Opinión

Fuentes de energía

Francisco Javier Aguirre
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Cuando hablamos o escribimos sobre el asunto que reseña el título, normalmente estamos aludiendo al elemento físico que nos proporciona el impulso necesario para la vida ordinaria, en el sentido material. Es un gran tema porque representa uno de los retos de futuro para la sociedad contemporánea. Pero también cabe enfocarlo desde el punto de vista de la energía personal, desde la alimentación del ánimo, del espíritu, despojado de cualquier connotación religiosa.

Durante la última semana del pasado enero, los ciudadanos de Zaragoza y aledaños, así como cualquier persona que estuviera ocasionalmente en la ciudad, han tenido ocasión de recibir una inyección energética de alto voltaje procedente del entusiasmo que pueden producir las emociones. Además de otras que podrían citarse, voy a referirme a dos que han calentado el ambiente anímico de los zaragozanos, aunque entre sí tengan poco que ver.

La primera es minoritaria, y se refiere a los tres conciertos de música clásica que han pasado por el Auditorio esa última semana y que han proporcionado a muchas personas una energía intensa, especial, sutil y acumulativa, que pocas veces se recibe de forma tan continuada. Me refiero a los conciertos ofrecidos por la Orquesta de Cámara del Auditorio-Grupo Enigma, el lunes día 27, a la presentación pública de la Orquesta Clásica de España, que tuvo lugar al día siguiente, y por último al concierto que ofreció la Orquesta Sinfónica de la Radio de Fráncfort el jueves, día 30.

La excelencia de estos tres conciertos derivó en una crecida del entusiasmo por parte de los asistentes, menos en número al primero, pero de masiva afluencia los otros dos. Pudieran destacarse algunos elementos concretos que provocaron esa subida del ánimo, pero voy a limitarme a señalar los siguientes: la actuación del guitarrista riojano Pablo Sáinz-Villegas, interpretando con la Orquesta Clásica de España el Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo. Durante la interpretación del segundo movimiento, Adagio, popularizado entre otros por Charles Aznavour, en unos compases para la guitarra solista, se produjo un silencio tan profundo en la abarrotada sala Mozart, que resultó impresionante. Las casi 2.000 personas reunidas suprimieron hasta el aliento, y ni siquiera se escuchó alguna de las toses ocasionales que lamentablemente suelen interferir momentos de sonoridad sutil como el pasaje solista mencionado.

El segundo momento corresponde a la actuación del violinista japonés Fumiaki Miura, junto a la mencionada orquesta alemana, interpretando el Concierto para violín de Chaikovski. Fue realmente electrizante para los más de 1.500 asistentes. Dos solistas de relieve internacional que aportaron una fuente de energía emocional de alta densidad a quienes tuvimos la fortuna de escucharlos.

Salto ahora a la segunda faceta energética de la que quiero hablar, que tuvo lugar en el día intermedio entre los conciertos mencionados, es decir el miércoles 29, en un lugar tan próximo al Auditorio como el estadio de La Romareda. Se trataba de un público distinto en general, aunque hay decenas de aficionados que comparten ambos disfrutes. En el partido de fútbol entre el Real Zaragoza y el Real Madrid, pudo vivirse un entusiasmo tan real o más como las premisas denominativas comunes a ambos equipos. El resultado de la confrontación fue lo de menos, en términos energéticos, pero las vibraciones que recorrieron esa masa de aficionados superior a las 25.000 personas es algo que puede quedar para la historia íntima de cada uno, aunque la historia deportiva únicamente recoja los elementos externos de las efemérides.