Opinión

Perón en Zaragoza

Javier Barreiro, escritor.
photo_camera Javier Barreiro, escritor.

Una leyenda urbana que circuló por la capital aragonesa refería que Evita Perón –en realidad, María Eva Ibarguren- había actuado en el cabaret Salón Oasis, cosa manifiestamente incierta ya que ella no conoció Europa hasta su viaje oficial en 1947. Sin embargo, nunca escuché que quien fuera la más importante figura de la política argentina durante el siglo XX, Juan Perón –en realidad, Juan Sosa- hubiera visitado Zaragoza, antes de su exilio.

Lo hizo. Para contextualizar la historia, hay que recorrer, bien que brevemente, la poco conocida historia de las parejas de Perón, que tuvo tres matrimonios y algún otro episodio sonado. El militar argentino casó en 1929 con Aurelia Tizón, una mujer de sensibilidad artística con la que fue feliz aunque ensombreciera el matrimonio la imposibilidad de descendencia. Perón había tenido un accidente en la época de su formación castrense, a resultas del que quedó estéril aunque no impotente. En 1938 un cáncer de útero se llevó a Aurelia con sólo 36 años.

Al año siguiente fue destinado a Italia en plena epifanía del fascismo mussoliniano, que tenía grandes partidarios en el ejército argentino. Realizó cursos de Economía Política en Bolonia, donde trabó amistad con el futuro Pablo VI y en las escuelas de Chieti y Sestriere se convirtió en un especialista en esquí, alpinismo y maniobras de alta montaña. Como agregado militar con el grado de teniente coronel, es obvio que sacaría provecho de las enseñanzas que obtendría de la política de Mussolini, en cuanto al manejo de masas y la inclusión de sindicatos y patronales en clanes gremiales, asuntos que marcarían su política como presidente. Antes de reunirse en la embajada argentina con el agregado aeronáutico, conoció a GiulianadeiFiori, una bella y cultivada muchacha de 20 años -él tenía 44- que esperaba una audiencia, con la que comenzó un intenso romance, que sólo finalizó por la fuerza de las circunstancias. El 10 de julio Mussolini declaraba la guerra a Francia y los militares extranjeros hubieron de abandonar el país.

Perón no pudo hacerlo fácilmente porque los mares andaban surcados por submarinos que no respetaban los buques civiles. Lo agradecerían los dos amantes porque eso les permitió alargar su relación. Finalmente, a mediados de diciembre, el militar pudo embarcarse para llegar a Barcelona y Giuliana le acompañó hasta su destino. Estuvieron juntos una semana y él marchó a Madrid pero, al verificar que se demoraba el equipaje, se citaron en Zaragoza, donde permanecieron unos cuantos días, que coincidirían con las fechas navideñas. No sabemos dónde se alojaron. Es posible que en las fichas policiales de la época –en plena Guerra Mundial, dos extranjeros no podían pasar inadvertidos en la España de 1940- se encuentren los datos de cuál fue su habitación. Tiempo después Perón confesó que, al despedirse, tuvo la certidumbre de que nunca volverían a verse y de que ella estaba embarazada. Por lo dicho, puede que esto último fuese más un deseo que una realidad.

Que la relación con Giuliana dejó huella lo demuestra el hecho de que en 1970 el general pidió al empresario Jorge Antonio, uno de quienes le ayudaron económicamente en su exilio, que buscara en su país el rastro de la italiana. Pese a su empeño, nada pudo encontrar el amigo de Perón en su pesquisa. Su mensaje al general fue rotundo: “Nada. Hace treinta años que nadie sabe de ella. Desapareció con la guerra”.

La peripecia amorosa de Perón continuó el mismo año de su vuelta (1941) con María Cecilia Yurbel, una anónima mendocina de 17 años. A Evita, que, destempladamente, mandó a su casa a Cecilia, en cuanto pudo entrar en la residencia de Perón, se la presentarían en el Luna Park en enero de 1944. El matrimonio se celebró en diciembre de 1945, seis meses antes de asumir el poder. Fallecida Eva (1952), también a consecuencia de un cáncer de útero, desde 1953 a 1955 el general estableció una relación con la estudiante de secundaria Nelly Rivas nacida en 1939, lo que le valió un juicio por estupro cuando fue derrocado. De su último matrimonio (1961) con María Estela Martínez Casas, hemos asistido directamente a sus peripecias. Todavía vive la ex presidenta argentina en una urbanización de Villafranca del Castillo.

Cuando hace 73 años Eva Perón, en visita oficial, llegó de verdad a Zaragoza, el 22 de junio de 1947, y donó sus pendientes a la Virgen del Pilar, algunos de los ciudadanos que la aclamaron quizá conocieran que, hacía seis años y medio, su marido había vivido una intensa aventura con una joven italiana.