Opinión

Ana Julia Quezada: ¿desequilibrio mental o simple maldad?

Estos días se ha vuelto a hablar del triste y mediático suceso que protagonizó Ana Julia Quezada, cuando hace un año dio muerte de forma criminal al pequeño Gabriel. Eso es lo que ha dicho el Tribunal de Jurado que la ha sentenciado. En unos días veremos si la Magistrada la condena a Prisión Permanente Revisable, convirtiéndose en la primera mujer que en España cumpla esa pena.

Estos días todos los medios informativos han dedicado de nuevo amplias secciones al caso, siguiendo hasta en sus más mínimos detalles lo que acontecía en la sala de vistas.

Reconozcámoslo o no, el morbo tiene mucha audiencia, los crímenes son seguidos por un amplio sector del público; por eso, cuando algunas voces críticas se levantan en las redes sociales contra ello, lo primero que deberían tener en cuenta es que los medios ofertan aquello que es más demandado, más visto, más seguido. Ellos, los medios, no crean la noticia, al menos no habitualmente.

Me parece una hipocresía supina clamar una mayor ética y una más estricta regulación mediática, en definitiva, pedir un tipo de autocensura para evitar que se expongan hechos tan luctuosos, y al mismo tiempo seguir esa información, hablar de ella y darle un protagonismo desmedido por la misma audiencia que murmura en su contra.

Dejando a un lado estos aspectos ajenos a mi campo de especialización, quiero centrarme en el perfil psicopatológico del personaje: en Ana Julia Quezada, la asesina del pequeño Gabriel.

En mi opinión, como psiquiatra veterano, estamos ante una mujer con acusados rasgos psicopáticos en su personalidad; esto es, tenemos ante nosotros un ser frío emocionalmente, egocéntrico, con gran capacidad para la simulación y la disimulación, manipuladora, con escasa empatía por el sufrimiento ajeno y con una conducta manifiestamente criminal, asociada a todo un ejercicio de histrionismo durante el proceso, donde, adecuadamente instruida, ha pretendido dar la imagen de que lo ocurrido fue debido a un “pronto”, a un “arrebato”, que ella no quería la muerte del niño, sino solo que se callara.

Los testigos y las pruebas han ido diciendo todo lo contrario y su escenificación de lo ocurrido, por lo que hemos podido ver, aunque bien realizada, no ha convencido a nadie. El Jurado la ha declarado culpable de un asesinato y ha dejado en manos de la Magistrada-Presidenta encajar su veredicto en el código penal vigente.

Este caso vuelve a poner de manifiesto, una vez más, que hay seres humanos capaces de llevar a cabo crímenes horribles y que, en modo alguno, deben ser considerados como enfermos mentales.

Ser una psicópata, si es que Ana Julia lo fuese, no es, al menos por el momento, ser una enferma psiquiátrica. La mayor parte de las veces la psicopatía es solo la denominación clásica, y casi popular, que se le ha dado a la maldad con mayúsculas.

A lo mejor, o, a lo peor, dentro de unos años habrá otros criterios de diagnóstico. A fecha de hoy, los psicópatas saben distinguir la ilicitud de su conducta, pueden actuar libremente y, por lo tanto, deben responder de sus actos sin ningún tipo de atenuación psiquiátrica en su responsabilidad.