Opinión

¿Dónde el futuro?

Estaban doblando por nosotros las campanas, por la gente del pueblo. Y todavía lo hacen tras, quizá, ya demasiados años.

Sin embargo, a las doce del mediodía, el 4 de octubre de 2019, ha habido un parón, reflejo de la preocupante circunstancia que nos asola y nubla la sonrisa, esa que siempre compartimos entre lugareños propios y nuevos. Aunque cada vez menos de los dos hay. Es el común denominador de una fracción repetitiva con una constancia inusitada.

Los que van sumando multiplicaciones son el llamado progreso y una digitalización extrema que olvida el sentido del tacto en su más amplia acepción. La Ética, el Sentido común fueron incinerados sin permiso ni piedad. De sus cenizas, a veces, surge un viento leve que alborota la esperanza para recordar que, al menos, no estamos dormidos del todo.

Parece que es un pecado palpar la verdad. No obstante, tras el letargo de la siesta, lo válido es que se cogen fuerzas para seguir caminando. Es lo que funciona con la lucha diaria de la intrahistoria de cada cual. Que ya la de en grupo tampoco se tiene en cuenta. Y dentro de cada supuesta banda conformada bajo el acuerdo, de todo hay. Como en botica.

En ocasiones, es el viajero que pasa un curso quien abre la verdadera senda que merece la pena, da ejemplo e incluso de quien toman las ideas. Pero como ya cumplió con lo establecido y mucho más allá, pues ya está: no pasa nada. Si este viajero resulta ser mujer, sentencia asegurada.

Por fortuna, hoy el ave Fénix renace como buenamente es capaz. Es el tañer de las campanas. Todas a la vez. Las de los pueblos únicamente juntos, por fin. Como siempre he soñado: a una. Escucho todo a la vez. Sin dejarme ningún rincón rural. Suena en mi corazón la victoria de los paisanos de los más diversos lugares que hoy no son considerados y un día brillaron con la gloria del esplendor en el trabajo, la cultura y la amistad…

Son historias de desde un origen, y no se pueden borrar, por mucho que la modernidad pretenda que sean engullidos bajo la tierra que tanto nos dio de comer por allí con sus cultivos, cuando la agricultura se usaba como bien para la comunidad humana.

La Historia con mayúscula está aquí .¿Permitir truncarla sin dar la oportunidad de tener un presente? Ni el cariño ni la dignidad se compran, ¿vale?

Nos hallamos entre un ahora sin horas, tan negro y en medio de una compacta niebla con la que el lento ahogo está matando hasta la misma desintegración que no se quiere ver pero que, desgraciadamente, se siente. Y bien que se siente, con una pena que nos va achicando.

Es mediante el olvido que se pretende disipar una realidad y por tanto negarla en rotundo, dejando pasar el tiempo del reloj que se lleva la vida. O, quizás, aminorando, lo que hay restándole importancia hasta minimizarlo y ningunearlo. Las campanas creen seguir doblando…y las banderas están prácticamente a media asta.