que hubo un ambiente de buena convivencia con los demás apoderados, de cualquier ideología.

Me centré en su conocimiento humano profundo: fascinantes historias se produjeron, me fueron reveladas, por la veterana apoderada chilena del PSOE, por el viejo comunista de casi 90 de IU con ese cuerpo macizo de obrero emigrado, por las casi niñas de PP y Zaragoza en Común. Centradas en el recuento con un interés enorme, pero una separación de jugarse la segunda su expectativa legítima de influir en algo en políticas sociales o laborales. Venida de gobernar, fue su primera gran frustración y desilusión política.

Los asaltos conversacionales con los apoderados de Vox y Ciudadanos, en perfecta buena lid, negaban el hecho constituyente del encuentro. Se dirigían en todo momento a la política fiscal, a la condición de no aragoneses de la lista europea que encabezaba el nombre CHA, se dialogó con intensidad al respecto de la política emigratoria en ese barrio con un 15% de nuevos vecinos.

Apareció el candidato nº 6 de la lista municipal de Zaragoza, con el que mantuvimos un fascinante cara a cara sobre qué estará pasando hoy, ese día en que los poderes fácticos ni siquiera zaragozanos, desplazarán probablemente a Ciudadanos a pactar por el PSOE. No es siempre depende.

Existió un denominador común dialogal: con la excepción del candidato referido, se estuvo más cerca de hablar de la poesía de Violeta Parra o del mantenimiento y potenciación de las vaquillas en el Valle del Ebro que de las políticas que deberían transformar Aragón o Zaragoza. Que apenas aparecieron ni siquiera como nombres, y mucho menos el Rabal.

Eso sí, me regalaron un libro.

En la Franxa de Ponent, de Levante para Aragón, en ese municipio autosuficiente, que habla catalán y que tanto se está beneficiando de recibir inversiones catalanas, complementados con propias, ha arrasado el Partido Popular. Así como en muchas localidades catalano parlantes con el aliento de frontera en la nuca. Parece ser que incluso en ellos, que tienen perfecto conocimiento y relaciones familiares con ilerdenses indepes, se ha votado siguiendo coyunturas políticas nacionales.

En el cinturón rojo de la pastilla de extensión del cardo de Cesaragusta ha ido a votar un 10% menos de electores.

Los supuestamente más necesitados de acción social y ayudas a ese alquiler cuyos precios solo regula Dios. Que deberían anhelar más servicios públicos, menos concertada y más y mejor relación Zaragoza-Aragón.

Un hombre un voto, quienes sí que se pasaron fueron todos esos jubilados que todavía sujetan, como si de una letra del anuncio de Hollywood se tratara, la O de PSOE.

La rosa de su símbolo dador de amnistías inmigratorias, provoca el voto de los únicos obreros que al parecer quedan, cercanos algunos de ellos a la esclavitud interna: los latinos y latinas que pueden ya agradecer con el voto el arraigo.

El arraigo es a Europa y España, como bien saben los magrebíes, no a Zaragoza ni a Aragón.

Los hijos de los obreros de este barrio que ya puede ser calle por calle hasta de clase media, también le han dado la vuelta a tanto lamento de autarquía y horas extras.

Votan para seguir siendo invisibles y que sus derechos colectivos sigan siendo reducidos, pero ya lo negociarán en términos individuales –porque los sindicalistas son todos unos chorizos- con el verdadero patrón que no se presenta caso por caso, el ERE nunca les alcanzará a ellos. Como la ayuda social que siempre le dan a los inmigrantes o el adelanto en la lista de espera del Royo Villanova, la mendigarán por la espalda y mucha dignidad porque conocen a alguien.