Opinión

Banderas rotas

Dentro de pocos días –el 10 de marzo– se cumplirán los 85 años del nacimiento de José Antonio Labordeta. Y el 19 de septiembre señalará los 10 años de su muerte. Ambas fechas están en la mente de muchos aragoneses, especialmente de los que hemos seguido y admirado a José Antonio como cantautor, escritor y político. Hasta los últimos años de su vida no dejó de publicar sus poemas, reeditar sus canciones o escribir sus memorias. Uno de esos libros lo publicó en 2001 y tomó el título de una de sus composiciones musicales más significativas: Banderas rotas. En ella, el “abuelo” se lamentaba de un pasado perdido, ajado, inevitablemente roto. Con el estribillo de la canción –He puesto sobre mi mesa / todas las banderas rotas / las que nos rompió la vida / la lluvia y la ventolera / de nuestra dura derrota– no sólo se lamentaba del oscuro pasado y del lastre que dejó la cruda posguerra en los que la sufrieron en sus mejores años. Clamaba además contra todas esas actitudes que van en contra de la justicia y se llevan como un vendaval los frágiles aires de la libertad.

Después de casi una década sin una de las figuras más importantes de la vida aragonesa del siglo XX, es bueno releer sus poemas, adentrarnos en sus relatos y volver a escuchar canciones como esta. Una canción que nos puede ayudar a reflexionar sobre el papel efímero de las banderas agitadas a veces sin motivo y contra viento y marea. Porque tal vez sea ya el momento de empuñar de una vez por todas la bandera de la paz, la de la justicia y de la libertad. Sin embargo, lamentablemente, son más las sombras que las luces, los aires populistas que la búsqueda del bien común, las banderas desgarradas que las que ondean plácidamente en cualquier edificio público. No sé qué pensaría Labordeta sobre el momento político que estamos viviendo en España en los últimos años. No sé cuál sería su opinión sobre el afán independentista de Cataluña, sobre el agravamiento del problema de la España vaciada o sobre la irrupción de un partido de ultraderecha en el Parlamento español. Lo que está claro es que volvería a escribir versos desgarrados, lamentándose de que esa tenue luz que empezó a alumbrar los primeros años de la Transición se vea cada vez más amenazada cual bandera hecha jirones en un solar abandonado.

Vale la pena leer o releer esas “Cuasimemorias”, que recorren toda la biografía del cantautor desde su infancia en el caserón del Buen Pastor, junto al Mercado Central, hasta su primera experiencia como representante de la Chunta en el Congreso de los Diputados. En esas páginas se condensa una actitud emprendedora y valiente ante la vida, una vida de ausencias, de recuerdos agridulces y de esperanzas frustradas. Una vida en la que ondearon siempre las banderas de la igualdad y la fraternidad. Una vida surcada por el dolor de un Aragón cada vez más despoblado y azotado por el viento inclemente de la emigración. Esas son las banderas rotas que Labordeta quería arrojar al baúl de los recuerdos y reemplazarlas por otras con los colores de la tolerancia, el diálogo respetuoso y un sentido profundo de la justicia. Porque era muy consciente, como catedrático de Historia, que no había que olvidar el pasado para no volver a cometer los mismos errores.