Opinión

La transparencia

Enfrente del garaje en el que aparco a buen recaudo mi coche, hay una casa en proceso de demolición, que conserva tan solo dos de los cuatro lados del antiguo edificio. De suerte que, cuando subes la rampa de salida y llegas a la calle, te encuentras así, de sopetón, con unas ventanas a cuyo trasluz se observa el cielo. Y es una sensación de visión más allá, que no deja de parecer cuando menos curiosa, porque tiene algo de extraño, particularmente porque no se trata de la casa de papel precisamente.

Viene esto a colación de uno de los valores del momento, que parece que todo el mundo reclama, exige y pondera, y que no es otro que el de la transparencia. Particularmente, en lo que se refiere a la gestión de la cosa pública. Suficientemente escamado anda el personal, con motivos para la sospecha a tenor de asuntos conocidos de corrupción, como para manifestar el más mínimo argumento en contra. Solo que, como casi todo, la transparencia necesita de más elementos coadyuvantes. Por sí sola no es suficiente. Y me explico: ¿qué más transparente que los datos ciertos sobre cualquier asunto? Sin embargo, los datos necesitan una explicación. Porque son consecuencia también, no solo algo que ocurre al azar. Y por tanto, en su esencia, no son inocuos, pueden ser manipulables.

Con lo cual subimos necesariamente un peldaño en la reflexión y nos encontramos con que la sola transparencia, como la de la casa vacía por dentro enfrente de mi garaje, no es enteramente significante, precisa de algo más. Y ese algo es la verdad. Difícilmente la transparencia puede aportar valor si no va acompañada de un relato verídico de los hechos, de los datos o de las estadísticas. También de la verdad de las personas.

No deja de sorprender, a quienes trabajamos en el ámbito institucional, la falta de verdad en muchos planteamientos de cara a la galería para que obtengan reconocimiento social o mediático, en virtud de una tendenciosa transparencia, que lleva camino de convertirse en un mantra más vacío de contenido.

Nada que objetar a la transparencia y su ejercicio. Pero en esta sociedad “trans”, y en aras a la transversalidad, no estaría de más una más efectiva transparencia en los valores, para que conozcamos mejor de dónde vienen las propuestas y quién está detrás, o por qué lo está.

Creo que todos saldríamos ganando. Incluso la transparencia.