JOSÉ R. GARITAGOITIA, Doctor en Ciencias Políticas y en Derecho Internacional Público.
El envejecimiento de la población marca de modo significativo el futuro de una sociedad. Entre los indicadores a tener en cuenta, las tasas de natalidad (nacimientos por cada 1.000 habitantes) y de fecundidad (número de hijos por mujer) son claves para acertar en los diagnósticos, y decidir acciones de gobierno. Los últimos datos publicados llevan a mirar el futuro con preocupación. Un reciente informe del INE muestra una UE con una tasa de natalidad de 9,9, en la que España tiene la segunda más baja de Europa (7,9 nacimientos) sólo por delante de Italia (7,6). La tendencia se ha incrementado de manera drástica en los últimos cinco años. Es urgente reaccionar a todos los niveles, tanto en la UE como en los Estados miembros, y también en las regiones con capacidad para tomar medidas de apoyo a la natalidad.
Según datos de la Oficina Europea de Estadística, entre los 512,6 millones de habitantes que tiene hoy la UE la proporción de personas en edad laboral se está reduciendo de modo llamativo, a la vez que aumenta el número de jubilados. La gente joven (0-14 años) constituye el 15,6% de la población, y las personas en edad laboral (15 a 64 años) el 64,9%. Sin embargo, el dato más preocupante se refiere a los mayores de 65: en los diez últimos años ha experimentado un crecimiento de 2,4 puntos porcentuales hasta situarse en el 19,4% de la población, mientras que los jóvenes han cedido 0,3. En definitiva, cada vez hay menos niños en Europa, y los que nacen no son suficientes para garantizar el futuro.
En casi medio siglo, la tasa de fecundidad (número de hijos por mujer) ha bajado en la UE del 2,42 (1970) al 1,59 (2017), muy por debajo de la necesaria (2,1) para asegurar la sustitución de las generaciones. España tiene la tasa más baja (1,31) solo por delante de Malta (1,26). La escasez de nacimientos, junto con el aumento de la esperanza de vida (83,3 mujeres y 78,2 hombres) tiene como resultado una variación sustancial de la pirámide de edad, con notable impacto económico: además de cobrar pensiones, las personas mayores requieren más atención médica, y el gasto sanitario se disparará. El Estado del bienestar se ve amenazado. Si no se revierte la tendencia, los trabajadores del futuro tendrán que trabajar más años, tener menos vacaciones y pagar más impuestos. A primeros de julio, el Secretario de Estado de Seguridad Social describió la evolución como una amenaza para el sistema de pensiones: hacen falta “más hijos y más inmigrantes”, afirmó Octavio Granado en la Universidad de Verano de la UIMP.
El envejecimiento de la población europea es una tendencia que se inició hace varias décadas, pero hasta la fecha no ha ocupado el lugar que le corresponden entre las prioridades. Tampoco se incluye en programa estratégico para la legislatura (2019-2024) aprobado en el Consejo Europeo del 20 de junio. Los líderes de la UE establecieron cuatro grandes líneas de acción: proteger a los ciudadanos y sus libertades; desarrollar el modelo económico europeo; trabajar en pro de una Europa climáticamente neutra, verde, justa y social; y promover los intereses y valores de Europa en el mundo. La necesidad de un planeta saludable es el mayor desafío de la UE para la candidata a presidir la Comisión, Úrsula von der Leyen. En su primera comparecencia ante el parlamento destacó una economía que sirva a la gente, el equilibrio de género, y un firme compromiso con los valores europeos, en especial con el Estado de derecho completaron los ejes de su mandato.
En el contexto de alerta demográfica, las urgencias de los ciudadanos también van por otros derroteros: el Eurobarometer (486) previo a las elecciones de mayo situó el desempleo (21%) como la mayor preocupación, seguida de cerca por el aumento del coste de la vida y la inflación (20%) y lo relacionado con salud y seguridad social (19%). Asimismo se mencionan el medio ambiente, clima y energía (18%), inmigración (17%), la situación económica (16%) y las pensiones (16%). La situación demográfica no encuentra espacio en una lista de preocupaciones que termina con el sistema educativo (12%), crimen (11%), terrorismo (10%) y acceso a la vivienda (10%).
El pilar europeo de los derechos sociales prevé una Europa para todos los ciudadanos. Hacer frente a este objetivo supone, entre otros aspectos, abordar el déficit demográfico y concretar medidas de alcance. Las llamadas ‘políticas familiares’ (sobre conciliación, de apoyo a la maternidad, en materia fiscal, ayuda a la dependencia, etc.) surgen del convencimiento de que sin las personas no puede haber crecimiento económico sostenido, y es más difícil la estabilidad y cohesión social. A falta de medidas eficaces para frenar la tendencia, nuestra Europa sigue envejeciendo, al tiempo que hipoteca su futuro.