Opinión

La depresión: Una enfermedad muy cruel

Dicen que ser médico es una forma de vida, que no es solo una profesión, un oficio o un arte. Y ser médico psiquiatra -añado yo- es una forma de vida compleja y cargada de sentimientos ambivalentes y a veces hasta contradictorios.

La enfermedad mental es todavía una gran desconocida y a pesar de los avances que se han venido produciendo y que nadie puede cuestionar, a fecha de hoy ignoramos las causas de la mayoría de las alteraciones psíquicas. No tenemos marcadores biológicos que nos permitan hacer diagnósticos rigurosos y fiables. La evolución de los procesos es muchas veces azarosa y sigue cauces que nos sorprenden a todos. Y por si no fuera suficiente con todo ello, los tratamientos que tenemos están la mayoría de ellos dirigidos a controlar los síntomas, pero no son capaces de incidir sobre las causas que los producen.

No obstante y, a pesar de este panorama tan sombrío, aunque realista y honesto, los profesionales que nos dedicamos a estos menesteres no nos desanimamos, y seguimos en la lucha contra unas enfermedades especialmente crueles y capaces de producir un sufrimiento enorme, no solo en el paciente sino también en su familia y entorno más cercano.

La enfermedad psiquiátrica tiene dos características que no tienen las demás patologías: la incomprensión que el paciente tiene sobre lo que le ocurre, y la intensa soledad que le embarga y agobia. Ni el propio enfermo sabe explicar lo que siente y mucho menos por qué se encuentra de esa forma. Y ello le desespera y aumenta su sufrimiento y malestar.

Una enfermedad tan común y conocida como es la depresión sería un ejemplo muy apropiado de lo que acabo de decir. El enfermo con depresión está intensamente desilusionado, incomprensiblemente desanimado, sin futuro cierto, sin ideas positivas, sin ganas de vivir.

El enfermo deprimido ve en todo un problema, percibe la realidad como algo terrible, amenazante y se siente profundamente inseguro. Y para colmo de sus males, no le encuentran nada que explique médicamente lo que le esta pasando. Nada -deberíamos añadir- que podamos diagnosticar con los medios de los que actualmente disponemos, pero sabemos que es un enfermo con alteraciones neuroquímicas y hormonales que le producen una severa discapacidad. ¿Puede haber algo más cruel?

El enfermo depresivo vive en un constante temor, cuando no en una intensa apatía que le dificulta el hacer todo aquello que hasta no hace mucho tiempo podía realizar con facilidad. Se siente bloqueado, agobiado, dubitativo. Desde que amanece el día, y sin que haya pasado nada que lo justifique, está triste, derrotado, a veces sumido en una inhibición completa, a veces con una ansiedad muy severa. No sabe el porqué, pero sí siente un sufrimiento intenso y nada le consuela.

Cuando los médicos psiquiatras vemos a un paciente con depresión, sabemos que estamos ante un enfermo difícil, pero también sabemos que puede haber una mejoría si ponemos en marcha el tratamiento adecuado.

Al enfermo depresivo no se le puede ayudar ni consolar con mensajes positivos, ni se puede calmar su angustia con el consabido ejercicio o con la meditación. Cuando estamos ante una depresión es necesario usar un tratamiento médico y psicofarmacológico, concretamente los llamados antidepresivos, y tener unas ideas muy claras y precisas sobre cómo hacerlo.

Los antidepresivos son medicamentos que pueden disminuir los síntomas depresivos en casi el 80 % de los casos, pero tardan en hacer efecto como mínimo un mes, incluso a veces más. En ocasiones hay que utilizar más de un antidepresivo o incluir en él tratamientos tranquilizantes, por lo que su manejo se hace más complejo. Por último, es necesario saber que, aunque son fármacos excelentes y bien tolerados, tienen algunos efectos secundarios e interacciones, por lo que el tratamiento debe ser siempre personalizado y bajo estricta supervisión medica.

Si se siente identificado con lo que ha leído, no lo dude, vaya al médico. Él sabe lo que tiene que hacer, pero no entre en un peregrinaje de pseudociencias y de pseudoterapias.

Confíe en la Medicina y piense que el tiempo es oro y que la espera solo produce más sufrimiento y empeora el pronóstico. La depresión deja secuelas si no se trata correctamente. Por lo tanto, manos a la obra. Estoy seguro de que si sigue mi recomendación, más pronto que tarde me lo agradecerá.

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