Opinión

Una vida dedicada a la canción 

Difícilmente podrá olvidar Joaquín Carbonell la noche del 2 de diciembre en el Teatro Principal. El cantautor de Alloza puso toda la carne en el asador para celebrar los 50 años sobre los escenarios. Tal como dijo en su presentación, “es muy difícil para cualquier artista llegar al medio siglo de creación”. Desde ese ya lejano 1969, en el que actuó en el teatro Marín de Teruel, junto a José Antonio Labordeta, Carbonell ha recorrido casi toda la geografía aragonesa con un tipo de canción social, reivindicativa y abiertamente poética.  Con dos canciones de su primer disco –“Canción del olivo” y “Con la ayuda de todos”–, comenzó una velada de más de dos horas que logró entusiasmar al público que llenaba el teatro.  Durante la interpretación de sus canciones mostró frescura e intensidad, como si no hubieran pasado los años. Su voz sigue siendo inconfundible y los músicos que le acompañaron aportaron al concierto un sello de calidad.

En sus primeras palabras, Carbonell expresó una clara apuesta por la cultura. Hizo referencia a los jóvenes que se embarcaban en el mundo de la canción, del teatro o de la poesía y que no podían dedicarse a ello por falta de incentivos y subvenciones. Una reflexión que llegó directamente a las autoridades que estaban presentes: el presidente de Aragón, Javier Lambán, la vicepresidenta, Mayte Pérez y el alcalde de Zaragoza, Jorge Azcón. Tampoco podían faltar las alusiones a los vaivenes e incertidumbres políticas de los últimos meses, los guiños al falso hechizo de los nacionalismos –claramente poetizado en la canción “Mi patria”– y, sobre todo, las reivindicaciones de la España vacía, centradas especialmente en la provincia de Teruel, la tierra que le vio nacer y en la que nacieron sus inquietudes culturales. Precisamente quiso cerrar el concierto con la sensacional “De Teruel no es cualquiera”, recordando sus años de estudiante en la ciudad de los Amantes. Pero los obligados bises consiguieron que Joaquín volviera al escenario e interpretara, entre otras, “La beata”, una de sus primeras canciones.

Tiene mucho mérito lo que ha hecho Carbonell en estos 50 años. Una época que coincidió con los últimos años del franquismo y los primeros de la transición. Una época en la que había que burlar la censura –así lo explicó el cantautor antes de interpretar la conocida y coreada “Doña peseta”–. Una época en la que el apoyo al mundo del arte y de la cultura dejaba mucho que desear. Hay que destacar también que durante estas cinco décadas Joaquín Carbonell ha compaginado sus actuaciones en los escenarios con el periodismo y con su tarea como escritor. Porque la vena poética está presente en casi todas sus canciones, como en las dos que estrenó esa misma noche –“Ven a verme” y “Amor, ¿tú dónde estás?”– que, junto con el resto del concierto, formarán parte de su próximo libro-disco. Todo un lujo para los amantes de la música de autor, de la buena música intimista, poética y ligada a la actualidad.

La satisfacción de los asistentes a este evento era unánime al final del concierto. Eso sí, se echó de menos alguna alusión a su gran maestro José Antonio Labordeta y a otros de sus profesores durante su etapa turolense. También nos habría gustado escuchar como canción inicial la emblemática “Dejen pasar” y, por qué no, la tan conocida y coreada “Cuando vayas a Huesca”. De todos modos, resultaba difícil seleccionar 26 canciones entre las 150 que ha compuesto hasta la fecha. Todo un logro en estos tiempos de éxitos efímeros y de degradación de la cultura. Larga vida para el cantautor de Alloza, que ya tiene planes para los próximos años. Entre ellos la publicación de sus Memorias. Valdrá la pena leerlas y recrearse en una andadura que, tal como afirmó, le ha resultado dura y laboriosa.